lunes, 4 de noviembre de 2013

LEÑA AL MONO

Quienes ostentamos un cargo público y tenemos una retribución económica por ello debemos admitir, con total normalidad, que dicha remuneración sea conocida por la opinión pública. Se trata de exigencia de transparencia lógica y que tiene todo el sentido. Lo que no llego a entender son las razones que mueven a determinados medios de comunicación para , con esos datos, que aparecen en presupuestos y boletines oficiales, hacer una especie de exhibición comparativa recurrente. Es, salvando el caso, como disponer de un señuelo para el pim pam pum gracioso y facilón, segun el cual, los políticos están, estamos, para el reproche y el desahogo.



Digo esto porque el pasado fin de semana contemplé con estupor, cómo un selecto grupo de opinadores –de esos que cobran a doblón su comentario tertuliero- ponían a los diputados en el Congreso a caldo perejil por salir a toda velocidad del hemiciclo tras votar las enmiendas a la totalidad de la reforma de pensiones. La verdad es que la imagen no fue edificante pero una cosa son las prisas de sus señorías por no perder los medios de transporte ante un largo fin de semana y otra, muy distinta, la descalificación absoluta de unos comentaristas que sin más responsabilidad que mantener una entretenida polémica se llevan en crudo a sus casas bastante más que las asignaciones económicas que por ley corresponden a los parlamentarios.



Así de denostada está la política. Unos hablan y cobran por poner a parir a quienes se dedican –mayoritariamente- honradamente al servicio público.



Pero esto no solo pasa en la tele. La pasada semana, y recogiendo una información presupuestaria de agencia, el diario de cabecera de “Vocento” titulaba en su edición digital que “El sueldo de Urkullu, el más alto de un presidente autonómico tras el de Mas”. No sé las veces que ha aparecido publicada la retribución económica del lehendakari, quizá es lo que toca. Lo que nunca he visto publicada es la nómina del Director de “El Correo”, de sus directores adjuntos, de sus directores, de sus redactores jefes o jefes de sección. Si se hicieran públicas las nóminas nos llevaríamos más de una sorpresa, al contemplar lo que gana uno y otros. Pero ya se sabe, la responsabilidad de quienes trabajan en la información es muy superior a la que pueda tener un lehendakari que está para eso; para sacudirle cuantas veces haga falta. Leña al mono

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