sábado, 27 de abril de 2024

...Y PARIÓ LA ABUELA

La insólita decisión de Pedro Sánchez  de abrir unos días de reflexión  sobre su continuidad o no al frente del Gobierno español  por el impacto  emocional y personal  que le ha causado el acoso político, mediático y judicial  a su pareja, Begoña Gómez, ha sumido al Estado a un grado de incertidumbre  y de crisis institucional sin parangón.  El irrespirable clima político que se vive en la capital, con las principales formaciones partidarias  emponzoñándolo todo, con acusaciones  sin límite  de respeto y veracidad, con una utilización tóxica de la administración de justicia y unos medios de comunicación  convertidos en arietes  contra la conveniencia, nos coloca al borde de un colapso democrático que puede acabar con el mandato de Pedro Sánchez  en la Moncloa. El desenlace de esta crisis, con la máquina del fango  actuando a pleno rendimiento, puede abrir la puerta de un nuevo tiempo de inestabilidad  que desemboque en unas nuevas elecciones generales.   

Éramos pocos  y parió la abuela.

Esto ocurre a una semana vista  de que un millón setenta mil vascos y vascas  acudiéramos a las urnas para elegir al nuevo Parlamento de Euskadi. Los resultados  de dicha votación son conocidos por todos. 

El Partido Nacionalista Vasco  fue la fuerza más votada en la Comunidad Autónoma Vasca  con más de 370 000 sufragios y 27 escaños seguido de cerca por EH Bildu con el mismo número de representantes  y apenas 30.000 papeletas menos. El Partido Socialista fue la tercera fuerza y tras ella, el Partido Popular. En los últimos puestos de las alternativas  con presencia parlamentaria, Sumar y VOX.

 

Superado el pico de adrenalina  y de apasionamiento  de un primer momento hoy puede hacerse  un análisis sosegado de la foto sociopolítica  que los electores dejaron en las urnas.

 

Por empezar de atrás hacia delante, indicar que la extrema derecha aguantó el pulso en Araba y pese a que el Partido Popular  pugnaba por hacerse con su espacio, los de Abascal  consiguieron sobrepasar la barrera del 3%  manteniendo su acta  en la Cámara de Gasteiz.

Especial detenimiento merece el resultado obtenido por la “Izquierda Confederal” –Podemos y Sumar-

 

Su presencia en el escenario electoral venía  marcada por la división de ambas familias. El canibalismo de la izquierda española  volvía a dejar un cuadro cainita total que ni la amarga experiencia de Galicia consiguió recomponer en Euskadi. Más allá  de la soberbia por la primacía de unas siglas, las dos formaciones concurrentes llevaron adelante una estrategia de campaña lamentable.

 

Digo lamentable porque  lejos de analizar  sus debilidades-fortalezas se dedicaron a hacer un llamamiento  permanente por acabar con el gobierno de coalición PNV-PSE, sirviendo en bandeja  a sus posibles seguidores  la opción del “voto útil” capitaneado por EH Bildu.

 

Podemos se multiplicó por cero

Las citas de Belarra a  la “corrupción sistémica” del PNV  o los llamamientos de Iglesias, Uriarte o Gorrotxategi a desalojar del poder a los jeltzales, tuvieron como respuesta  de la sociedad vasca  un suspenso absoluto. Y Podemos  se multiplicó por cero.

 

Algo parecido le ocurrió a Sumar que en “lucidez e inteligencia” siguió los pasos de los morados. Su única representación parlamentaria la obtuvo el coordinador general de Ezker Anitza, partido que en el ámbito estatal acaba de anunciar su divorcio con la alternativa que dirige Yolanda Díaz. Un exiguo “éxito” quienes pueden tener una fugaz existencia.

 

 El Partido Popular comenzó la campaña apelando a la moderación y  a la foralidad en un intento por recuperar el espacio perdido durante años. Los populares contaban con el inestimable apoyo de su grupo mediático de cabecera, perfectamente engrasado en erosionar  la fortaleza del nacionalismo gobernante. Pero De Andrés  volvió a perder el rumbo, incorporándose al discurso desintegrador y populista de Ayuso, escorando nuevamente su perfil.. Pese a todo, el PP consiguió una tenue remontada  haciéndose con un escaño más (7) de los que tenía en el anterior mandato. Siete parlamentarios que, pese a las pretensiones  propias y ajenas, no serán decisivos ni necesarios para la gobernabilidad futura.

