viernes, 31 de mayo de 2013

PARAR PARA COMBATIR EL PARO NO ES LO MÁS CONVENIENTE

El jueves asistimos a la octava convocatoria de huelga general desde que estallara la crisis. Seguimiento desigual. Guerra de cifras. “Normalidad” para unos y “amplio seguimiento” para otros. El paro había sido suscitado para, en palabras del sindicato mayoritario, “romper la agenda maldita que nos lleva al desastre social”. Pero la movilización no ha hecho variar el calendario, ni la agenda. Seguimos, hoy como el jueves, inmersos en una depresión de la que no se ve salida.


No hay pulso en la actividad. Italia cae más de lo previsto, Francia entra en recesión y Alemania apenas crece. El euro cayó este miércoles por debajo de los 1,29 dólares.

Según los datos publicados el miércoles por Eurostat, la Oficina de Estadísticas de la Comisión Europea, los 17 países que comparten el euro cayeron un 0,2 por ciento en el primer trimestre del año y suman una caída anualizada del uno por ciento y seis trimestres de recesión, la más prolongada desde que existe la moneda común europea.
En 2008 y 2009, en pleno colapso bancario, la Eurozona cayó cinco trimestres consecutivos. En el conjunto de la UE, la caída es de un 0,1%


El panorama es penoso. Alemania creció un anémico 0,1%, la misma tasa que Bélgica. Eslovaquia un 0,3% y Luxemburgo un 1,6%. El resto caen o están estancados. Francia entró oficialmente en recesión (dos trimestres consecutivos de caídas) con una contracción del 0,2%, uniéndose a Austria e Irlanda (0,0%), Holanda y Finlandia (-0,1%), Malta (-0,2%), Portugal (-0,3%), Italia y España (-0,5%), Eslovenia y Estonia (-1%) y Chipre (-1,3%).

No hay datos trimestrales de Grecia, pero su caída anual es del 5,3% y ya recorre su sexto año de recesión. En tasa interanual, Holanda cae un -1,3%, Finlandia y España un -2%, Italia un -2,3%, Portugal un -3,9% y Chipre un -4,1%.

El discurso va girando. Ante la presión de las economías del sur, Bruselas habla más de reformas y crecimiento y menos de ajustes. Pero los hechos no siguen a los discursos y la apuesta, dictada desde Berlín y ejecutada por la Comisión Europea, sigue siendo la reducción del déficit público como primera prioridad.

El miércoles, de visita en Bruselas, el presidente francés, François Hollande, dijo que la primera causa de la actual recesión europea son los ajustes.

La consecuencia más traumática de esta catástrofe económica es el paro. En Euskadi alcanza la tasa del 16,28% de la población activa. En España, el 27,16%. Si disgregáramos los datos de Euskadi del conjunto del Estado, la media se dispararía aún más. Pero lo relevante no son las estadísticas sino los miles de personas desocupadas y sin horizonte cercano de empleo.

En casa, cuatro de cada diez jóvenes no tienen trabajo. En España, la situación es mucho peor –casi seis de cada diez- y en el conjunto de la Unión Europea son casi seis millones los menores de 25 años en situación de desempleo.

La segunda consecuencia de la inactividad económica, es la falta de recursos (dinero) en las arcas públicas. Una sequía que pone en riesgo el conjunto del modelo social europeo, pues sin ingresos no hay servicios públicos que puedan pagarse y, sin ellos, la desprotección amenaza con dejar a la intemperie las conquistas de bienestar largamente edificadas (sanidad, educación...).

En Euskadi, los muros de contención alzados en este campo gracias a nuestro sistema de Concierto (y a las políticas públicas de redistribución rigurosa de la riqueza obtenida), habían resistido hasta ahora a las sucesivas crisis cíclicas de la economía. Pero, la caída en picado de la actividad, la práctica desaparición del mercado estatal y la contracción del consumo hacen que la amenaza de colapso se cierna verosímil en el horizonte inmediato. El sistema de Concierto Económico se sustenta en la base del riesgo unilateral en el marco territorial propio. No dependemos de nadie, salvo de la coyuntura económica, para aprovisionar nuestra despensa. Eso supone que, en el supuesto de una gestión ordenada, cuando las cosas van bien –cuando existe crecimiento- el bienestar progresa, y cuando, por el contrario, cuando la economía se encoge, nadie sale en nuestro auxilio debiendo solventar las necesidades con las reservas que hemos podido acopiar.

