viernes, 12 de septiembre de 2014

UN MITO HECHO PIEDRA O EL DESTINO DE ESCOCIA

En el año 1292, el rey inglés Eduardo I,  tras la victoria militar que le permitió anexionarse Escocia, requisó como botín de guerra  un elemento simbólico  que, hasta entonces, había servido de punto de coronación de las respectivas dinastías soberanas de Alba –Escocia en lengua gaélica- . Era la denominada “piedra del destino”,  “piedra de Scone” o “almohada de Jacob”.

Eduardo I, como signo de dominación de su corona sobre Escocia, hizo construir entonces un trono bajo el cual colocó la roca,  a modo de símil de subyugación, situándolo en la abadía de Westminster donde ha permanecido  durante más de setecientos años.

Las evidencias concretas sobre el origen de la piedra no abundan. Predominan la leyenda y el mito, sobre  la verdadera historia. Esto es razonable, máxime considerando que  podría remontarse a los tiempos bíblicos. Más precisamente a la época de Jacob. Este patriarca, también llamado Israel, hijo de Isaac y nieto de Abraham patriarca común a las tres grandes religiones monoteístas del mundo: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Jacob vivió aproximadamente hacia el año 1700 antes de Cristo en Palestina. Según La Biblia, tuvo un sueño profético durante el cual Yahvé  le hacía entrega de la tierra donde se encuentra y promete una descendencia numerosa “como el polvo de la tierra”. Jacob había tomado una piedra del lugar y la había usado como almohada durante este sueño. Cuando despertó, y bajo el influjo de la revelación de que había sido objeto por el propio Yahvé, la bendijo, la ungió con aceite y la colocó en un pedestal. La piedra fue conservada por el pueblo judío como un objeto de culto y veneración.
Hasta aquí el relato bíblico. Lo siguiente, es tradición o leyenda que no ha sido comprobada. No obstante, la fuerza de las leyendas suele ser muy grande y a veces sobrevive a las contingencias del tiempo sin ser corroboradas con rigidez académica. No por eso son más débiles que la historia misma, ni dejan de ser creídas por multitudes de personas o de naciones enteras.

La piedra fue supuestamente llevada de aquí para allá durante unos 3000 años, hasta que fue sacada por Eduardo I de Escocia.

De acuerdo con esta tradición, la piedra estuvo como pedestal del un arco en el Templo de Jerusalén hasta la invasión de Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el 602 AC. Se dice que el profeta Jeremías junto con dos hijas del rey David escapó con la piedra a Egipto. De allí fue llevada a España y luego a Albión (las Islas Británicas).

Otra leyenda, más aceptada por los irlandeses, dice que la piedra fue llevada a Egipto por  el mismo Jacob donde permaneció hasta los tiempos de Moisés (1450 AC). Para ser confiada por Moisés y Aarón  a Gathelus, un rey griego hijo de Cecrops, el constructor de Atenas, quien se había casado con Scotta, la hija del faraón.

Moisés que  habría dicho que “la victoria seguiría a la piedra, a donde ella fuera”pidió a Gathelus que se la llevara de Egipto, en anticipación a las plagas que estaban por caer sobre los faraones y supuestamente por el riesgo que implicaba el próximo Éxodo al que llevaría al Pueblo de Dios.

La piedra habría salido por barco, de un puerto en la desembocadura del Nilo, al cuidado de Gathelus, haciendo escalas en Creta en el Mediterráneo y en Samotracia en el Egeo. De allí habría seguido su camino en barco hacia el norte, desembocando finalmente en el Báltico. De acuerdo con alguna evidencia geológica, para esa época pudo haber sido posible la navegación desde el Mar Negro hasta el Báltico, camino que habría seguido el barco con la piedra y de allí hasta las islas británicas. Ese camino es posible hoy solamente en embarcaciones de pequeño calado y con la ayuda de canales y esclusas.

Sea como fuere, el caso es que arribada a Irlanda, fue colocada sobre el monte sagrado de Tara y llamada Liath Fail (“La piedra que habla” en gaélico).