 

Entre otras razones, porque el Partido Socialista rentabilizó bien  su papel compartido en la gobernabilidad y estabilidad institucional. Pese a que su avance electoral no haya sido significativo, su resultado, alimentado por la regla  de distribución D´Hont, le ha permitido sumar dos parlamentarios más a los que ya ostentaba, garantizando, en caso de alcanzar un acuerdo con el PNV, la mayoría absoluta necesaria  para abordar con certidumbre la próxima legislatura.  

 

Nadie puede negar que EH Bildu haya obtenido un resultado magnífico. Todas las encuestas  anunciaban un importante repunte de la lista electoral de Sortu . La Izquierda soberanista había sabido subirse a la ola y con un perfil  de moderación, muy próximo a la imagen que tradicional del PNV, supo ganarse la atracción de miles de votantes  que confiaron en su propuesta de  moderno “cambio de ciclo”. Pero, a medida que los sondeos fueron ratificando su crecimiento, hasta darle como virtual vencedor de los comicios, la ansiedad pudo a los aspirantes. Y a Pello Otxandiano se le hizo larga la campaña. Por eso, pese a la desbordada alegría  de su militancia por el indudable  éxito electoral alcanzado, el resultado dejó un regusto amargo en su grupo dirigente. El empate a escaños,  y no haber conseguido el ansiado “sorpasso” al PNV, empañó el hecho de que  en Gipuzkoa y Araba  EH Bildu fuera la primera fuerza política en respaldos populares.

 

Pasado el 21 de abril, EH Bildu ha recobrado  su tono habitual. Prueba de ello es que  Otegi haya recobrado su especial mordacidad,  arrogándose mayorías  sociológicas opinables (ha incluido al parlamentario de Sumar  dentro de su especial catálogo de  representantes soberanistas  en la Cámara de Gasteiz). Arnaldo, en su función de repartidor de carnets, no ha tenido duda en señalar categóricamente quien es o no abertzale y quien de izquierdas.  Y se ha permitido deslegitimar un probable pacto PNV-PSE en lo que ha denominado “día de la marmota”. Muy en la línea tradicional  del pasado MLNV. 

 

Pronto conoceremos si la Izquierda Abertzale guarda en el armario el disfraz con el que se ha presentado estas semanas pasadas y mantiene  el porte de oposición pancartera en las sesiones parlamentarias venideras. Veremos si Otxandiano  sigue siendo el líder de la oposición o  ese papel se la reserva a Arkaitz Rodríguez o a Nerea Kortajarena.   Por lo pronto cabe la reflexión que pasadas las elecciones realizaba en el diario “Gara” un histórico de Izquierda Abertzale, el antiguo miembro de la Mesa Nacional de HB, Joxemari Olarra. “No olvidemos jamás –escribía Olarra-  que sin la presencia en la calle, sin la lucha, sin ser quienes generan los acontecimientos  no lograremos nada. Porque el objetivo, para lo que nos comprometimos en la lucha, no es ser  una hegemonía  política de gestión del sistema. El objetivo es transformar el sistema.”  

 

Por último, está el resultado del vencedor de los últimos comicios; el PNV. Todas las encuestas, todos los pronósticos, presentaban de antemano al partido jeltzale como  el gran derrotado en  las elecciones. Los vaticinios, sustentados algunos en estudios sociológicos y otros en expresiones voluntaristas –se ha vuelto a poner en evidencia  un amplio frente deseoso de acabar con la hegemonía del PNV- anunciaban un descalabro para los de Sabin Etxea. Máxime tras el relevo en su principal valor electoral. La decisión de  situar como cabeza de cartel a un nuevo protagonista –Pradales- y el cambio generacional en las listas, lejos de  incidir en la pérdida de apoyo social ha venido a reforzar  la imagen de marca del PNV, que en un intenso sprint de campaña consiguió convencer a una parte importante de los indecisos para que volvieran  a  confiar en sus siglas.  Con apreturas, sin excesos de triunfalismo, el PNV ganó y recuperó buena parte de su fuerza. La suficiente como para encarar un nuevo mandato en el gobierno del país.  Lo deberá hacer con humildad. Aprendiendo de los errores pasados. Y con la ayuda y colaboración de otros –los socialistas- con quienes ya comparte responsabilidad de gobierno en el conjunto de las instituciones del país.

 

El próximo lunes ocurrirán muchas cosas. Pero en Euskadi lo trascendente pasará por el inicio de las negociaciones PNV-PSE para conformar un nuevo Gobierno vasco.  El acuerdo debe llegar  sin ansiedad, pero cuanto antes mejor.  El país necesita estabilidad frente a la incertidumbre  que se vive en el Estado. Solidez  y consistencia frente a los cantos de sirena. Y alternativa a la crispación y al fango.

