En el año 1292, el rey inglés Eduardo I, tras la victoria militar que le permitió
anexionarse Escocia, requisó como botín de guerra un elemento simbólico que, hasta entonces, había servido de punto
de coronación de las respectivas dinastías soberanas de Alba –Escocia en lengua
gaélica- . Era la denominada “piedra del destino”, “piedra de Scone” o “almohada de Jacob”.
Eduardo I, como signo de dominación de su corona sobre
Escocia, hizo construir entonces un trono bajo el cual colocó la roca, a modo de símil de subyugación, situándolo en
la abadía de Westminster
donde ha permanecido durante más de
setecientos años.
Las evidencias concretas sobre el origen de la piedra no
abundan. Predominan la leyenda y el mito, sobre
la verdadera historia. Esto es razonable, máxime considerando que podría remontarse a los tiempos bíblicos. Más
precisamente a la época de Jacob. Este patriarca, también llamado Israel, hijo
de Isaac y nieto de Abraham patriarca común a las tres grandes religiones
monoteístas del mundo: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.
Jacob vivió aproximadamente hacia el año 1700 antes de
Cristo en Palestina. Según La Biblia, tuvo un sueño profético durante el cual
Yahvé le hacía entrega de la tierra
donde se encuentra y promete una descendencia numerosa “como el polvo de la
tierra”. Jacob había tomado una piedra del lugar y la había usado como almohada
durante este sueño. Cuando despertó, y bajo el influjo de la revelación de que
había sido objeto por el propio Yahvé, la bendijo, la ungió con aceite y la
colocó en un pedestal. La piedra fue conservada por el pueblo judío como un
objeto de culto y veneración.
Hasta aquí el relato bíblico. Lo siguiente, es tradición o
leyenda que no ha sido comprobada. No obstante, la fuerza de las leyendas suele
ser muy grande y a veces sobrevive a las contingencias del tiempo sin ser
corroboradas con rigidez académica. No por eso son más débiles que la historia
misma, ni dejan de ser creídas por multitudes de personas o de naciones
enteras.
La piedra fue supuestamente llevada de aquí para allá
durante unos 3000 años, hasta que fue sacada por Eduardo I de Escocia.
De acuerdo con esta tradición, la piedra estuvo como
pedestal del un arco en el Templo de Jerusalén hasta la invasión de
Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el 602 AC . Se dice que el profeta Jeremías junto
con dos hijas del rey David escapó con la piedra a Egipto. De allí fue llevada
a España y luego a Albión (las Islas Británicas).
Otra leyenda, más aceptada por los irlandeses, dice que la
piedra fue llevada a Egipto por el mismo
Jacob donde permaneció hasta los tiempos de Moisés (1450 AC ). Para ser confiada
por Moisés y Aarón a Gathelus, un rey
griego hijo de Cecrops, el constructor de Atenas, quien se había casado con
Scotta, la hija del faraón.
Moisés que habría
dicho que “la victoria seguiría a la piedra, a donde ella fuera”pidió a
Gathelus que se la llevara de Egipto, en anticipación a las plagas que estaban
por caer sobre los faraones y supuestamente por el riesgo que implicaba el
próximo Éxodo al que llevaría al Pueblo de Dios.
La piedra habría salido por barco, de un puerto en la
desembocadura del Nilo, al cuidado de Gathelus, haciendo escalas en Creta en el
Mediterráneo y en Samotracia en el Egeo. De allí habría seguido su camino en
barco hacia el norte, desembocando finalmente en el Báltico. De acuerdo con
alguna evidencia geológica, para esa época pudo haber sido posible la
navegación desde el Mar Negro hasta el Báltico, camino que habría seguido el
barco con la piedra y de allí hasta las islas británicas. Ese camino es posible
hoy solamente en embarcaciones de pequeño calado y con la ayuda de canales y
esclusas.
Sea como fuere, el caso es que arribada a Irlanda, fue
colocada sobre el monte sagrado de Tara y llamada Liath Fail (“La piedra que
habla” en gaélico).
Varios hechos dan credibilidad a esta historia del viaje por
mandato hebreo. Uno de ellos es la historia irlandesa de Tuatha de Danann.
