viernes, 16 de mayo de 2014

LA “GRAN COALICIÓN”, ¿UNA OCURRENCIA “FOLCLORICO-PASTORIL”?

Conocí a un Virgilio. Era el taxista del pueblo. Tenía un 1500 de aquellos imponentes. Con cambio en el volante y carrocería recia, casi blindada.
Un hombre discreto. Fino y cultivado. Tras una experiencia emigrante en Suiza volvió a su casa. En aquella “Castilla la Vieja” primaria y serrana.
Compró el coche. Uno de los pocos de la localidad. Y todos le llamaron  “el taxista”, pues él se encargaba, a precio módico, de  llevar de un sitio a otro a los paisanos del lugar.  La movilidad entonces era escasa. Apenas la visita obligada a los médicos, al hospital, o a la capital para hacer papeles oficiales.  Hoy, Virgilio, sería tenido como servidor público. Su oficio estaba al servicio de su comunidad. Era el taxista de todo el pueblo. También de Ovidio. Un pastor que, alforja al hombro, custodiaba el rebaño  al borde de la dehesa. Que combatía al lobo con sus propias manos  y que más que en su propia casa vivía en la tenada, ese cobertizo rústico donde guarecía el ganado.
Zeus y el rapto de Europa

Ovidio, hijo de Anastasio, pastor de ovejas. También conocí a un Arcadio, y a una Fausta. A Nicomedes, Práxedes, Venancio –el cabrero-, Críspula,  Regina, Saturnino, Teodosio, Olegaria...nombres propios de otra época. Sustantivos personales de un mundo que se acaba.

No eran ni el “Virgilio”  de la “Eneida”, ni el “Ovidio”  de la “metamorfosis”.  Ni su experiencia vital tuvo que ver con el género literario “bucólico-pastoril”. Fue más amarga y complicada  que la descrita en las églogas grecolatinas.

“Bucólico y pastoril”. Así se definía en las clases de literatura aquel estilo épico. A esas lecciones tampoco asistió Iturgaiz. Estaría demasiado ocupado en otros menesteres. Digo esto porque en esta mediocre campaña electoral que asistimos, el candidato popular ha tratado de menospreciar las propuestas del nacionalismo vasco señalando que la Euskadi que pretendemos en Europa representa clichés “folclórico-pastoriles”. Ni tan siquiera acierta en el término. Qué le vamos a hacer. Candidatos que no pasarían  la media del Informe Pisa dando lecciones a los demás.

Discursos vacíos. Sonsonetes repletos de reproches. La herencia podrida. Y tú más. Estériles debates “cara a cara” en la búsqueda desesperada de sostener un bipartidismo al que la crisis amenaza seriamente.

En esa pelea no es Zeus o Júpiter quien rapta a Europa. Son las grandes formaciones del Estado quienes la han hecho desaparecer de escena, haciéndonos olvidar que, al día de hoy, más del 80% de las disposiciones que se aprueban en Bruselas tienen una incidencia directa en nuestras vidas.  En las de todos.  También en las de los hijos y nietos de Ovidio, Nicomedes,  Apolonio o Crescencia.

En medio de tanto ruido, de tanta disputa mediocre,  ha emergido, a contracorriente, un rumor que augura fundamento.

Felipe González ha puesto voz, letra y música, al guión que, previsiblemente, veremos en poco tiempo. Una gran coalición entre el PP y el PSOE para atender, según el ex presidente, a los graves problemas que acucian  a España.

Felipe González no es un “don nadie” en el socialismo español. Es una de sus voces más autorizadas,  y que más atiende Alfredo Pérez Rubalcaba.
La  apuesta de alianza con el PP ha descolocado a quienes recorren estos días la geografía española para decir que PSOE y PP “no son lo mismo”. Incluido a Patxi López, de gira por el Estado.

Para quienes tienen un poco de memoria,  recordamos que Felipe  nunca da puntada sin hilo. Y que, siendo presidente español aprovechaba cualquier viaje al extranjero, para, a miles de kilómetros de la Moncloa,  anunciar las medidas relevantes de política interior.

Ese gran acuerdo PP-PSOE se ve venir y todos, en Euskadi, adivinamos las consecuencias que para nosotros puede tener. No es difícil predecir a dónde nos quieren llevar.

