jueves, 25 de agosto de 2011

EL MITO ROTO DE LA CONSTITUCIÓN INMODIFICABLE

Zapatero es un mago. Antropológicamente un “salao”. Hasta en su última aparición pública en el Congreso de los Diputados ha sido capaz de sacar un conejo de la chistera. Pero más que un conejo, lo que salió de su sombrero fue un paquidermo. Ni más ni menos que una reforma constitucional pactada con el principal partido de la oposición y con la sorpresa, por no decir cabreo, de sus propios correligionarios socialistas.



La “intocable” Constitución española, a punto de modificarse en un pis-pas. Por arte de magia.


La causa de este último número circense cabe encontrarse en la delicadísima situación de la economía española. Situada al borde de la quiebra, y atacada vorazmente por los “especuladores del mercado”, ZP ha jugado como Pinito del Oro en el alambre, en un equilibrio inestable que ni las reformas estructurales, ni los intentos de reducir el déficit público, han conseguido estabilizar su maltrecha situación. Más bien al contrario. Todo ha sido poco y ha tenido que ser el Banco Central Europeo, con la compra masiva de deuda española, quien haya hecho que, temporalmente, la “prima de riesgo” hispana baje de temperatura, tras superar las pasadas semanas unas posiciones febriles conducentes al síncope.


Al borde de la intervención, con una economía estancada, al filo de meses de transición –víspera de elecciones-, ZP no ha tenido más remedio que guardar una traca final descomunal para contener la caída libre de España en el sistema euro.


Zapatero reconoció en el Congreso que la propuesta de reforma constitucional respondía a "un creciente consenso en las instituciones europeas". La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolás Sarkozy, habían sugerido hace solo una semana que las constituciones de los países miembros de la Unión deberían incorporar un compromiso de disciplina fiscal.


El único país que lo tiene ya en el marco de la UE es Alemania, que en 2009 incluyó en su Constitución un artículo para forzar el equilibrio presupuestario. Dicho artículo exige que, a partir de 2016, el déficit estructural del Estado no supere el 0,35% del PIB. (existen excepciones en caso de catástrofes naturales o graves recesiones económicas y admite un período de adecuación de los Länder hasta 2020).


Merkel y Sarkozy propusieron extender dicho acuerdo a los 17 países de la eurozona antes del otoño de 2012, si bien no llegaron a concretar las sanciones que estaban dispuestos a aplicar en caso contrario. ¿Qué ocurriría si esa nueva previsión constitucional se incumpliera?. Nadie lo sabe. Tal vez nada ya que, de hecho, el Pacto de Estabilidad del Tratado de la Unión (1997), ya establece una limitación del déficit al 3% del PIB máximo de los Estados y todos, sin excepción, se lo han pasado por el arco del triunfo sin repercusión alguna.

Lo significativo en el caso español, y esto da juego para más de un comentario, es que tras 33 años de sacrosanta Constitución, en la que su literalidad ha sido blindada por unos y otros, negando cualquier reforma necesaria, en un abrir y cerrar de ojos, aparece de la chistera del presidente amortizado una modificación ya pactada con la oposición popular.

No es la primera reforma de la Carta Magna (que no nos engañen). Ya en el año 1992, con motivo de la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, las Cortes españolas aprobaron su modificación para permitir que los ciudadanos de los países de la UE residentes en España pudieran ir en las listas para las elecciones municipales.


Luego, lo de “intocable”, según y cómo.

En Euskadi, donde no nos olvidemos, la abstención y el voto negativo limitó la legitimación de la Carta Magna, se ha solicitado reiteradamente modificar la Constitución de 1978, para, entre otras cosas, poner fin al denominado “conflicto vasco”, un contencioso iniciado con “la unidad constitucional de la Monarquia” que dio al traste con el régimen foral secular de los territorios vascos. Un sistema de convivencia paccionado, que fue roto de forma unilateral a finales del siglo XIX tras las denominadas guerras carlistas.

Pero esa harina es de otro costal.


Hoy, Zapatero ha roto el mito de la virginidad constitucional española. Que cunda el ejemplo para resolver otros déficits que afectan al Estado español y a quienes vivimos –voluntariamente o no- en él.





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