Cuando se traduce esta expresión céltica, aparentemente quiere decir “gente de
Dan”. Dan era una de las doce tribus de Israel.
En Irlanda la piedra era considerada como el Palladium
(salvaguarda) de la raza y fue
reverenciada por generaciones por los celtas irlandeses.
Esta raza tan particular que vivió en la Isla de Irlanda
desde aproximadamente 500 años antes de Cristo, en plena edad de bronce,
provenía del centro de Europa y hablaban una lengua indoeuropea. Habían sido
los descubridores del hierro y temibles guerreros.
En su desplazamiento hacia el Oeste invadieron la actual Francia y
varias tribus formaron a los galos. El nombre griego de esta raza era Keltoi,
que significa bárbaro. Celta es una permutación de la pronunciación de la K
griega en la C de celta. No hay evidencia de que se llamaran a sí mismos de esa
manera.
Siguió la invasión hacia España y finalmente a Inglaterra e
Irlanda. No poseían un lenguaje escrito, por lo que hay pocas referencias
históricas de ellos, y en general, las que tenemos fueron hechas por sus
enemigos o rescatadas por la arqueología. Roma misma fue sitiada y saqueada
por los celtas que vivían en el valle del Pó en el 390 AC y por ellos conocemos
algo de su historia. Claro que los romanos los consideraban solamente una de
las tantas tribus bárbaras que amenazaban a su naciente imperio.
Volviendo a la piedra, ya para el año 400 DC era utilizada
en las ceremonias de coronación del reino de Dal Riata o Dalriada. Este era uno
de los cinco reinos en que se dividía la
Irlanda céltica y estaba ubicado
aproximadamente donde ahora se encuentra el condado de Antrim en el norte de la
isla..
Los monarcas debían sentarse sobre la piedra para ser
coronados y según la tradición, cuando el rey elegido era el correcto, la
piedra “cantaba”. También se decía que tenía poderes rejuvenecedores para el soberano
que se sentaba sobre ella, permitiéndole reinar por más tiempo.
El mismo San Patricio, patrono y evangelizador de Irlanda y
los celtas hacia el año 400, la bendijo para su uso en las coronaciones y se
dice que proclamó que “donde estuviera la piedra, la raza de Erc reinará”. De
allí tomó el nombre de la Piedra del Destino. Erc fue el primer rey de Dal
Riata.
En el año 805 de nuestra era, el trigésimo sexto rey dalriada, Kenneth I,
trasladó la capital de su imperio en expansión desde Irlanda a la actual Escocia. Esa
tierra era dominada por los pictos, caracterizados por los tatuajes que cubrían
sus cuerpos (y que dan nombre a la raza) y por la poco común práctica de la poliandria. También
había sido invadida por los bretones y los sajones entre otras tribus. Kenneth
I logró someterlos a todos después de años de batallas y finalmente los celtas
irlandeses establecieron su capital en Scone.
Fueron los romanos quienes dieron el nombre de Scotii a los
celtas habitantes de esas regiones, nombre del cual derivó la denominación Scotia ,
luego Scotland, tierra de los scotii.
Las invasiones nórdicas en el 800 (DC) separaron a estos
habitantes de los irlandeses y llamaron al nuevo país Dalriada Escocesa. Con la
anexión de las Tierras Altas se convirtió en Alba y luego en Escocia.
Sí se sabe fehacientemente que la piedra fue reubicada varias veces después de este
viaje a Scone, y que visitó la
remota Isla de Iona, entre Irlanda y Escocia, luego fue a
Dunnad, a Dunstaffnage y finalmente regresó a Scone, para la coronación de los
monarcas dalriadas y de allí tomó su nombre moderno de “Piedra de Scone”
La tradición de coronar a los reyes de Escocia fue cumplida
a rajatabla, con las excepciones de los reyes y reinas infantes que no eran
coronados sobre la piedra.
Aún bajo la posesión inglesa, la tradición siguió su curso,
ya que los reyes y reinas ingleses tuvieron la misma línea de sangre que los
escoceses.
Sobran las evidencias para asegurar que este objeto tiene
una gran importancia, no sólo para los escoceses, sino también para los
irlandeses, los ingleses y los israelitas. Se dice que algún día la piedra
volverá a Israel ante una gran movilización social y que, cuando esto ocurra,
será reconstruido el Templo de Jerusalén.