No es ya ni  cuestión de memoria, porque al día de hoy pagamos las consecuencias de la gran coalición que socialistas y populares suscribieron en Euskadi. Tres años y medio  de bloqueo. De inacción. De endeudamiento desorbitado. De parálisis. De tiempo perdido.

Sabemos bien lo que supone que el PP y el PSOE se unan. Lo hemos notado en carne propia. No será la primera vez. Ni tampoco la última.

Recordamos  el verano de 2011. Anteayer como quien dice.
Quienes  nos hablan de la Constitución como si fuera la Biblia, quienes  anteponen como barricada  la letra de la “Ley máxima” al derecho democrático de decisión de los pueblos, quienes han bloqueado el paso de Euskadi, de Catalunya en su voluntad de autogobierno, se pusieron de acuerdo en un abrir y cerrar de ojos. En quince días. Quince días fueron suficientes para que coaligaran sus votos y cambiaran la Constitución inmutable.  Sin referéndum. Por procedimiento abreviado. Por gran coalición. Lo mismo que ahora propone Felipe González.

¿Por qué lo hicieron?.  Porque la economía española, también por responsabilidad compartida, estaba al borde la quiebra, del colapso. Y desde Europa no se fiaban de los planes de saneamiento que unos y otros prometían. Porque jamás cumplieron con los compromisos contraídos con la Unión. Y Europa les dio un ultimátum. O se rubricaba un compromiso insoslayable de contención del déficit, o concurso de acreedores y rescate.

Sin crédito, sin recursos, sin que ningún país de la Unión Europea se fiara de España, Zapatero y Rajoy pactaron. En quince días.

La situación interior todo el mundo la conoce. La tasa de paro, la falta de un tejido productivo que alimente la economía, el descrédito político e institucional, la insolvencia de muchas administraciones  que promueve un cambio en la estructura del Estado, el fortalecimiento de las reivindicaciones nacionales, Catalunya, Euskadi... llevan a España a una larga travesía por el desierto . No lo digo yo. Lo dice un informe de Price Waterhouse Cooppers (PWC) presentado por esta firma de consultoría y auditoría al ministro de Economía. “La economía española no recuperará ni la tasa de paro ni el fuerte ritmo de crecimiento registrado antes de la actual crisis hasta el año 2033”.

Para entonces, todos calvos.
Este desolador panorama cuenta, además, con un hándicap añadido; que España pinta en Europa lo que “Maximino en Haro”. Es decir, cero zapatero. Ni en la política económica común,  ni en las sectoriales. Baste ver la imagen del candidato popular a la presidencia de la Unión, Jean Claude Juncker estrangulando al ministro  De Guindos para percibir el “respeto” y la consideración que en Europa se tiene a España. Nunca una foto fue tan expresiva.  España no pinta nada en Europa. Nadie la toma en serio. Su descrédito es total. Por la falta de rigor  en la gestión. Por distorsionar la información. Por negar la evidencia de su decadencia.

Y, ante ese papel, Felipe González –dicen que tras audiencia en Zarzuela-  ha decidido izar la bandera de la gran coalición. Algunos pensamos que es por pura supervivencia del bipartidismo. Pero el descrédito español en Europa, Catalunya, Euskadi, también están detrás de esa propuesta.

El 26 de mayo veremos si el rumor avanza.  Si cuajase, ¿estaríamos ante una amenaza o ante una oportunidad?. Hasta ahora, la alianza PSOE-PP solo nos ha reportado confrontación y disputa. ¿Será esta la ocasión en la que los partidos españoles se pongan de acuerdo  para afrontar con seriedad y rigor los problemas que siguen  vivos encima de su mesa?. ¿Serán capaces de asumir una refundación del Estado en lo político, social e institucional  desde el respeto a la diferencia?. ¿Asumirán, de una vez, homologar su proyecto al modelo europeo?

Yo no lo sé. Pero a Iturgaiz seguro que le parece una ocurrencia “folclórico-pastoril”.

1 comentario:

  1. no es un secreto, es una realidad cuando las cosas de les complica gran coalición...como siempre. Pero me quedo con el ultimo nombre Carlos Iturgaiz...me recuerda mucho a Eurovisión. Gora el CHIQUILICUATRE de la política española. Por favor que no diga que va ha defender los intereses del País Vasco. Se van a partir la caja.

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