viernes, 25 de abril de 2014

OCURRENCIAS

Ocurrencia. Así definió el otro día el vicesecretario de organización del PP, Carlos Floriano,  la reivindicación de un nuevo estatus para Euskadi.  Ocurrencia. Y lo afirma quien, cada vez que comparece ante los periodistas, sonroja a propios y extraños con sus soliloquios cantinfleros.
Personajes a un lado, la reclamación vasca de un nuevo estatus, la actualización del autogobierno, el derecho a decidir, o los ecos más próximos o lejanos del Aberri eguna, han desplazado de la primera plana política a Catalunya para situar a Euskadi bajo la lupa de la opinión publicada.
El PNV presentaba la pasada semana su manifiesto de Aberri eguna. Lo hacía, señalando que la celebración del día de la Patria Vasca no era una conmemoración contra nadie. Al contrario, expresaba su respeto para quienes no se sentían representados o concernidos por el concepto nacional de Euskadi, ya que “el sentimiento de pertenencia a una comunidad y a compartir su destino ni se impone ni se veta”.
Por eso, el Aberri eguna no ha sido, ni el pasado ni en el presente, una festividad obligada ni marcada oficialmente en el calendario. A ella pueden sumarse quienes voluntariamente lo deseen, respetando el conjunto de identidades o voluntades confluyentes en la sociedad vasca.
Quienes hicieron lo contrario, quienes a riesgo de tensionar más las diferencias identitarias de los vascos, consagraron por ley la efeméride estatutaria,  no han tenido el mínimo escrúpulo en vilipendiar el derecho que nos asiste a los nacionalistas vascos a reivindicar nuestra patria en tal día como el pasado domingo. ¿Acaso impusimos u obligamos a alguien que no lo quisiera a celebrar el “Aberri eguna”?. ¿Ofendimos a alguien o a algo por manifestar libre y democráticamente nuestra vocación de sentirnos vascos en una patria que, para nosotros es Euskadi?
La portavoz del Partido Socialista de Euskadi, Idoia Mendia, en un ejemplo de falta de respeto político evidente calificó la conmemoración del Aberri eguna como   la celebración de “un santoral religioso nacionalista”. No restaré legitimidad a la expresión crítica que le asiste a Mendia, o cualquier otra persona,  pero cuando el desprecio a las ideas de los demás se sustenta en un mensaje de ridiculización, se supera la fina línea del desacuerdo y se cae en la ofensa.
Idoia Mendia podrá creer y expresar que “el derecho a decidir no existe” que es “un eslogan vacío de contenido”. Están en el ejercicio de su libre expresión.  Lo que no dejaremos pasar por alto es que minusvalore  con desprecio nuestro sentimiento de “Patria Vasca” y su reivindicación política.  Sus palabras nos han herido. Y no solamente a nosotros. También a aquellos militantes socialistas históricos que a lo largo de los años de represión y también de incipiente democracia,  celebraron libremente los “aberri eguna”. Sectarizarlos, despreciarlos, como ha hecho Mendia, merece, cuando menos una matización en toda regla. Por justicia y por memoria.
No si será el subconsciente o un desliz, pero las palabras de la portavoz socialista rezuman eso que he definido como “supremacía ideológica”,  esa soberbia de superioridad de quien sintiendo reconocida su condición “española”  trata a quienes no la comparten como ingenuos trasnochados que viven en la ensoñación identitaria, en una quimera de nostalgia ajena a la realidad. A su realidad.
Mal punto de partida para buscar un lugar de encuentro que posibilite una convivencia  pactada entre vascos. El acuerdo siempre necesitará respeto y no subordinación  o sometimiento de unas ideas a otras.
La crítica siempre puede entenderse. El desprecio hacia las ideas de los demás no.
En el ámbito de la crítica  rescato el resto de palabras de Idoia Mendia. Siguiendo la música y la letra de quienes desde su constitucionalismo español  sólo entienden a la Nación española, la portavoz socialista trató de restar relevancia  a la demanda  nacionalista de reconocer  y articular jurídicamente el llamado derecho a decidir. Su compañero vizcaino, Jose Antonio Pastor, se le unió al canto; “mensajes y cáscaras vacías  que no tienen detrás nada más”.
Para los socialistas, el derecho a decidir no existe. “Lo que existe es una demanda de independencia por un sector que en Euskadi es claramente minoritario de un 30%, según dicen las encuestas”. Independentistas que, según Patxi López, son temerosos de evaluar el coste de la secesión política ya que “si lo hicieran  habría mucha gente que abandonaría ese barco”.
