sábado, 9 de julio de 2016

EL GATOPARDO IBÉRICO

El resultado  que las urnas dejaron tras el 26-J recuerda al “Gatopardo”  y a su principio de que “si queremos que toda siga como está, es necesario que todo cambie”.  Es cierto que todo ha cambiado. Que el PP, en contra de toda la lógica,  ha incrementado notablemente su representación (de 123 a 137).  Que los socialistas han vuelto a batir récord negativo  perdiendo 3 escaños, pero que, a la vez, han salido triunfantes del anunciado “sorpasso” de la izquierda.  Que los “emergentes” cada vez lo son menos y que en la “periferia” seguimos vascos (PNV-EH Bildu), catalanes (republicanos y convergentes) y canarios.

Cambios. Muchos en la intrahistoria partidista. Pero en el dibujo global, la misma fotografía que en diciembre. Fragmentación cuasi idéntica que puede conducir, si las posiciones de trinchera se mantienen, a revivir el mito de Sísifo que montaña arriba conducía una enorme piedra que en el momento de
llegar a la cima  rodaba ladera abajo en un frustrante proceso repetido eternamente.

Cabe preguntarse si para este viaje hacían falta alforjas o si los protagonistas de este fracaso habrán aprendido la lección. Confiemos en que así sea y que la política española  entre de una vez  en parámetros de raciocinio. De lo contrario, de prosperar lo que Sabina  definió como la “cofradía del santo reproche”,  nos enfrentaríamos de nuevo a la “divina comedia” y con ella, al descenso a los infiernos de la repetición electoral.

Mariano Rajoy y el PP son los que mejor parados han salido en este episodio. Pese a sus infaustos cuatro años de recortes, corrupción, escándalos y recentralización, han conseguido salvar los muebles  y recuperar un buen puñado de diputados. No podemos olvidar que el PP venía de una mayoría absoluta (186 diputados) y que tras  su mejoría de junio hoy alcanza los 137.
Con esa cifra, y con la diferencia  respecto a los demás, Rajoy está legitimado para afrontar un proceso de investidura. Aunque no nos guste. Otra cosa será con qué fortaleza  parlamentaria  pretende afrontar la constitución de un gobierno. Su pasado reciente le ha dejado sin amigos y tendrá que aplicarse  de manera notable para salir de la soledad en la que su partido, el PP, se encuentra por méritos propios. Deberá enmendarse a sí mismo para buscar acompañamiento. Regeneración, limpieza y un nuevo talante.

El PP necesita dosis industriales de desengrasante. Mi madre dice que ni con KH7 van a ser capaces de limpiar toda la porquería adherida. Rajoy tendrá que propiciar cambios, también de personas, y eso, conociendo al gallego, resulta difícil de creer. Sin embargo ya hay quien apuesta  que así será. Como muestra, un apunte; Cospedal puede salir de Génova de manera inminente. Su candidatura a la presidencia del Congreso  suena con fuerza en el PP. Ella, Ana Pastor o García Margallo.
Lo que parece confirmado es que, esta vez sí, Rajoy aceptará la nominación real para la investidura. Está decidido. Y entre bambalinas trabaja para ello. Tiene prisa –techo de gasto, Europa, presupuesto, están en sus prioridades- pero no forzará la máquina. Al menos hasta que el PSOE se aclare.

Los socialistas, como siempre, andan a la gresca. Tienen más voces que los moradores de la torre de Babel.  Y cada una entona un soliloquio. Pedro Sánchez no ha aparecido aún. En el comité federal de hoy, día 9, tendrá que asomar. Le van a calentar de lo lindo. “El peor resultado electoral de la historia” que dijo Madina.
Felipe González, como gran oráculo, ya ha sentado cátedra. Hay que dejar gobernar a Rajoy. Pero en el PSOE no todos opinan igual. Unos ven bien que Sánchez vuelva a intentar su candidatura (que patraña). Otros que hay que mantenerse en el “no” y “no” –es decir en el bloqueo-. Lo sensato es que lideren la oposición. Pero, si hay una oposición, se supone que habrá un gobierno al que presentar control y alternativas. Vamos, es de sentido común. Pero los socialistas no saben cómo articular ese principio. Temen que sus “bases” no lo entiendan y les castiguen. Y tampoco están dispuestos a asumir que los podemitas  les vuelvan a acusar de haber permitido la continuidad de Rajoy. Por eso eluden responsabilidades y apuntan a otros para que asuman las responsabilidades que a ellos compite. Son unos acomplejados patéticos.

