viernes, 7 de junio de 2013

CONCIERTO DE GRILLOS

Por fin salió el sol. Al menos un ratito. Ya ha costado. Nos ha durado poco, pero la semana entrante parece que volverá a salir. El “calentamiento global” nos está dejando un año de abrigo y chubasquero. En las conversaciones de ascensor proliferan quienes no recuerdan una temporada con tanta lluvia. Nos habremos vuelto unos desmemoriados. Porque llover ha llovido siempre. Y el sirimiri había llegado a ser parte consustancial de nuestras vidas. Lo que ocurre es que, a lo bueno nos acostumbramos enseguida.


Volviendo al “cambio climático”, un buen amigo, Doctor en Ciencias y profesor de Ecología en la UPV, me recordaba el otro día que hace unos años - en plena ebullición del boom del “calentamiento global”- había escrito un ensayo en el que basándose en estudios de climatólogos rusos (quizás los más versados en la materia), en los próximos años experimentaríamos un descenso general de las temperaturas. Era el contrapunto al pensamiento único en boga. Una “provocación” a la tendencia mayoritaria anunciadora de cataclismos.
Algunos le tacharon de “climaescéptico” mientras que otros respaldaron sus tesis amparándose en evidencias científicas.

No diré yo que las amenazas del presunto “calentamiento global” sean una patraña. Pero sí debo admitir que el debate en esta materia ha podido ser sobrealimentado por determinados lobbys que so pretexto de un horizonte catastrófico medioambiental arrimaron el ascua a su sardina, a sus intereses vinculados a determinadas tecnologías energéticas. Una controversia que, después de Fukushima, se ha desvanecido prácticamente.

Suele ocurrir. Grandes debates que nos advierten de peligros inimaginables y que esconden tras de sus argumentos buenoides intereses económicos inconfesables. Hoy, el “cambio climático” ha sido sustituido por el del “gas no convencional” y su extracción mediante la técnica de “fracking”. Mientras que en casa discutimos hoy del “sexo de los ángeles”, en los Estados Unidos, por ir al debate real, han creado cuatro millones de puestos de trabajo, han roto el mercado energético con precios altamente competitivos y han espoleado el PIB interno hacia un crecimiento sostenido.

Ya llegará también aquí el momento del debate de verdad. Sobre todo, cuando la malignidad atribuida de las técnicas extractivas que algunos divulgan se contraste con la decisión de la Comisión Europea de regular –antes de fin de año- la extracción de “gas esquisto”. Veremos entonces qué decimos ante el dilema que se nos presente. Pero, en ese jardín ya nos meteremos otro día.

Salió el sol por fin. Y, durante unos días hemos disfrutado de la primavera en su esplendor. El martes tuve ocasión de salir de la metrópoli, y en la Bizkaia rural me encontré con un paisaje que evocó añoranzas de juventud. Me encontré en un prado. Hierba fresca, verde, olorosa. Flores silvestres. Estampa primorosa. Entonces observé algo que hacía tiempo no apreciaba. Era el “canto” de los grillos. Decenas de grillos se escuchaban solapadamente. No había más sonido que interrumpiera la paz del momento que el constante “cri-cri”.

Siendo chavales, coger grillos estaba entre nuestras aficiones. ¿Quién no ha tenido un grillo en casa?. Capturarlos era todo un ritual. Se agudizaba el oído para reconocer de dónde provenía el sonido. El grillo, que era insecto pero no tonto, dejaba de agitar sus alas al percibir pisadas junto a su guarida. Te quedabas quieto hasta que volvía a “cantar” y cuando volvía el “cri-cri”, inspeccionabas el terreno hasta encontrar el agujero en el que se refugiaba. Entonces, con una fina pajita, hurgabas en la cueva hasta provocar la huida del animal. Muchas veces, el grillo se resistía a salir del escondite. Si la treta de la hierba en el agujero no funcionaba, el ingenio humano se ponía en marcha e ideaba un plan alternativo. En mi caso, provocaba el desalojo por ahogamiento. Una meadita en el hoyo y el insecto no tenía más remedio que emerger a la superficie si no quería perecer.

Una vez fuera, lo capturabas sin problema. Las hembras se desechaban porque no cantaban. Yo prefería a los “carboneros”, unos bichos negros con trazos amarillos en las alas.

Los grillos se encerraban en unas pequeñas jaulas de plástico. En ellas se les daba de comer hojas de lechuga o, si cuadraba, aquellas florecillas amarillas brillantes que recolectábamos en las campas de alrededor. En temporada, había grillos en todas partes. En el bloque de mi casa, casi todos los vecinos teníamos uno. Y alguno hasta dos o tres. El concierto era, muchas veces, interminable y hacía de los bloques de viviendas, un espejismo auditivo campestre. Lo peor eran las noches. Los grillos parecían no saber de sueño, ni de respeto al descanso de los demás.

Hoy, con la mojigatería que nos invade, tener un grillo en casa que cantara de pernocta nos causaría múltiples problemas con el vecindario. Y seguro que en más de un caso, la polémica terminaba en los tribunales. Nos hemos hecho raros y tremendamente egoístas. Quizá por ello me resistí a la tentación de reverdecer sensaciones. Y dejé a los grillos en paz en su hábitat. En aquella campa magnífica que el pasado martes me devolvió las sensaciones de primavera.

En política, también el sol ha asomado prudentemente. Desde que el Lehendakari Urkullu reuniera en Vitoria a los partidos políticos con representación parlamentaria, poco a poco, la situación de bloqueo ha ido cediendo a un nuevo panorama en el que, al menos todos, reclaman la necesidad de buscar acuerdos que hagan frente a la coyuntura de crisis e inestabilidad.

