sábado, 8 de junio de 2019

MUTUALISMO POLÍTICO VASCO

Quienes necesitamos entender por qué pasan las cosas,  precisamos argumentos razonados que clarifiquen  y den significado a lo que acontece.  Encontrar sentido  a las circunstancias. Tal vez por esa exigencia de comprender el significado de los comportamientos, su razón de ser  y practicidad, me aparté enseguida de las llamadas “ciencias exactas”.  Sumar, restar, multiplicar, dividir…tenían  un objeto práctico. Hasta las ecuaciones resultaban comprensibles. Como una historia de suspense con sus incógnitas,  sus datos ocultos y sorpresas. Ese planteamiento racional   de vincular la realidad con una secuencia de causa-efecto  se desvaneció  de repente con las derivadas, las integrales y los logaritmos neperianos. Es como si se me apagara la luz y la curiosidad por las matemáticas desapareció.

La curiosidad sí, es en gran medida el motor del conocimiento. Aunque no siempre lo aprendido sea valioso. Aunque parezca lo contrario. Es lo que yo denomino “cultura-basura”.  Por ejemplo, el origen de la palabra “metafísica” no proviene de Aristóteles sino del gestor de la gran biblioteca de Alejandría  que no sabiendo cómo catalogar  los estudios del filósofo griego  adjudicó tal mención (metafísica)  por la situación espacial  donde se encontraban los cuadernos  aristotélicos. Estaban situados  en la balda de arriba de donde se encontraban los estudios sobre la física, en una estantería superior. De ahí el término “ ta meta-ta fisika” que en griego antiguo viene a ser algo así como  “lo que está más allá, encima de la física”.  ¿Para que vale saber esto? Probablemente para nada. Para quedar como un panoli ante un auditorio amigos reunidos en torno a unas cervezas. Entretenimiento. Nada más. 

La biología no debe ser una ciencia tan exacta  como las matemáticas. Todo lo relativo con los bichos y su comportamiento excitaba mi curiosidad Hablaba de bichos y de su comportamiento. Desde  siempre  me cautivaron  aquellos seres  cuyo comportamiento social  tuviera algún paralelismo  con la actuación humana.  Me refiero a las criaturas  cuya relación entre especies  se desarrolla de forma asociativa, beneficiándose por ello una o las dos partes. A esta relación colaborativa se denomina “mutualismo”. 

El mutualismo entre especies puede comprenderse como una relación de trueque o canje biológico, en el que cada ejemplar  da y gana algo. Dependiendo de qué sea lo cedido y lo ganado, el vínculo  puede ser de apoyo mutuo, de simbiosis,  de comensalismo, depredación  o de  parasitismo. 

Las alianzas de cooperación son como una prestación  de servicios convenida. Es decir cuando las abejas liban el dulce néctar que les presentan las flores mientras, sin saberlo, se impregnan de polen que llevarán hasta otra planta propiciando el intercambio genético y la polinización vegetal. Otro caso  de mutualismo de colaboración es el de la flora bacteriana  y los humanos. En nuestros intestinos  hay un conjunto de bacterias que en lugar de infectarnos y hacernos enfermar, nos ayudan a descomponer la comida y a realizar la digestión. (Que aproveche).

La depredación es una relación en la que una parte gana y otra pierde.  En este caso, enseguida nos viene a la cabeza la imagen del león y la gacela. La conexión entre ambos animales  resulta evidente; uno se come al otro para sobrevivir.  Uno gana peso y el otro pierde la vida. Así de sencillo. 

Y para cerrar el círculo del mutualismo encontramos la interacción parásita. En ella, unos individuos viven, se alimentan y crecen a costa del otro causándole un daño  que puede ser letal pero que es paulatino, no inmediato  lo que hace que los “huéspedes”  puedan vivir durante largo tiempo a costa de los elementos parasitados. Destacan entre ellos  los hematófagos o chupasangres.  Aunque trasladado el símil a la vida real encontremos además  robaperas, aprobetxategis,  caraduras  y gorrones de diversa condición.