Necesitan silicona para unir sus fracciones. Puntos de soldadura que les cohesione y les haga recobrar el sentido común. Silicona para volver a articular una opción alternativa. Aunque para hacerlo tengan que sacrificar cabezas y liderazgos. Como el del propio Sánchez. El comité federal de hoy, previsiblemente, no aclarará un desenlace. Idoia Mendia cometió la indiscreción de apuntar que dicho comité se verá obligado a reunirse  de forma extraordinaria en una segunda sesión. En el primero triunfará el “no y no” a Rajoy. Postureo una vez más. En el segundo, previsiblemente, el desenlace inevitable. Y con ello, la convocatoria de un congreso que eleve a los altares a Susana Díaz y nomine a un dirigente  transitorio como líder de la oposición en la Carrera de San Jerónimo. ¿Madina?. 

Si los populares y los socialistas se afanan en la aplicación de desengrasantes y pegamentos, Podemos, a pesar de tener un coche de estreno lo ha tenido que llevar a la ITV.  Por más que resulte extraño, el vehículo necesita un tratamiento anti-corrosión. Dinitrol para la carrocería. Valvulina para engrasar su “caja de cambios”. Anticongelante, líquido de frenos y unas ruedas nuevas.

Unidos Podemos no ha tenido como ha advertido Pablo Iglesias de cara al futuro “ una hostia de proporciones bíblicas” pero  la sonrisa de un país que proponían se les ha quedado en simple mueca. Ni han sumado, ni han podido.  Y lo que es más divertido, no saben qué les ha pasado. Reclinados en el diván meditan y Echenique les ha recomendado que lo hagan en voz baja pues, en caso contrario, las “malas hierbas serán extirpadas”. Esto sí que es cambio. Lo ha expresado vehementemente Pablo Iglesias en un curso de verano, que es como una rueda de prensa con bañador y sangría. Quien lo iba a decir.  El fracaso “acojona”.  La hipótesis “Podemos” se ha esfumado. La estrategia  de que el asalto al poder  a través de la guerra de guerrillas, de la maniobra relámpago, se ha saldado con 71 escaños. Los mismos que en diciembre. La “acción partisana”  no ha dado sus frutos y ahora toca adecuarse en “ejército regular”, en “guerra de posiciones”. Convertirse en “en un partido normal”. Integrarse en la “casta”  cerrando el círculo.  ITV total. Lo expresaba sereno, sin sentirse cuestionado. Al contrario. Como cuando las serpientes mudan la piel. “Esa idiotez que decíamos cuando éramos de extrema izquierda de que las cosas se cambian en la calle y no en las instituciones es mentira” –sentenció Iglesias-. Una declaración para enmarcar y para enseñar a sus correligionarios de aquí y de allá, que todavía hoy se creen herederos de los hippies y del Ché. La ficción de “Juego de tronos”  deja paso a la “realpolitik”. De la conquista del cielo a compartir mesa, mantel  y corbata con  Obama, de visita oficial.

Y de Ciudadanos qué decir. Necesitan un frasco de “Toke” que  les ayude a planchar camisas y corbatas. Nacieron como herramienta de un nuevo estilo, una nueva imagen. Un intento efímero. Sin ideología ni fundamento. Solo imagen. Y el electorado les ha arrugado el traje hasta dejarles sin función, sin objeto social. Volvemos al principio, y al final. Al “gatopardo ibérico”.

Cambio que nos conduce a que todo siga igual. Quien quiera tomar posición por el bloqueo, por empecinarse en una alternativa imposible, apostará por unas nuevas elecciones. Por bajar a los infiernos.
Los nacionalistas vascos nos hemos visto señalados para que asumamos una responsabilidad que no nos toca.  ¿Cómo apoyar a un gobierno y a un partido  que se ha situado en las antípodas de Euskadi?. ¿Cómo allanar el camino con quien aún hoy acusan al nacionalismo vasco de beneficiarse de la “limpieza étnica” llevada a cabo por el terrorismo de ETA?. No. No hay opción. Así de rotundo.


Pero, dicho esto,  el PNV también tiene claro que su rechazo a un gobierno del PP no puede ser utilizado por quienes pretenden que la nueva legislatura nazca muerta de partida y la crisis devenga en caos. El PNV interpreta y ejerce el concepto de “responsabilidad” sin complejos. Siempre lo ha hecho. Integró a Irujo en un gobierno republicano para defender la libertad, la justicia y los derechos humanos. Lo volvió a ejercer en la transición para forzar el retorno democrático. Y lo seguirá haciendo cada vez  que estime que la convivencia esté amenazada. Que otros tomen buena nota.  

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