En
cuanto vi el titular no tuve duda; “ostras, la Mauri”. Me había remitido, vía
whatsapp, la primera página del “Diario de Burgos” que a toda plana reproducía; “Da a luz con 64
años a mellizos tras quitarle la Junta a su hija”. Elocuente, era ella. Lo había vuelto a
hacer convirtiéndose en la segunda mujer
más longeva que daba a luz en el Estado.
Conocía
al personaje y su caso. No demasiado,
pero suficiente para entender que la historia había resultado dramática. Pocos
saben cómo pero, tras la muerte de su madre, a la que cuidó con denuedo,
aquella mujer apareció en el pequeño pueblo de la Demanda burgalesa tras
haber realizado con éxito un tratamiento
de fertilidad. Tenía entonces 58 años, una edad en la que el colectivo médico
desaconseja y se opone a llevar a cabo estas pruebas de reproducción asistida. Resulta
difícil saber cómo lo hizo pero “la Mauri”, una mujer solitaria, algo extraña
y, al parecer con notable inteligencia, había conseguido sacar adelante un
embarazo que causó sorpresa en el lugar. De ella nació una niña que se propuso
cuidar a su manera, aislándola de la realidad exterior. La corta historia de su
maternidad fue todo un drama. Una tragedia muy triste que rompió su estrecho
vínculo familiar y que tras diversas intervenciones de los servicios sociales
acabó, con participación incluida de la Guardia Civil, con la retirada de la
tutela de la menor y su alejamiento de la madre biológica.
Se
vivieron momentos desgarradores que sus vecinos apenas, meses después, se
atrevían a recordar en voz baja. Episodios íntimos de profunda tristeza que hoy,
en esta sociedad chismosa, se cuentan, con morbo y detalle en publicaciones
impresas y digitales de todo tipo.
Por un
tiempo, Mauricia litigó para recuperar a su pequeña. Pero su porvenir estaba
lejos, con una nueva familia de acogida (con la que le unían vínculos
sanguíneos) que permitía, según lo regulado, establecer un contacto telemático
pactado para que madre e hija pudieran comunicarse.
Dicen
–no tengo constancia de ello- que “la Mauri” cejó en su protesta. . Y
desapareció. Cuentan que un vecino de la localidad se la encontró en Nueva York.
Que ella le saludó. Como si Nueva York fuera una aldea donde todos se
conocieran. Lo cierto es este verano se volvió a dejar ver, de nuevo, por el
pueblo. Hasta se prodigó por la plaza, en la terraza del Café a degustar una infusión. Aquella “exhibición”
resultaba premonitoria. Estaba “preñada”. De mellizos.
Los
trajo al mundo en una clínica privada de Burgos el pasado día 14. Con casi 65
años –los cumplirá en abril- . Cuando los hoy bebés lleguen a la mayoría de edad, ella cumplirá 83.
Con los
antecedentes conocidos, la maternidad tardía augura conflicto. Ojalá me
equivoque, pero me temo que la evolución del caso no será feliz. Ni para “la
Mauri”, ni tampoco para las criaturas. Espero que los servicios sociales
permanezcan alerta. Y eviten un desastre. Confío en el criterio de los técnicos
y en los profesionales de la materia.
No tengo fundamentos para juzgar. No sé que es
eso del “instinto maternal”. Mi condición de hombre me impide conocerlo. ¿Es la
maternidad un derecho?.
¿Sabemos
distinguir entre conceptos éticos y principios jurídicos vinculados a la
libertad de las personas?
Cualquier
análisis que se haga de la maternidad
debe partir de una doble perspectiva. Por una parte, debe ser considerada como
una función biológica, vinculada a la procreación, el embarazo y el parto. En
segundo lugar, la maternidad debe ser entendida
como una práctica social, como el conjunto de actividades relacionadas con el
cuidado cotidiano de vida de hijos e hijas, que puede ser realizada tanto por
la madre biológica como por otras personas (hombres y mujeres) con la capacidad
y la voluntad de proporcionar estos cuidados.
Dependiendo
de la perspectiva que se vea, la maternidad es una experiencia compleja. Cuando
se vive de forma integral, planificada y segura, puede transformarse tanto en
un medio para la realización personal, como en un medio para garantizar la
sostenibilidad de la vida. En el sentido contrario, cuando se experimenta como
obligación o como el resultado de la acción machista, puede convertirse en una
fuente de sufrimiento y de opresión para las mujeres.
El
sistema internacional de derechos humanos, establece que las mujeres tienen
derechos reproductivos que deben ser reconocidos y protegidos por los Estados. Tales
derechos incluyen la libre decisión
entre procrear y no hacerlo. De igual modo se contemplan los derechos a decidir
cuándo procrear, a recibir información y acceso a métodos seguros y eficaces de
control de la fertilidad, y a recibir servicios gratuitos de salud cuando las
mujeres decidan interrumpir un proceso de gestación en marcha.