Varios hechos dan credibilidad a esta historia del viaje por mandato hebreo. Uno de ellos es la historia irlandesa de Tuatha de Danann. Cuando se traduce esta expresión céltica, aparentemente quiere decir “gente de Dan”. Dan era una de las doce tribus de Israel.

En Irlanda la piedra era considerada como el Palladium (salvaguarda)  de la raza y fue reverenciada por generaciones por los celtas irlandeses.

Esta raza tan particular que vivió en la Isla de Irlanda desde aproximadamente 500 años antes de Cristo, en plena edad de bronce, provenía del centro de Europa y hablaban una lengua indoeuropea. Habían sido los descubridores del hierro y temibles guerreros.

En su desplazamiento hacia el Oeste invadieron la actual Francia y varias tribus formaron a los galos. El nombre griego de esta raza era Keltoi, que significa bárbaro. Celta es una permutación de la pronunciación de la K griega en la C de celta. No hay evidencia de que se llamaran a sí mismos de esa manera.

Siguió la invasión hacia España y finalmente a Inglaterra e Irlanda. No poseían un lenguaje escrito, por lo que hay pocas referencias históricas de ellos, y en general, las que tenemos fueron hechas por sus enemigos o rescatadas por la arqueología. Roma misma fue sitiada y saqueada por los celtas que vivían en el valle del Pó en el 390 AC y por ellos conocemos algo de su historia. Claro que los romanos los consideraban solamente una de las tantas tribus bárbaras que amenazaban a su naciente imperio.

Volviendo a la piedra, ya para el año 400 DC era utilizada en las ceremonias de coronación del reino de Dal Riata o Dalriada. Este era uno de los cinco reinos en que se  dividía la Irlanda céltica y estaba  ubicado aproximadamente donde ahora se encuentra el condado de Antrim en el norte de la isla..

Los monarcas debían sentarse sobre la piedra para ser coronados y según la tradición, cuando el rey elegido era el correcto, la piedra “cantaba”. También se decía que tenía poderes rejuvenecedores para el soberano que se sentaba sobre ella, permitiéndole reinar por más tiempo.

El mismo San Patricio, patrono y evangelizador de Irlanda y los celtas hacia el año 400, la bendijo para su uso en las coronaciones y se dice que proclamó que “donde estuviera la piedra, la raza de Erc reinará”. De allí tomó el nombre de la Piedra del Destino. Erc fue el primer rey de Dal Riata.

En el año 805 de nuestra era,  el trigésimo sexto rey dalriada, Kenneth I, trasladó la capital de su imperio en expansión desde Irlanda a la actual Escocia. Esa tierra era dominada por los pictos, caracterizados por los tatuajes que cubrían sus cuerpos (y que dan nombre a la raza) y por la poco común práctica de la poliandria. También había sido invadida por los bretones y los sajones entre otras tribus. Kenneth I logró someterlos a todos después de años de batallas y finalmente los celtas irlandeses establecieron su capital en Scone.

Fueron los romanos quienes dieron el nombre de Scotii a los celtas habitantes de esas regiones, nombre del cual derivó la denominación Scotia, luego Scotland, tierra de los scotii.

Las invasiones nórdicas en el 800 (DC) separaron a estos habitantes de los irlandeses y llamaron al nuevo país Dalriada Escocesa. Con la anexión de las Tierras Altas se convirtió en Alba y luego en Escocia.

Sí se sabe fehacientemente que la piedra  fue reubicada varias veces después de este viaje a Scone, y que visitó la remota Isla de Iona, entre Irlanda y Escocia, luego fue a Dunnad, a Dunstaffnage y finalmente regresó a Scone, para la coronación de los monarcas dalriadas y de allí tomó su nombre moderno de “Piedra de Scone”

La tradición de coronar a los reyes de Escocia fue cumplida a rajatabla, con las excepciones de los reyes y reinas infantes que no eran coronados sobre la piedra.
Aún bajo la posesión inglesa, la tradición siguió su curso, ya que los reyes y reinas ingleses tuvieron la misma línea de sangre que los escoceses.

Sobran las evidencias para asegurar que este objeto tiene una gran importancia, no sólo para los escoceses, sino también para los irlandeses, los ingleses y los israelitas. Se dice que algún día la piedra volverá a Israel ante una gran movilización social y que, cuando esto ocurra, será reconstruido el Templo de Jerusalén.

