El resultado que las
urnas dejaron tras el 26-J recuerda al “Gatopardo” y a su principio de que “si queremos que toda
siga como está, es necesario que todo cambie”.
Es cierto que todo ha cambiado. Que el PP, en contra de toda la
lógica, ha incrementado notablemente su
representación (de 123 a
137). Que los socialistas han vuelto a
batir récord negativo perdiendo 3
escaños, pero que, a la vez, han salido triunfantes del anunciado “sorpasso” de
la izquierda. Que los “emergentes” cada
vez lo son menos y que en la “periferia” seguimos vascos (PNV-EH Bildu),
catalanes (republicanos y convergentes) y canarios.
Cambios. Muchos en la intrahistoria partidista. Pero en el
dibujo global, la misma fotografía que en diciembre. Fragmentación cuasi
idéntica que puede conducir, si las posiciones de trinchera se mantienen, a
revivir el mito de Sísifo que montaña arriba conducía una enorme piedra que en
el momento de
llegar a la cima rodaba ladera abajo en un frustrante proceso repetido eternamente.
llegar a la cima rodaba ladera abajo en un frustrante proceso repetido eternamente.
Cabe preguntarse si para este viaje hacían falta alforjas o
si los protagonistas de este fracaso habrán aprendido la lección. Confiemos
en que así sea y que la política española
entre de una vez en parámetros de
raciocinio. De lo contrario, de prosperar lo que Sabina definió como la “cofradía del santo
reproche”, nos enfrentaríamos de nuevo a
la “divina comedia” y con ella, al descenso a los infiernos de la repetición
electoral.
Mariano Rajoy y el PP son los que mejor parados han salido
en este episodio. Pese a sus infaustos cuatro años de recortes, corrupción,
escándalos y recentralización, han conseguido salvar los muebles y recuperar un buen puñado de diputados. No
podemos olvidar que el PP venía de una mayoría absoluta (186 diputados) y que
tras su mejoría de junio hoy alcanza los
137.
Con esa cifra, y con la diferencia respecto a los demás, Rajoy está legitimado
para afrontar un proceso de investidura. Aunque no nos guste. Otra cosa será
con qué fortaleza parlamentaria pretende afrontar la constitución de un
gobierno. Su pasado reciente le ha dejado sin amigos y tendrá que
aplicarse de manera notable para salir
de la soledad en la que su partido, el PP, se encuentra por méritos propios.
Deberá enmendarse a sí mismo para buscar acompañamiento. Regeneración, limpieza
y un nuevo talante.
El PP necesita dosis industriales de desengrasante. Mi madre
dice que ni con KH7 van a ser capaces de limpiar toda la porquería adherida. Rajoy
tendrá que propiciar cambios, también de personas, y eso, conociendo al
gallego, resulta difícil de creer. Sin embargo ya hay quien apuesta que así será. Como muestra, un apunte;
Cospedal puede salir de Génova de manera inminente. Su candidatura a la
presidencia del Congreso suena con
fuerza en el PP. Ella, Ana Pastor o García Margallo.
Lo que parece confirmado es que, esta vez sí, Rajoy aceptará
la nominación real para la
investidura. Está decidido. Y entre bambalinas trabaja para
ello. Tiene prisa –techo de gasto, Europa, presupuesto, están en sus
prioridades- pero no forzará la
máquina. Al menos hasta que el PSOE se aclare.
Los socialistas, como siempre, andan a la gresca. Tienen más
voces que los moradores de la torre de Babel.
Y cada una entona un soliloquio. Pedro Sánchez no ha aparecido aún. En
el comité federal de hoy, día 9, tendrá que asomar. Le van a calentar de lo
lindo. “El peor resultado electoral de la historia” que dijo Madina.
Felipe González, como gran oráculo, ya ha sentado cátedra.
Hay que dejar gobernar a Rajoy. Pero en el PSOE no todos opinan igual. Unos ven
bien que Sánchez vuelva a intentar su candidatura (que patraña). Otros que hay
que mantenerse en el “no” y “no” –es decir en el bloqueo-. Lo sensato es que
lideren la oposición.
Pero , si hay una oposición, se supone que habrá un gobierno
al que presentar control y alternativas. Vamos, es de sentido común. Pero los
socialistas no saben cómo articular ese principio. Temen que sus “bases” no lo
entiendan y les castiguen. Y tampoco están dispuestos a asumir que los
podemitas les vuelvan a acusar de haber
permitido la continuidad de Rajoy. Por eso eluden responsabilidades y apuntan a
otros para que asuman las responsabilidades que a ellos compite. Son unos
acomplejados patéticos.