Si la
perspectiva en sí misma es compleja, si la visión ética y jurídica muchas veces
no son fáciles de separarse, el debate conceptual sobre el derecho a la
maternidad se ha complicado todavía, un poco más, con la aparición en las
sociedades desarrolladas de un factor relativamente novedoso; la gestación
subrogada.
La gestación
subrogada, o mal llamado “vientre de alquiler” es, por definición, una técnica
de reproducción asistida por la que una mujer accede a gestar el hijo de otra
persona. La casuística de esta práctica es amplia. De ahí las múltiples aristas
que deban ser contempladas de cara a su
posible regulación jurídica (esta práctica es ilegal en el Estado español).
El
debate está servido y su controversia, en el terreno político, va a atravesar
al conjunto del arco parlamentario por igual. Partidarios y detractores de su
legalización van a necesitar dosis ingentes de sentido común y templanza a la
hora de abordar la discusión pues una materia como esta –de especial relevancia
en el entendimiento de los derechos básicos de las personas- se expone con
facilidad a la banalización y al desenfoque público.
Todos
hemos conocido de la existencia de esta práctica cuando determinados famosos
anunciaban a bombo y platillo en nacimiento de su progenie fuera del ámbito
tradicional de la pareja, entendida ésta como la suma de dos individuos de
distinto sexo. Pero la realidad va mucho más allá de la anécdota reconocida en
el papel cuché de las revistas.
Conozco
en nuestro ámbito parejas heterosexuales
que han encontrado la felicidad perdida gracias a esta práctica.
Imposibilitados para engendrar por si mismos,
defraudados y desesperados por la imposibilidad material de adopciones,
consiguieron su sueño de ser madres y padres acudiendo a la “gestación subrogada”.
Cumplieron su ilusión vital dejándose en
el camino frustraciones y, probablemente, todos sus ahorros.
Los posibles
beneficiarios de la legalización de la gestación subrogada serán, en primer
lugar las parejas heterosexuales con problemas de fertilidad o con imposibilidad
de gestación por riesgo cierto para la
madre. También aparecen como posibles beneficiarios de esta medida las parejas
de hombres homosexuales, y, en menor
representación, las unidades monoparentales. La fertilización puede producirse
con óvulos y espermatozoides propios de la pareja. O por bases genéticas ajenas
–también mixtas-.
La gestación
necesita de una tercera figura –quizá la primera-, la madre gestante. Se trata
de la mujer que voluntariamente accede a llevar a cabo el embarazo. Y esa
“voluntariedad” lleva aparejada, en la mayoría de los casos en los que se
practica hoy en día esta “maternidad diferida”, un contrato con una
indemnización económica para la mujer gestante. Es, precisamente ese, uno de
los factores que mayor controversia provoca en el caso. La “mercartilización”
de la mujer que da a luz finalmente.
Los
partidarios de la regulación hablan del “exilio reproductivo” al que se ven
abocadas las parejas por no estar reconocida en el Estado una realidad que ya
trae a la península a un millar de niños al año. Por el contrario, quienes
creen que el sistema denigra la dignidad de las mujeres interpretan que en el
“mercado de vientres” difícilmente veremos a una mujer rica gestando para una
pobre. ¿Hay alternativa?.
Existen
modelos alternativos en los que la legalización de la “gestación subrogada”
contiene condiciones tan estrictas que impidan cualquier transacción comercial.
Como en los trasplantes o en las donaciones en fecundación asistida, en los que
se debe garantizar que en la transmisión no media compensación económica
encubierta.
No. No
es un debate fácil. Legalidad, bioética, moral, derechos contrapuestos
confluyen en la causa. Pero el problema ha llegado para quedarse. Intentemos
resolverlo con mesura, justicia y sentido común. Sin fanatismos ni prejuicios.
Has planteado de manera fenomenal la situación. Ojalá todo el mundo abordara estas cuestiones desde una posición bien informada como se ve que es tu caso. La regulación de la gestación subrogada como técnica de reproducción humana asistida que es, es posible y necesaria. Y más en un País envejecido como el nuestro. Es perfectamente posible que esta técnica se realice cuidando los derechos de todas las partes (mujer gestante, padres/madres de intención y bebés) tal y como viene realizándose en países como Estados Unidos, Canadá o Reino Unido desde hace decenios. Hoy por hoy se calcula que nacen más de 1000 niños de padres y madres españoles por gestación subrogada. Es una realidad (y no precisamente de élites económicamente desahogadas) a la que hay que dar una respuesta.
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