miércoles, 26 de abril de 2017

GERNIKA, UN GESTO QUE ECHAMOS EN FALTA

Se cumplen ochenta años ya. No fue la primera vez en la que se bombardeaba a la población civil. Otxandio, Markina, Legutio, Eibar, Bilbao, Durango, Lekeitio, Zalla...La nueva fórmula de guerra “experimentaba” con la atrocidad indiscriminada. Pero Gernika fue especial. 

Ochenta años no han podido borrar las huellas de la ignominia, de la violencia indiscriminada contra una ciudadanía indefensa.

Las campanas volverán a sonar a las cuatro menos cuarto de la tarde. La hora fatídica en la que comenzó el terror. Memoria para un horror. Para unas víctimas y para un pueblo marcado para siempre. 

Se ha pedido en más de una ocasión que el Gobierno español pida perdón por la masacre. Pedir perdón nunca está de más, aunque tu responsabilidad en una causa o en una injusticia sea inexistente. 

Creo que  tienen razón quienes señalan que un gobierno democrático no debería excusarse por algo en lo que no fue partícipe. No fue un gobierno quien provocó el mal. Y mucho menos una institución democrática. Al contrario, fue una fuerza sediciosa, alzada en armas contra la legitimidad democrática la que protagonizó la devastadora matanza en Gernika.  Un ejército fascista y levantisco fue quien bombardeó la Villa Foral. Y fueron los mismos  sediciosos los que a las bombas unieron la mentira, la injuria y la falsedad de responsabilizar de la acción criminal a la legítima representación democrática de la ciudadanía vasca. Bombas y mentiras que año tras año son recuperadas en la memoria colectiva de un pueblo que no olvida. 

Ni Rajoy, ni Zapatero, ni Aznar ni Felipe González, en tanto en cuanto presidentes de gobiernos españoles tuvieron nada que ver con aquella acción salvaje contra la población civil.  Todo ellos  representaron –con mayor o menor calidad- a gobiernos democráticos surgidos de la elección popular.  Ellos están libres de cualquier responsabilidad criminal vinculada al bombardeo. 

Pero  que no se eche sobre las espaldas del Estado la culpabilidad de una acción inhumana y salvaje no significa que se desvincule a su representación institucional  del compromiso ético y de dignidad democrática de honrar a las víctimas de aquella carnicería. 

En todo este tiempo, y este año también, echo en falta un solo gesto de solidaridad y de memoria de un presidente español democrático para con Gernika. Echo en falta una presencia reparadora en los actos de homenaje a las víctimas. Echo en falta un minuto de homenaje –nada más- que reivindique, memoria, verdad y reparación. Un simple rasgo de humanidad, de solidaridad democrática, de rechazo sincero a una barbarie. Echo en falta eso, la dignidad de un dirigente, de un gobierno español , que condene aquel brutal acto de guerra, que se solidarice con la víctimas y que anule las mentiras que durante decenios se arrojaron sobre Gernika como una nueva serie de artefactos destructivos de la libertad, la convivencia y la paz.

Echo de menos a Rajoy ejercitando sus funciones de presidente de un gobierno democrático, situándose al lado  de quienes inocentemente  sufrieron el terror asesino del fascismo de la Legión Cóndor y de la sublevación franquista. 
Echo de menos al presidente español al lado de las víctimas. Nada más. Y nada menos. 

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