viernes, 23 de mayo de 2014

DOS COSAS A LA VEZ, VOTAR Y KOKOTXAS

Hay quien dice que se trata de una leyenda urbana. De un mito inventado para el descrédito del género masculino. Y, al parecer, no es así.  Parece estar demostrado científicamente que los hombres somos incapaces de hacer dos cosas a la vez  mientras que las mujeres sí.

Alguno pensará que se trata de una bobada tendente a ridiculizar al  ámbito masculino. Una invención feminista. Seguro que Arias Cañete lo piensa. Porque mientras piensa es incapaz de medir las tonterías que dice.

Pero todo tiene su explicación. Los hemisferios del cerebro humano están conectados entre sí por un haz de fibras nerviosas que se denomina “cuerpo calloso”. Esta banda de fibras permite que las dos partes cerebrales se conecten entre sí intercambiando información. Como dos ordenadores distintos interconectados por cables.

Según un estudio realizado neurólogos de la Universidad de California,  el cerebro de una mujer  tiene un cuerpo calloso más grueso que el del hombre, lo que le permite tener un 30% más de conexiones entre los hemisferios de su masa  encefálica. Las investigaciones también demuestran  que el estrógeno, la hormona femenina, impulsa a sus células a establecer más conexiones entre las dos partes del cerebro y cuanto más enlaces se prodiguen se produce mayor fluidez en determinadas habilidades, tales como el habla. Así que la mujer tiene, por ese motivo, mayor percepción sensorial, que , combinada al hecho de que cuenta con mayor número de conexiones  de fibras que facilitan la transmisión de información entre hemisferios, hace que pueda emitir juicios precisos sobre personas o situaciones a nivel intuitivo.

Todos los resultados de investigaciones recientes coinciden; el cerebro del hombre está especializado y configurado para concentrarse en una tarea específica. Esa concentración explicaría, de alguna manera, el no poder hacer dos cosas a la vez.  ¿Por qué, cuando vemos la televisión bajamos el volumen al recibir una llamada telefónica?. Porque abandonamos lo que estamos viendo para atender en exclusiva lo que se nos dice al otro lado del auricular.  ¿Por qué, cuando leemos un periódico no escuchamos lo que se nos pregunta?. Porque estamos concentrados en el papel impreso y, lo que ocurre a nuestro alrededor resulta ruidoso. Nada más. La respuesta se encuentra en el hecho de que el cerebro masculino está configurado para hacer una sola cosa ya que tenemos muchos menos fibras entre hemisferios y porque nuestro encéfalo está dividido en más secciones. Así, los científicos estiman que si se hace un escáner cerebral del hombre cuando lee se comprobará que éste se encuentra virtualmente sordo.

Ahora me explico por qué cada vez que mi madre se dirigía a mi hermano “el lector”,  no hallaba  respuesta inmediata. Necesitaba dos o tres  interpelaciones –la última a gritos- para obtener contestación. Y esta siempre era la misma; “eh?”, “qué?”.  Aitor debía tener muy poco “cuerpo calloso”, o si lo  tenía, lo dedicaba al ciento por ciento  al ensimismamiento. Lo que no me explico, es cómo, además de leer, hacía al mismo tiempo otra cosa; hurgarse en los dedos de los pies.

Pero no sólo la lectura condiciona el grado de concentración en el género masculino. Basta hacer un simple ejercicio. Pregunten algo, lo más sencillo de responder, a un muchacho mientras se rasca la entrepierna. ¿Cual será la respuesta?. Palmariamente, una gilipollez  que poco o nada tendrá que ver con la cuestión requerida. Y es que el cerebro bastante tiene con ocuparse del picor testicular y su alivio.
Manuel Vázquez Montalbán decía que los presidentes norteamericanos  eran incapaces de hacer dos cosas a la vez, por ejemplo bajar las escalerillas del avión y mascar chicle al mismo tiempo. Obama ha roto la maldición al demostrar en directo cómo es capaz de  responder las preguntas de un periodista y cazar en pleno vuelo una mosca. Inaudito.

La clave está en el entrenamiento mental, o en sacar partido a todas las habilidades que nuestra “masa gris” posee. Los jesuitas, por poner un ejemplo, son protagonistas de ese principio de superación. 
En las comunidades católicas, la oración es una parte fundamental de sus obligaciones religiosas.  Así, en determinados ámbitos, estaba mal visto que los curas o los monjes fumaran durante su quehacer espiritual. Por ello, cuentan que  llevaron hasta la Curia el debate de fumar sí o no. Como entre los cardenales no hubo posición unánime trasladaron la cuestión al Papa. Fue un franciscano, humilde y recto como su San Francisco quien preguntó al pontífice; “Santidad. ¿Mientras se reza,  se puede fumar?”. El Papa dudó un instante  y respondió; “No creo que sea adecuado  distraer  la atención de la oración con hábitos terrenales como el fumar. Mi respuesta, debe ser  no”.