Planificar un futuro de colaboración, de beneficio mutuo o, por el contrario,  tratar de aprovecharse  a costa de los demás, es lo que en la política del momento toca  tras los resultados electorales  de generales, municipales y forales.  También, en estas circunstancias, es necesario subrayar  la gran diferencia que existe  entre Euskadi y el Estado. Por ser concretos, en el Estado, el PSOE de Sánchez  obtuvo un respaldo del 28% de la ciudadanía en los comicios generales. En la Comunidad Autónoma Vasca, el PNV fue apoyado por el 38% de los electores en las últimas votaciones locales y forales. Pues bien, en el Estado, Sánchez  se cuestiona gobernar en solitario, con acuerdos puntuales  con otras formaciones pero desde un ejecutivo  monocolor con aportaciones “independientes”. En Euskadi por el contrario,  el PNV habla abiertamente de pactos de coalición. De ejecutivos compartidos. Cultura política diferente. Sensibilidad plural  y colaborativa en nuestro caso  y concentración de poder  y ensimismamiento en el otro. 

La evidencia demuestra que en el Estado  no termina de cuajar  la percepción de que los tiempos han cambiado  y que  la responsabilidad compartida  a la hora de acometer  labores de gobierno es mucho mejor que el cálculo puntual  de “tanto necesito, tanto pago”. 

Los primeros indicios de la nueva legislatura en el Estado no auguran  nada nuevo en esa tesis. Sánchez y sus seguidores de Ferraz parecen haber asumido  que cualquier suma de escaños –o abstenciones- les es buena para resultar investidos.  Y en ese paradigma de  proteger el propio ombligo hacen gestos para atraer  la complicidad de Rivera y los suyos. 
O para  que el navarrismo montaraz  intercambie cromos a cambio de recuperar mando  en la reinstauración de un régimen que en el viejo reino creíamos acabado.    

Los socialistas parecen más interesados en el gobierno que en gobernar, olvidándose de que los problemas estructurales  que afectan a España siguen ahí, a la espera de que un compromiso compartido con visión de estado, les haga frente  con dedicación, arrojo y eficacia. 

En el mapa vasco, la representación institucional resultante del veredicto democrático, deja como consecuencia que un gran número de instituciones locales podrían gozar de una sólida estabilidad. Bien porque  el electorado primó a las formaciones políticas con notables mayorías –de un signo u otro (PNV o EH Bildu)-  o porque la confluencia de dos  formaciones permitiría  efectos análogos. Eso significa que una gran parte de los ayuntamientos vascos podrán disponer de un marco de estabilidad y de certidumbre envidiable para desarrollar las políticas públicas  que sus gestores consideren oportunas.  Y eso es sumamente  positivo para el país y para el conjunto de la sociedad vasca. 

Que los partidos políticos busquen fórmulas de colaboración que viabilicen  gobiernos  seguros y eficaces es un objetivo a  defender en la actual coyuntura. Los acuerdos entre diferentes son, por lo general, buenos para todos y sumar desde el respeto al competidor  debe ser tenido como un valor democrático de primer nivel en nuestra acción política.

Cosa diferente  es buscar el pacto  o la alianza como elemento de depredación o  simplemente de restar fortaleza al adversario.  Acordar como castigo a otra formación puede alimentar las vanidades propias  o las pretensiones de revancha pero  poco o nada aportará a la expectativa de la ciudadanía. Eso no quiere decir  que la configuración de alianzas de mayorías  que superen a primeras fuerzas minoritarias  no goce de legitimidad democrática. Faltaría más. El valor de la democracia es que mayorías y minorías  acepten la capacidad de unos y otros por representar al conjunto de la sociedad, acatando  en todo caso,  a quienes más voluntades populares  encarnan y sumen. 

En Euskadi, salvo en el infausto tiempo de la “ley de partidos”, no ha habido una política  pactada de aislamiento.  La existencia de la violencia condicionó notablemente durante años  las relaciones entre partidos. Pero, en la medida  que la desaparición de ETA  comienza a  pasar  calendarios, la tan deseada “normalización”  se acrecienta, hasta el punto de que  estamos próximos a ver  posibles colaboraciones entre quienes hasta hace bien poco tiempo eran  adversarios irreconciliables. 

En el horizonte del próximo sábado 15 –fecha en la que deberán constituirse los nuevos ayuntamientos-  tendremos  en Euskadi un amplio abanico de consistorios  con capacidad  plena de gestión. Con mayorías holgadas de uno y otro signo que garantizarán  cuatro años de horizonte propiciatorio para que la sociedad vasca siga avanzando adecuadamente. Esperemos que ese mutualismo político siga fructificando entre nosotros. Será un signo evidente de madurez  y convivencia. 
 



1 comentario:

  1. Buenas noches Koldo. los salmones os esperan.
    Un abrazo.
    Rosa (Niserias)

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