Ahora bien, ¿es realmente esta piedra devuelta en 1996 al Palacio de Edimburgo la verdadera?
Durante su larga travesía de 3000 años, pudo haber sido
cambiada por réplicas miles de veces.
Una leyenda asegura que la piedra jamás dejó Irlanda. Otra
que la piedra verdadera era de mármol blanco, con finas figuras grabadas en
relieve, que para nada se asemejaba a la rústica piedra caliza con una cruz
latina que conocemos hoy.
Se dice también que la piedra tomada por Eduardo I era una
réplica que los mismos escoceses se encargaron de colocar bajo el trono
haciendo creer a los ingleses que se llevaban la verdadera. Durante
años se exhibió una réplica en el Palacio de Scone y muchos aseguraban que ésa
era la verdadera, a la vista de todo el mundo. Otros aseguran que la verdadera
piedra fue escondida para siempre por los escoceses antes de que Eduardo I
pudiera tomarla.
Los nacionalistas escoceses gustan relatar que la piedra que
estaba bajo el trono de Isabel II no era
sino “una piedra cualquiera que sostenía la tapa de una letrina del patio del
Palacio de Scone”. Y de esa manera lograron que los soberanos de la Gran Bretaña se
sentaran ceremoniosamente para su coronación “sobre un accesorio sanitario del
medievo”.
Para hacer las cosas más confusas, se deben haber hecho
cientos de copias de la verdadera piedra a través de los siglos.
Otra historia cuenta que unos monjes escondieron en una
cueva la verdadera piedra cuando se vieron amenazados por Eduardo I. Debido a grandes lluvias y un deslizamiento de
tierra, la entrada de la cueva fue descubierta accidentalmente en el siglo
XVIII por unos pastores, que se demoraron en denunciar el descubrimiento.
Cuando regresaron a buscar el sitio, otros deslizamientos la habían tapado y no
fue posible encontrarla.
La composición geológica de la piedra corresponde a la
piedra caliza comúnmente hallada en las inmediaciones de Scone, por lo que
todas estas historias sobre reemplazos por réplicas, pueden tener algo de
realidad.
El día de Navidad de 1950, cuatro estudiantes escoceses,
robaron la piedra situada bajo el trono de coronación en la Abadía de
Westminster. La cargaron en un coche y huyeron..La policía buscó por semanas
sin éxito el pedrusco y hasta se llamó a un clarividente holandés para tratar
de encontrarla. La salud deteriorada de Eduardo y el temor de no tener la piedra para
la coronación de su hija Isabel hicieron temer a los ingleses que la dinastía acabaría si Elizabeth II era coronada sobre la piedra
sagrada.
Después de arduas negociaciones, cuatro meses más tarde, la
piedra fue recobrada en la Abadía de Arbroath, donde había sido colocada por los
“secuestradores”.
Los rumores indicaban que los estudiantes habían tenido
tiempo más que suficiente para hacer una réplica para devolver a Westminster,
mientras la original se dirigía a un lugar secreto de Escocia. Es más, cuando
fue robada, la piedra estaba partida en dos, a consecuencia de una bomba puesta
antes de la
Primera Guerra Mundial por sufragistas británicas en la Abadía de Westminster. Los
ladrones habrían vuelto a colocar las dos partes juntas, no sin antes colocar
dentro de dos tubos de bronce con el siguiente mensaje:
“Marzo de 1951. Piedra de Stone. Esta Piedra pertenece a
Escocia. Fue robada por Eduardo I en 1296. La Iglesia de Inglaterra debería
sentirse avergonzada y admitir que
permitió que esta propiedad robada permaneciera en Westminster desde
entonces. Debe ser devuelta a Escocia para la reapertura del Parlamento Escocés
que nunca fue cerrado sino que las sesiones fueron levantadas en 1707” .
Falsa o verdadera, almohada de Jacob y simplemente un
artefacto sanitario del siglo X, lo
cierto es que esta piedra es reverenciada por varias naciones y constituye un
símbolo de poder de reyes y reinas que ha perdurado por lo menos mil doscientos
años y que seguirá sirviendo para veneración, leyenda y símbolo de unos u
otros.
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