El Lehendakari acertó con aquel llamamiento al que pocos auguraban futuro. Por unas razones u otras, todo el mundo reclama ahora su papel de consenso. Como mínimo, se ha conseguido acotar las materias, las cuestiones de diagnóstico común, sobre las que será preciso arrimar el hombro. Y, a partir de ahí, se han dado pasos para conocer si es posible la coincidencia entre diferentes.

Los socialistas han movido ficha y han establecido con el PNV, un método y un calendario para explorar la posibilidad real de entendimiento en aspectos concretos. El Partido Popular, por su parte, se ha apresurado a reclamar que él también se hace copartícipe en la búsqueda responsable de sintonías.

El PNV por su parte sabe muy bien, desde la mismísima noche electoral, que su representación de mayoría minoritaria, le obliga tejer confianzas y complicidades. Y no está dispuesto a desaprovechar ocasión alguna que se le presente, ni contraparte que se brinde a ello. Socialistas, populares, e Izquierda Abertzale también, están en su agenda. No sólo por pluralidad, ni por juego de alternativas, sino porque, institucionalmente, algunos acuerdos necesitarán del respaldo, como mínimo, de tres formaciones.

La mejor manera de que la confianza allane el terreno hacia el acuerdo es, sin duda alguna, la discreción y el desarme en el discurso público. El ruido distrae y dificulta la capacidad de concentración. Eso, que parecen haberlo entendido una parte de las formaciones políticas intervinientes, no lo ha terminado de captar EH Bildu.

Laura Mintegi, que cada vez que se expresa más pone en evidencia sus carencias, tildó a quienes promueven acercamientos para alcanzar “acuerdos de país” de estar practicando “ejercicios autistas” que más parecen “acuerdos de barrio”.

Oskar Matute, el “internacionalista” que abandonó a Madrazo por su apoyo soberanista a Ibarretxe, fue aún más allá al sugerir que las alianzas están ya cerradas; “sólo falta saber –dijo-el premio que el PNV concederá al PSE”.

La Izquierda Abertzale –Sortu-, cuyos portavoces siguen sin aparecer en temas vinculados a la gestión diaria del país, debería, de una vez para siempre, mostrar su alternativa de opción gubernamental en este país y prestarse , de verdad, a contrastar propuestas. Y, también a arriesgar, comprometiendo acuerdos con los demás. Hacer política en Euskadi hoy es aprovechar los tiempos soleados para intentar, entre todos, que la amenaza de crisis que se cierne sobre nuestras cabezas escampe lo más rápidamente posible.

Lo demás es un cantar de grillos. Un concierto desafinado y estéril de solistas chirriantes que no saben hacer otra cosa que ruido.





2 comentarios:

  1. Grillos!! Qué recuerdos!! Y sí es verdad nos hemos vuelto raros... empezando por mí. Al principio de vivir bajo distinto techo del pater familias no me molestaba nada, todo era tolerable. Conforme te tiran agua desde los balcones por darse la circunstancia de encontrarte en la puerta de un bar (tú no cantabas ... daño colateral), se queja una vecina (sita en diagonal a tu casa, a unos 20 metros) de que la luz del salón de tu casa (tenía que atravesar la cocina y no era precisamente el foco de batman) le molesta por las noches e intenta que te vayas a la cama a la misma hora que ella (y que te levantes, hablando a voz en grito en el patio con la de enfrente), cuando la de abajo si tiendes edredones a secar o sábabas te sube a los tres días a decirte que los quites porque le quitas luz a su cocina, cuando la de tu derecha pone la radio a todo volumen desde las 7:00 A.M hasta las 6:00 P.M, la señora sorda de abajo con la tele a todo volumen de 2:00 a 4:00 y de 8:00 a 11:00 lo juntas con el crio de la izquierda (tirando muebles, jugando al fútbol en casa y metiendo goles en el tabique que separa ambas casas y lo unes a más de dos años de obras en donde el centro de operaciones estaba en la parte superior de tu casa, cuando te dicen que han reparado totalmente una avería y al año vuelves a tener el follón porque te confiensan que solo hicieron una chapucilla y te la vuelven a liar parda (no sin antes insinuar que es muy raro tanta problemática en una cosa... -educadamente evitas remitir a esa persona a las gónadas masculinas y cortas por lo sano cualquier tipo de discusión-.... con todo esto... lo confieso! Me he vuelto de un raro terrible ... aunque lo realmente raro es no haber perdido la cordura.

    Mas o menos se parece a como está la política... una cosa son los hechos y otra lo que cada uno hace y cuenta según le convenga. Poca gente y pocos partidos existirán que cuenten todo tal y como es o ha sido.

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  2. Realmente entendemos que quiere decir consenso, acuerdo, foro, encuentro y un sin fin de sinónimos que manejamos pero en los que no creemos. Volvemos al principio. Unos, entre los que me incluyo, piensan que el interés general es Euskadi y otros están sujetos al interés general España, entre los que no me incluyo, sin moverse del guion que otros marcan. Y lamentándolo mucho volvemos a los unos y los otros. Con la que esta cayendo EREs fraudulentos, sobre sueldos, privatizaciones eta abar...que acuerdo hacemos con los otros, subordinados a toda esta carroña. Euskadi es nuestra única preocupación, porque los otros tienen las preocupaciones mas allá de nuestras fronteras. Bakotzak berea.

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