Todo el mundo sabe  que las opiniones del Papa resultan “infalibles”, pero hete aquí que una parte de la colectividad religiosa, no satisfecha con la respuesta, decidió aclarar y profundizar en la sentencia. Y en este caso fue un jesuita el encargado de, en vista privada,  volver a pedir el dictamen del Santo Padre. “Santidad –dijo el jesuita-. Ya conocemos su opinión negativa respecto a la posibilidad de fumar mientras se ora”. “Pero –insistió – Y, cuando se está fumando, ¿se puede rezar?”. El Papa miró al jesuita con una enorme sonrisa. “Claro que sí, hijo. Cualquier momento es bueno para hablar con Dios Padre”.  

Ya lo dijera Pablo VI que “entre las exigencias del hombre y el mensaje cristiano allí han estado y están los jesuitas". Y, de entre ellos, quienes quieren fuman, y quienes no, no lo hacen.

Excepciones a un lado, hacer dos cosas al mismo tiempo resulta dificilísimo para muchos hombres. Y  hoy, sábado, día de reflexión, muchísimo más. Si lo que toca es estar concentrados para dilucidar  si se votará o no mañana y a quién,  buena parte del país estará parado. Bueno, todo seguirá en marcha porque las mujeres se encargarán de que la vida funcione con normalidad.  La “callosidad cerebral” les da para eso y para mucho más.  Nosotros, por el contrario, a reflexionar.

Yo ya he hecho una parte del ejercicio mental. Primero me he cuestionado, ¿iré a votar?.
No tengo ni comunión, ni boda ni otro tipo de  evento social  que lo entorpezca. Si lo tuviera, me daría lo mismo. El día da mucho de sí, aunque haga las cosas de una en una. ¿Me supone mucha incomodidad ir a votar?. No. Cinco minutos de paseo hasta el colegio. Dos pisos subidos en escalera y el trámite de identificación. Mientras no sea a la hora del vermú. Eso es sagrado. Además, no soy jesuita para votar y tomarme un vermú al mismo tiempo.

Mi reflexión se detiene por un momento. Stop. Debo hacer otra cosa. Preocuparme por el menú que comeré el día. Haré algo especial. Kokotxas de merluza con gulas. Tradición e innovación en un mismo plato.

Las kokotxas de merluza son, por lo general, un producto de importación (principalmente Argentina). La normativa agroalimentaria de la Unión Europea, establece los requisitos medioambientales y de salud, necesarios para que un producto pueda entrar y comercializarse en nuestro entorno. En el caso del pescado, la UE, implantó una normativa que excluía  del certificado de importación a las kokotxas, por provenir de  la cabeza del animal, una pieza  que no se contemplaba para el consumo humano. Es decir, que vía reglamento comunitario, las autoridades europeas dejaban a nuestra gastronomía  sin el preciado manjar gelatinoso.

La eurodiputada Izaskun Bilbao Barandica removió Roma con Santiago. Presentó y defendió  la especificidad vasca, también desde los fogones, y  fruto de sus gestiones ante la Comisaria europea de Pesca, la griega, María Damanaki, las kokotxas se incluyeron  definitivamente en el certificado de importación europeo. Izaskun ganó el “pil-pil” para todos y su mediación consiguió que Europa, metida  hasta la cocina de nuestras casas, entendiera y respetara la tradición culinaria de los vascos.  
Gracias a ella, hoy tengo kokotxas en la nevera, que ensamblaré, en una buena salsa con las gulas, ese producto  innovador,  de magnífico valor añadido, pensado y creado tecnológicamente  por la inteligencia de empresas del país.

Establecida la comida, vuelvo a la reflexión. El hemisferio izquierdo del cerebro vuelve a encenderse. ¿A quien votar?. No tardo en responder. ¡A las kokotxas!. No hay duda. A quien ha sido capaz de entender que mis derechos  empiezan en la cocina de mi casa y terminan en Estrasburgo. Y a quien los ha defendido sin desmayo y convicción haciendo comprender que la diversidad es la mejor garantía de la unión.
Buena votación. On egin!.

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