¿Un 30%?. ¿Mucha gente? ¿Encuestas?. Es como si se hablara de oído. En genérico. Si así fuera, ¿acaso no asistiría a ese porcentaje de la ciudadanía el derecho a expresar libremente qué quiere ser, con quién vivir y de qué manera? ¿Dónde queda el valor democrático de la voluntad popular?. ¿Enjaulado en una legalidad inmutable de una ley que apenas fue sufragada por uno de cada tres vascos?.
Al inicio de un camino parlamentario, de una ponencia, cuyos primeros trabajos apenas han comenzado,  resulta poco edificante  que algunos pretendan, desde los tacos de salida, condicionar el debate  con la formulación de estrategias tendentes a inocular el miedo a la independencia.  Patxi López ha sido el primero en decir que la separación nos sacaría de Europa  y que impediría que en Euskadi pudiéramos mantener por impago los servicios públicos, las prestaciones sociales y las pensiones. Lo cierto es que no es preciso que Patxi López invoque a la independencia para conocer  las graves consecuencias económicas que una mala práxis política puede ocasionar.  Sus tres años y medio de gobierno son suficiente  experiencia del lastre de solvencia que las instituciones de este país  deberán superar para sanear su hacienda endeudada hasta las cejas.
Construir la casa por el tejado, reducir a la mínima expresión un trabajo de aproximación de posiciones, puede ser la estrategia de quien no quiere llegar a ningún acuerdo. La exigencia de definición  al PNV que socialistas, EH Bildu y hasta determinado grupo mediático  están acentuando en las últimas semanas, puede obedecer a ese interés por quitar del medio cuanto antes  y con ruptura la necesaria actualización del autogobierno vasco.  Bloquear nuevamente el camino hacia ese nuevo estatus político sería tanto como  enconar posiciones y tensionar el desencuentro y, para eso, el conflicto catalán es una experiencia en la que nadie quiere mirarse.
El PNV está convencido de que en Euskadi hay una oportunidad real de acuerdo que hay que trabajar. La cuestión  no estriba en que cada cual  confíe en obtener  del proceso su desideratum máximo. Si así fuera, el debate sobre el futuro político de este país estaría finiquitado en dos semanas. Finiquitado y enquistado.  La clave está en conocer  si sería posible pactar  un paso adelante que fuera respaldado por una mayoría social y política amplia, a ser posible con más respaldo que el Estatuto de autonomía de Gernika.  Y eso exige  atinar en el procedimiento, los objetivos y el encaje legal del nuevo modelo jurídico-político buscado.  Sin renunciar a hablar y poner encima de la mesa cualquier opción. Para eso está el Parlamento, y la ponencia recién constituida. El Gobierno vasco  intervendrá, no cuando Rodolfo Ares quiera, sino si la propia Cámara se lo solicita, como fin del trayecto parlamentario.
 Y eso no es ninguna ocurrencia.
Por cierto, no sé yo qué pinta el Fiscal Jefe hablando de las posibles consecuencias que pudiera tener el nuevo estatus vasco en el marco de la legalidad española y europea. Tanto perfil mediático, no conocido hasta ahora en el ámbito de la Fiscalía,  distorsiona la labor institucional que Calparsoro tiene encomendada. Tanta “ocurrencia” verbalizada ante los medios de comunicación desnaturaliza su  obligada imparcialidad.
Tampoco entiendo la apelación a la legalidad  hecha por García Margallo  de viaje oficial por Uzbekistán. Me quedo con la anécdota. Me gusta que  el Gobierno español hable de Euskadi a través del Ministros de Asuntos Exteriores.  Un detalle. Otra ocurrencia.  

1 comentario:

  1. Les damos lo que quieren, un slogan electoral. A partir de ahora lejos de hablar de economía, paro, desahucios, corrupción, eléctricas, pensiones, umbral de pobreza........hablaremos de la grande y una. Somos la infinita cortina de humo que sustenta el bagaje del gobierno. Venimos de cine, somos la cataplasma de sus dolores. Pero hay una fecha de caducidad que la pone la sociedad.
    Respecto a Idoia Mendia, no entenderé de donde viene ese discurso patrio. Desde luego no de su educación en la Ikastola Lauro donde llegamos a presenciar hasta alguna detención de alumno. Idoia en aquel empeño de nuestros Aitas para preservar nuestro idioma, ámbito cultural y la existencia de un pueblo como el nuestro, nunca hubo ni una sola incitación al odio pero si una reivindicación de lo sufrido por este pueblo.

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