 

sábado, 20 de abril de 2024

A MI NO ME DA IGUAL

 En enero de 2017, la Izquierda Abertzale decidió reorientar SORTU, la formación heredera  del MLNV que el Tribunal Constitucional español legalizó  cinco años antes  tras los tiempos proscritos de la Ley de partidos. Fue entonces cuando en la nueva ejecutiva de esta formación  surgieron junto a pesos pesados de la organización –Rufi Etxeberria, Arnaldo Otegi, Gorka Ortiz de Guinea, Floren Aoiz o Elena Beloki- valores emergentes con especial proyección futura. Entre estos nuevos líderes  figuraban  tres de los dirigentes que más peso autoridad han alcanzado pasado el tiempo; Arkaitz Rodríguez, Gorka Elejabarrieta y Pello Otxandiano. 

 

El “nuevo Sortu”  como calificaba “Gara” al plantel surgido en el “congreso” de la “refundación”  dibujaba no solo los cuadros humanos  que dirigirían el rumbo  de los  herederos de Batasuna sino que, además trazaba la línea estratégica y la táctica en la que plantearía su propuesta política.

 

Para entender la metamorfosis experimentada hoy por la Izquierda Abertzale  es preciso escarbar un poco en las hemerotecas y volver a aquel congreso, porque lo que allí se decidió y se dijo, explica meridianamente  la transformación observada por la herramienta electoral utilizada  por Sortu. Es decir, EH Bildu.

 

La clave  argumental de todo el proceso la explicó –como era de esperar- Arnaldo Otegi. Recuperamos aquí algunas de sus palabras para constatar  la verosimilitud del planteamiento.

 

Otegi echaba mano de un antiguo refrán chino para resumir lo que en aquel momento pretendía Sortu; “si corres riesgo de perderte en el camino, es mejor volver para atrás  y encontrar el punto de partida”. En ese alto en el camino  debían cambiar modos de hacer y caras protagonistas para corregir los errores cometidos. “Hay –decía entonces Otegi- talento, energías, ganas y voluntad de hacer las cosas de otra manera en este país” desde parámetros de izquierda y populares.

 

“Para seguir avanzando” el entonces Secretario General de Sortu –más tarde  Coordinador General de EH Bildu cediendo el relevo a Arkaitza Rodríguez-  indicó que “tenemos que convencer a una mayoría del país. No se pueden hacer revoluciones desde arriba. Las instituciones no son la vanguardia sino la retaguardia”. “Hasta ahora habíamos pensado que entrando a gestionar  algunos gobiernos  haríamos los cambios desde el Boletín Oficial pero los cambios se operan realmente en la mente de la gente, y para eso hay que trabajar, hablar, convencer y también saber escuchar. Las instituciones solo vienen a ponerle sello al cambio que ya se ha producido antes en la mente de la gente”. “No hay estrategias lineales, ni de única fase, ni milagrosas”. Y para  huir de los dogmatismos Otegi  utilizó una cita de líder de las FARC colombianas, Rodrigo Londoño, Timochenko: “No es más revolucionario quien lanza las consignas más revolucionarias, sino quien sabe levantar las banderas más adecuadas en cada momento”.

 

Desde ese momento, la Izquierda Abertzale comenzó a izar nuevas banderas. Ya no se denominaría “Abertzale” sino “independentista”, EH Bildu dejó  de ser una coalición de partidos para convertirse  en una organización “abierta” –pero sometida al control de Sortu- . La relación política con los partidos del Estado  dejaría de ser combativa para transformarse en colaborativa. Buscarían alianzas  “homologables” de la izquierda tradicional para propiciar un blanqueamiento de su prestigio. Primero de la mano de Pablo Iglesias. Después  con la acción mancomunada con Esquerra Republicana de Catalunya y, finalmente, con el decidido apoyo a los gobiernos de Pedro Sánchez  a los que apoyaron hasta en seis ocasiones en su proyecto de estabilidad y previsión presupuestaria.

 

Su nuevo camino les ha reportado tensiones. Una parte de su masa social, la representada  por una fracción significativa de su juventud tradicional  se ha divorciado del proyecto, encapsulándose en un grupúsculo  revolucionario comunista  cuya disidencia apenas  le generará daños. Sobre todo  cuando mantiene al conjunto de su parroquia cohesionada con éxitos parciales como el conseguido con el fin del alejamiento del colectivo de sus presos, un “nervio” fundamental en el corpus social  de los hoy “independentistas”.