Ahora bien, ¿es realmente esta piedra devuelta  en 1996 al Palacio de Edimburgo la verdadera?

Durante su larga travesía de 3000 años, pudo haber sido cambiada por réplicas miles de veces.

Una leyenda asegura que la piedra jamás dejó Irlanda. Otra que la piedra verdadera era de mármol blanco, con finas figuras grabadas en relieve, que para nada se asemejaba a la rústica piedra caliza con una cruz latina que conocemos hoy.

Se dice también que la piedra tomada por Eduardo I era una réplica que los mismos escoceses se encargaron de colocar bajo el trono haciendo creer a los ingleses que se llevaban la verdadera. Durante años se exhibió una réplica en el Palacio de Scone y muchos aseguraban que ésa era la verdadera, a la vista de todo el mundo. Otros aseguran que la verdadera piedra fue escondida para siempre por los escoceses antes de que Eduardo I pudiera tomarla.

Los nacionalistas escoceses gustan relatar que la piedra que estaba bajo el trono de Isabel II  no era sino “una piedra cualquiera que sostenía la tapa de una letrina del patio del Palacio de Scone”. Y de esa manera lograron que los soberanos de la Gran Bretaña se sentaran ceremoniosamente para su coronación “sobre un accesorio sanitario del medievo”.

Para hacer las cosas más confusas, se deben haber hecho cientos de copias de la verdadera piedra a través de los siglos.

Otra historia cuenta que unos monjes escondieron en una cueva la verdadera piedra cuando se vieron amenazados por Eduardo I.  Debido a grandes lluvias y un deslizamiento de tierra, la entrada de la cueva fue descubierta accidentalmente en el siglo XVIII por unos pastores, que se demoraron en denunciar el descubrimiento. Cuando regresaron a buscar el sitio, otros deslizamientos la habían tapado y no fue posible encontrarla.
La composición geológica de la piedra corresponde a la piedra caliza comúnmente hallada en las inmediaciones de Scone, por lo que todas estas historias sobre reemplazos por réplicas, pueden tener algo de realidad.

El día de Navidad de 1950, cuatro estudiantes escoceses, robaron la piedra situada bajo el trono de coronación en la Abadía de Westminster. La cargaron en un coche y huyeron..La policía buscó por semanas sin éxito el pedrusco y hasta se llamó a un clarividente holandés para tratar de encontrarla. La salud deteriorada de  Eduardo y el temor de no tener la piedra para la coronación de su hija Isabel hicieron temer a los ingleses que la  dinastía acabaría si  Elizabeth II era coronada sobre la piedra sagrada.

Después de arduas negociaciones, cuatro meses más tarde, la piedra fue recobrada en la Abadía de Arbroath, donde había sido colocada por los “secuestradores”.

Los rumores indicaban que los estudiantes habían tenido tiempo más que suficiente para hacer una réplica para devolver a Westminster, mientras la original se dirigía a un lugar secreto de Escocia. Es más, cuando fue robada, la piedra estaba partida en dos, a consecuencia de una bomba puesta antes de la Primera Guerra Mundial  por sufragistas  británicas en la Abadía de Westminster. Los ladrones habrían vuelto a colocar las dos partes juntas, no sin antes colocar dentro de dos tubos de bronce con el siguiente mensaje:
“Marzo de 1951. Piedra de Stone. Esta Piedra pertenece a Escocia. Fue robada por Eduardo I en 1296. La Iglesia de Inglaterra debería sentirse avergonzada y admitir que  permitió que esta propiedad robada permaneciera en Westminster desde entonces. Debe ser devuelta a Escocia para la reapertura del Parlamento Escocés que nunca fue cerrado sino que las sesiones fueron levantadas en 1707”.

Falsa o verdadera, almohada de Jacob y simplemente un artefacto sanitario del siglo X,  lo cierto es que esta piedra es reverenciada por varias naciones y constituye un símbolo de poder de reyes y reinas que ha perdurado por lo menos mil doscientos años y que seguirá sirviendo para veneración, leyenda y símbolo de unos u otros.


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