viernes, 7 de febrero de 2014

ARKAITZ BELLÓN, UNA NUEVA TRAGEDIA HUMANA

El jóven Arkaitz Bellón, condenado a 13 años de cárcel por la quema de cajeros y dos autobuses en acciones de “Kale borroka”, murió el pasado miércoles en la cárcel de Cádiz donde cumplía condena por causas que aún no se han determinado, a la espera del resultado de las autopsias que dos equipos médicos le han realizado.

Su fallecimiento, a escasos tres meses de salir en libertad tras cumplir íntegramente su condena, ha suscitado, como no podía ser de otra manera, una profunda controversia sobre las causas y circunstancias del fatal desenlace.

En primer lugar cabe la condolencia a familiares y allegados por esta dramática muerte. En segundo término, cabe mirar, como lo han hecho unos, a la aplicación de de leyes y políticas de excepción aplicadas a sus conductas delictivas. No resulta entendible que bajo el paraguas de normativas antiterroristas se produzcan penas tan elevadas -13 años de prisión- por conductas que en otros derroteros serían juzgadas como destrozos y estragos en mobiliario público. No es entendible la doble vara de medir, sobre todo cuando en la jurisprudencia aplicada en el Estado español, los homicidios por violencia de género obtienen condenas de doce años de prisión. Y no es de recibo que, por castigo añadido a lo dictaminado por un tribunal, se obligue al cumplimiento de la sentencia a centenares de kilómetros de distancia de su lugar de arraigo.

Todo ello es denunciable y exigible su derogación, en aplicación de una justicia vinculada a los derechos humanos fundamentales. Por eso debemos denunciarlo hoy, como lo hacíamos ayer.

Pero también es denunciable, y no lo he escuchado por boca de nadie, el hecho de que si Arkaitz Bellón continuaba en primer grado penitenciario era porque alguien, con responsabilidad en ETA y su entorno, había decretado aquella cruel cita de que “los presos tienen el derecho de cumplir íntegramente sus condenas”. Nadie ha dicho nada hoy de aquello de que no cabía la reinserción individual para los presos de ETA. Que, o todos o ninguno. O la amnistía o nada, y que quien pidiera acogerse a los beneficios penitenciarios contemplados en la ley quedaba apartado del colectivo, cuando no era tildado o acusado de “traidor” a su causa. Nadie ha dicho nada, ni ha levantado la voz ante quien pidió a Arkaitz Bellón que cumpliera, “a puro huevo”, por compromiso militante con los trece años de condena impuesta.

Decir que Arkaitz Bellón es una víctima directa de la dispersión y de la política penitenciaria aplicada por el Gobierno español, resulta un exceso. Imputar su desgraciado fallecimiento al PP, una irresponsabilidad. Porque si el malogrado joven debería haber estado ya en tercer grado y en libertad provisional y no lo estuvo, también es responsabilidad de quienes le mantuvieron rehén de una estrategia suicida. Estrategia que, confío, con el último pronunciamiento del EPPK, se haya desvanecido para siempre.

El hecho objetivo es que, una vez más, asistimos a una tragedia humana. Dolor y más sufrimiento como consecuencia de las inercias del pasado. Rompan, unos y otros con el pasado y abran la puerta al futuro. Lo celebraremos todos.

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