La larga duración de la recesión – nunca había habido constancia de un período tan extenso de retroceso- han acabado por minar las reservas acumuladas en la bonanza. Y ante ello, algunos buscan en el endurecimiento de la presión fiscal, una solución que consuele la falta dineraria de nuestra hacienda pública. Un coche no funciona sin combustible. Pero, por mucho que nos obstinemos en repostar en una gasolinera cuyos tanques están vacíos no conseguiremos que el vehículo arranque y camine.

Porque la fiscalidad y sus resultados recaudatorios son sólo herramientas que reflejan y distribuyen la realidad económica de una sociedad. La fiscalidad no es la solución sino el canal establecido para la generación de riqueza aflore y nutra a los componentes del sistema (a las empresas, a las personas y a las instituciones).

Los datos son elocuentes. En la Comunidad Autónoma Vasca, entre 2005 y 2012 y viendo la evolución de la recaudación de tributos concertados podemos decir que , al día de hoy estamos en unos niveles de ingreso, similares, en euros corrientes, a los de 2005. En este periodo, hemos tenido años buenos y años malos.

En el acumulado, la recaudación de tributos directos, sobre los que tenemos competencia normativa (IRPF, Sociedades, otros), ha crecido en un 11,9%. Por el contrario, la recaudación de tributos indirectos, sobre los que no tenemos competencia normativa, ha caído un 9,6%. Esa caída se ha producido a pesar de en ese tiempo se produjera la subida del IVA (16 al 18%) aprobada por el Gobierno de Zapatero. Eso nos demuestra que la pérdida de ingresos públicos no está motivada por la asunción de cambios normativos que hayan bajado la presión fiscal sino por la caída de la actividad económica provocada por la crisis, por la merma acumulada del PIB. Los impuestos indirectos son el termómetro de la actividad que genera una estructura económica. De ahí que afirmar que la solución a la escasez de dinero público pasa por subir los impuestos resulta errática. Meter la mano al bolsillo de los contribuyentes puede llegar a aliviar transitoriamente el desaprovisionamiento de recursos públicos pero esa nueva presión fiscal, sostenida en el tiempo, provocará igualmente la contracción del consumo y, con ella, la mengua de demanda y la nueva pérdida de actividad económica.

Estamos, por lo tanto, ante un bucle infernal que sólo se liberará con una intervención monetaria común (europea) y con el relajamiento de las políticas de austeridad (déficit). Es necesario hacer fluir el dinero para estimular la actividad empresarial, competir con los mercados emergentes y, fomentar el consumo. Sólo así se creará empleo y, con él, nuevos ingresos fiscales.

Las elecciones alemanas de otoño pueden ser el punto final de esta etapa de rigor inducido por el gobierno germano. Si Merkel gana, se verá libre de las presiones internas que le exigen mano dura con la eurozona. Si pierde, triunfarán las tesis de quienes reclaman una nueva política expansiva. El desenlace, de una u otra manera deberá generar un cambio de tendencia.

Mientras tanto, en Euskadi, viviremos quizá el momento más crítico de cuantos hayamos sufrido en esta crisis. Las reservas empiezan a ceder y eso significará arbitrar medidas temporales que respondan a la emergencia económica que se avecina. Nuevos sacrificios en materia de gasto, y también de ingreso. Habrá, sin duda, que arrimar el hombro. Y el bolsillo. Un ejercicio de solidaridad comunitaria para apuntalar los servicios públicos de carácter universal. Un agujero más en el cinturón a la espera de la deseada reactivación. Se vislumbra un endurecimiento de la presión fiscal. Será un remedio temporal. Una tregua ante la ventisca que amenaza con batir nuestras defensas.

Quien crea que esa será la solución a todos los males se equivocará de plano. Pese a ello, tenemos la fortuna de ser nosotros mismos quienes administremos, con nuestras capacidades (el Concierto), la mejor forma de combatir la adversidad. Analgésicos para calmar la fiebre y el dolor. Antibióticos contra las infecciones. Y vitaminas para remontar.

Lo que no consta en el recetario es la huelga general. Parar para protestar contra el paro no parece lo más conveniente.



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