Necesitan silicona para unir sus fracciones. Puntos de
soldadura que les cohesione y les haga recobrar el sentido común. Silicona para
volver a articular una opción alternativa. Aunque para hacerlo tengan que
sacrificar cabezas y liderazgos. Como el del propio Sánchez. El comité federal
de hoy, previsiblemente, no aclarará un desenlace. Idoia Mendia cometió la
indiscreción de apuntar que dicho comité se verá obligado a reunirse de forma extraordinaria en una segunda
sesión. En el primero triunfará el “no y no” a Rajoy. Postureo una vez más. En
el segundo, previsiblemente, el desenlace inevitable. Y con ello, la
convocatoria de un congreso que eleve a los altares a Susana Díaz y nomine a un
dirigente transitorio como líder de la
oposición en la Carrera de San Jerónimo. ¿Madina?.
Si los populares y los socialistas se afanan en la
aplicación de desengrasantes y pegamentos, Podemos, a pesar de tener un coche
de estreno lo ha tenido que llevar a la ITV. Por
más que resulte extraño, el vehículo necesita un tratamiento anti-corrosión.
Dinitrol para la
carrocería. Valvulina para engrasar su “caja de cambios”.
Anticongelante, líquido de frenos y unas ruedas nuevas.
Unidos Podemos no ha tenido como ha advertido Pablo Iglesias
de cara al futuro “ una hostia de proporciones bíblicas” pero la sonrisa de un país que proponían se les ha
quedado en simple mueca. Ni han sumado, ni han podido. Y lo que es más divertido, no saben qué les
ha pasado. Reclinados en el diván meditan y Echenique les ha recomendado que lo
hagan en voz baja pues, en caso contrario, las “malas hierbas serán
extirpadas”. Esto sí que es cambio. Lo ha expresado vehementemente Pablo
Iglesias en un curso de verano, que es como una rueda de prensa con bañador y
sangría. Quien lo iba a decir. El
fracaso “acojona”. La hipótesis
“Podemos” se ha esfumado. La estrategia
de que el asalto al poder a
través de la guerra de guerrillas, de la maniobra relámpago, se ha saldado con
71 escaños. Los mismos que en diciembre. La “acción partisana” no ha dado sus frutos y ahora toca adecuarse
en “ejército regular”, en “guerra de posiciones”. Convertirse en “en un partido
normal”. Integrarse en la “casta”
cerrando el círculo. ITV total.
Lo expresaba sereno, sin sentirse cuestionado. Al contrario. Como cuando las
serpientes mudan la piel. “Esa idiotez que decíamos cuando éramos de extrema
izquierda de que las cosas se cambian en la calle y no en las instituciones es
mentira” –sentenció Iglesias-. Una declaración para enmarcar y para enseñar a
sus correligionarios de aquí y de allá, que todavía hoy se creen herederos de
los hippies y del Ché. La ficción de “Juego de tronos” deja paso a la “realpolitik”. De la conquista
del cielo a compartir mesa, mantel y
corbata con Obama, de visita oficial.
Y de Ciudadanos qué decir. Necesitan un frasco de
“Toke” que les ayude a planchar camisas
y corbatas. Nacieron como herramienta de un nuevo estilo, una nueva imagen. Un
intento efímero. Sin ideología ni fundamento. Solo imagen. Y el electorado les
ha arrugado el traje hasta dejarles sin función, sin objeto social. Volvemos al
principio, y al final. Al “gatopardo ibérico”.
Cambio que nos conduce a que todo siga igual. Quien
quiera tomar posición por el bloqueo, por empecinarse en una alternativa
imposible, apostará por unas nuevas elecciones. Por bajar a los infiernos.
Los nacionalistas vascos nos hemos visto señalados
para que asumamos una responsabilidad que no nos toca. ¿Cómo apoyar a un gobierno y a un partido que se ha situado en las antípodas de
Euskadi?. ¿Cómo allanar el camino con quien aún hoy acusan al nacionalismo
vasco de beneficiarse de la “limpieza étnica” llevada a cabo por el terrorismo
de ETA?. No. No hay opción. Así de rotundo.
Pero, dicho esto, el PNV también tiene claro que su rechazo a un
gobierno del PP no puede ser utilizado por quienes pretenden que la nueva
legislatura nazca muerta de partida y la crisis devenga en caos. El PNV
interpreta y ejerce el concepto de “responsabilidad” sin complejos. Siempre lo
ha hecho. Integró a Irujo en un gobierno republicano para defender la libertad,
la justicia y los derechos humanos. Lo volvió a ejercer en la transición para
forzar el retorno democrático. Y lo seguirá haciendo cada vez que estime que la convivencia esté amenazada.
Que otros tomen buena nota.
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