 

El “aggiornamento”  o el paso de crisálida a mariposa se ha acelerado notablemente  en la preparación de las elecciones autonómicas. Cambio de imagen, de discurso, de protagonistas. La mutación ha sido plena. El objetivo era  una ambición largamente soñada en la Izquierda Abertzale; acabar con el PNV. Acabar con él para sustituirlo. El enfrentamiento directo con los jeltzales no había dado los frutos apetecidos en el pasado. De ahí que había que intentarlo de otra manera. Ganar la revolución con la moderación. 

Utilizando banderas de conveniencia que hicieran desaparecer las sombras de una trayectoria política que espantaba a los electores.

 

Tenían que superar aquella visión antipática con regusto  autoritario que dejó su breve episodio gubernamental en Gipuzkoa. Así, han lavado su  imagen, la han dotado de mercadotecnia, han atemperado su discurso. Hablan como siempre ha hablado el PNV. Han imitado su figura, sus actos, sus colores. Hasta han fijado su sede electoral de mañana domingo a escasos doscientos metros de Sabin Etxea. Parecerse al PNV para sustituir al PNV. Pero aportando la lozanía  de  una organización nueva. Sin pasado.

 

Lo hemos visto en la evolución de una campaña en la que muchos de los discursos podrían haber sido  sacados de la más pura tradición nacionalista. Las apelaciones a los “acuerdos de país”, a la “gobernanza colaborativa”, a “un nuevo estatus que contenga el reconocimiento nacional, la bilateralidad y el derecho a decidir”. En muchos ámbitos, la propuesta de  EH Bildu ha sido un clon  de la doctrina  tradicional del PNV.  Muchos sí, pero no todos. La asignatura ética sigue estando pendiente para los de Otxandiano. Y ahí  es donde  la “marca blanca” de la Izquierda Independentista  revela  su realidad oculta. Por mucho que se obstinen en enterrar el pasado en el olvido, su vínculo  con la oscuridad de su trayectoria siempre aflora. Porque en su convencimiento íntimo  no renuncian a ella.

 

Nadie sabe si  el electorado vasco ha reaccionado y despertado de su letargo vaticinado en todas las encuestas. También se desconoce si, en el caso de que los indecisos -cerca de un 20%- decidan finalmente votar mañana a quien beneficiará su movilización. Los politílogos  apuntan una cosa; que será el PNV quien más sufragios  de última hora recabará. Pero tal vaticinio  son es una  conjetura pues nadie sabe  en verdad  qué papeleta  se esconderá tras los sobres de los últimos reflexivos.

 

Todo está en el aire. Como nunca estuvo. Habrá que ver hasta donde le golpea al PNV el desgaste de confianza que se percibía en los estudios sociológicos. Los jeltzales han intentado por todos los medios a su alcance  recuperar la confianza perdida de una parte del electorado que se ha distanciado de ellos  por razones diferentes. 

Desde quienes argumentan su indecisión en la insólita  razón de “estar cansados de ver siempre a los mismos gobernando”,  hasta quienes  se han sentido defraudados o desatendidos de manera particular por aspectos singulares de la gestión de los nacionalistas. 

Todo ello  en medio de un clima  en el que una mayoría consultada en encuestas, valora positivamente la acción gubernamental y en el ámbito individual define su situación vital como “buena”. Sorprendente. Sensación de bienestar  y, en paralelo, estado de queja. 

Diré, sin más calificativos, que somos así. Contradictorios e inconformistas.  Veremos  si en esa paradójica  circunstancia quienes  sostienen que “les da igual quien gobierne”  terminan por inclinar la balanza  de unas elecciones cuyo resultado  final repercutirá  en la calidad de vida de todos.   

 


Mañana se despejará, igualmente, la incógnita del nivel de crecimiento  de las listas presentadas por EH Bildu.  Todo apunta a que el cartel  electoral de SORTU obtendrá un relevante resultado.

 

Lo que parece evidente es que, pasada la carrera electoral, la estrategia de metamorfosis quedará en suspenso el lunes 22. Pasado mañana recobraremos  nuevamente la imagen verdadera de la “izquierda Abertzale”. La que volverá a instalarse en el “no”, la de la “oposición a todo”, la que volverá a la pancarta y a deslegitimar  todo proyecto constructivo que se presente  “en esta parte del país”. 

El lunes  volverá Sortu, a cara descubierta.

Pensemos en ello. Pongamos el despertador para mañana. De lo contrario tal vez en lo sucesivo nos veamos obligados a colgar nuestra basura de un poste. Y eso, a mi, no me da igual