viernes, 7 de diciembre de 2012

“GOLLUM” WERT Y EL TORO QUE FUE BECERRO

Gollum es un personaje de la Tierra Media en el universo de historias de J. R. R. Tolkien. Su nombre original era Sméagol y posteriormente fue nombrado como Gollum en referencia al ruido regurgitante que hacía con su garganta.


Su nacimiento se estima que ocurrió en el año 2430 de la Tercera Edad. Su muerte (dada en la cronología de El Señor de los Anillos) fue el 25 de marzo de 3019 T. E., al caer, junto con el Anillo Único, en las grietas del Monte del Destino. Su período de vida fue extendido más allá de sus límites naturales por efecto de poseer el Anillo Único, una edad sobrenatural para una criatura que alguna vez fue un hobbit, aunque éste fue deformado y corrompido en mente y cuerpo por el poder de la joya mágica. Esclavizado por el ansia desmedida de recuperar el anillo, Gollum es uno de los personajes más característicos de Tolkien, un arquetipo de ente maléfico cuya ambición estuvo a punto de evitar la derrota de la tiranía de tinieblas instaurada por el señor oscuro Sauron.


Jose Ignacio Wert, hoy Ministro español de Cultura, busca incesantemente su “tesoro”. El otrora “progre” tertuliano" vinculado al grupo “Prisa” ha decido romper con su fama de “moderado” y “prudente” para convertirse en una “caja de bombas” andante en el romo gobierno de Mariano Rajoy. Es como si pretendiera obtener el mérito de la orden de Aznar por el procedimiento abreviado. Iñaki Gabilondo, siempre tan ecuánime y acertado a dicho de él que "en el mundo de las tertulias era de primerísimo nivel y, en el Gobierno, es del último".

Como Gollum, Wert tiene sus momentos de lucidez –escasos ya- y en ellos ha llegado a afirmar que “a veces me sorprendo de las frases que he llegado a pronunciar".

No es extraño. Wert, capaz de cabrear a un tiempo a rectores universitarios y al alumnado llegó a calificar al Sindicato de Estudiantes de “radical y extremista” y al Movimiento 15-M de “tener gotas de ignorancia y un puntito de soviético”. Pero sus perlas, salidas de tono, lejos de moderarse tras los escándalos organizados por este antiguo hobbit, se acentúan. “El objetivo del Gobierno es españolizar a los alumnos catalanes", "las protestas contra los recortes están basadas en prejuicios ", "los toros son un hecho cultural y un ingrediente de la marca España", "ustedes [el PSOE] se ponen del lado de la protesta, y no de la protesta en general, sino de la protesta violenta, de la protesta que infringe las leyes". Son algunas de las últimas declaraciones del ministro español peor valorado según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Wert ha incendiado la tierra media. La reforma educativa que abandera ha devuelto la religión a las aulas como asignatura obligatoria e intenta dotar al idioma castellano de una primacía, en rango de superuridad, frente al resto de lenguas oficiales existentes en el Estado. Convertir la educación en un “adoctrinamiento” a golpe de mayoría absoluta retrotrae la democracia a tiempos del nacional catolicismo y a los principios fundamentales del Movimiento. Una involución que amenaza con causar un gran terremoto en la convivencia política del Estado. Catalunya ha dado ya un portazo a sus propuestas. Y Euskadi repetirá el desencuentro una vez tome posesión el nuevo Gobierno vasco.

El enfrentamiento está servido. Y no por posiciones soberanistas de los nacionalismos llamados “periféricos”, sino por el incomprensible dogmatismo de unas tesis ultraespañolas que pretenden someter a la educación a un proceso ideologizante inasumible. En Euskadi, la inmersión idiomática en la educación está salvada en un modelo ejemplar en el que los padres de los alumnos eligen abiertamente y sin coacción alguna la escolarización de sus hijos e hijas de acorde a su voluntad. Y esa libertad de opción se traduce mayoritariamente por el apoyo a una alternativa en la que el euskera se convierte en lengua vehicular. Una alternativa libremente adoptada por los progenitores dentro de un abanico de opciones que garantiza, en cualquier caso, el conocimiento del castellano por parte del alumnado. ¿Acaso hay algún niño o niña que desconozca el idioma español en Euskadi?.

Wert y su “reforma” pone en peligro el gran pacto educativo vasco rubricado por la Ley que en el año 93 aprobara el Parlamento Vasco. Una ley del Gobierno Ardanza que impulsó el entonces consejero de Educación, Fernando Buesa y que, además de cosechar un amplio consenso político, mantenido durante 30 años, ha situado a Euskadi en los puestos cabeceros de la formación en Europa. Para empezar, según un reciente informe de la Comisión Europea, Euskadi es la cuarta región europea con mayor porcentaje de población con niveles educativos más altos -titulación universitaria o máster-. Con un 34,3% de la población en esta franja, la Comunidad Autónoma Vasca se encuentra solo por detrás de Londres, Bélgica y Estocolmo. Además, es una de las comunidades con mayor porcentaje de estudiantes en todos los niveles de la enseñanza respecto a su población (18,9%). Andalucía encabeza esta lista, pero en Euskadi los estudiantes no solo son muchos, sino que no abandonan los estudios y logran títulos superiores. Según dicho informe, Euskadi es la segunda comunidad del Estado, solo por detrás de Madrid, con mayor porcentaje de estudiantes de educación terciaria y universitaria, el 69,8%, cuando la media del Estado es del 51,6%.

Otro de los hechos diferenciales de la enseñanza vasca está directamente relacionado con el problema que Wert dice querer erradicar con su reforma: el fracaso escolar. En la actualidad el abandono escolar temprano en Euskadi se sitúa en el 12,6% -por debajo del 13,5% de la media de la UE- y se aboga por llegar al 9% en 2020, superando el objetivo del 10% fijado en la Estrategia Europa 2020. Por el contrario, España es el segundo país de la Unión Europea con la tasa de abandono más alta (26,5%), solo por detrás de Malta. Lo alarmante es que a pesar de que el Estado ha reducido esta tasa 4,7 puntos desde 2010, probablemente por efecto de la crisis, ha descendido un puesto ya que Portugal, que tenía peores resultados, le ha pasado por encima.

El ministro Wert es una amenaza en sí mismo. Una amenaza para Rajoy y su pretendida centralidad. Un desafío para la convivencia normalizada, y un peligro también para el modelo exitoso de educación practicado por acuerdo en Euskadi durante treinta años.

Gollum sucumbió ante el poder del anillo que le arrastró a las entrañas del infierno. Wert, cegado de ambición, camina por el borde del abismo alardeando de su incontinencia abrasiva. “Soy –ha dicho- como un toro bravo, que me crezco con el castigo”. Toro no sé, pero becerro lo es cada día más.



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