Salvo novedades de última hora, nos aprestamos a revivir un
episodio político que en España se repite como el día de la marmota. La falta de una cultura de la negociación y
el acuerdo, unido al atávico complejo de anteponer el interés particular al
bien general, nos conducirá nuevamente, si nadie lo remedia, a unas nuevas
elecciones generales. Y ya hemos perdido la cuenta de las veces que la
incompetencia de los dirigentes de los principales partidos nos ha llevado a las urnas. Es como si la
incapacidad para que los diferentes se entiendan obligase a la ciudadanía a
pronunciarse. Y cuando ésta lo hace soberanamente exigiendo la complicidad de
actores diversos éstos mirara al tendido desatendiendo sus responsabilidades.
La gente no se equivoca cuando vota. Aunque lo que decida no
nos guste. Hace ya un tiempo la sociedad del Estado estimó necesario acabar con
el régimen bipartidista que durante decenios había permitido la gobernabilidad
a través de mayorías absolutas de uno u otro.
Aparecieron opciones que pretendían encauzar el malestar y
la indignación de la ciudadanía a través de una “nueva forma de hacer
política”. Pasados unos pocos años, esas formaciones emergentes parecen haber
olvidado su prometida frescura para regenerar la vida pública. Unos porque parecen necesitar “catar poder” a
toda costa, conquistando los cielos sin pisar la tierra.
Otros, porque se han convertido en una opción de puro
márketing político, sin ninguna coherencia ideológica, ni propuesta de
responsabilidad. Se ha convertido en un partido casting en busca del
espectáculo permanente. Entre medio ha irrumpido una extrema derecha como rama
desgajada del Partido Popular. Una alternativa ultra que, de seguir por el
actual camino puede llegar a tener los días contados como propuesta
independiente de una derecha que busca denodadamente su recomposición perdida.
Y mientras, los problemas siguen ahí y las necesarias
reformas de un Estado que hace aguas por varias partes, esperan a que aparezcan “patriotas” capaces de aparcar sus
diferencias para afrontar una auténtica política de Estado frente a las crisis
internas (territorialidad, Catalunya, desaceleración económica) y externas
(incertidumbre geoestratégica, guerra comercial, alerta climática, refugiados…).
Pero en la política española sólo aparecen “patriotas” de bandera en la pulsera, “patriotas” de verbo redondo,
contundente y actos nulos.
Se ha consumido el mes de agosto sin que la posibilidad de la gobernabilidad
haya avanzado tan siquiera un centímetro. El principal candidato a la
presidencia del gobierno, Pedro Sánchez , se ha pasado el mes interactuando con
sectores sociales. Como si éstos le dieran los votos que necesita para ser
investido. Pero no. Su intención, vista
con perspectiva, es puramente táctica. Quiere hacer ver a la opinión pública
que él encarna la única posibilidad progresista y de izquierdas para llegar a
la Moncloa y espera que tal imagen haga
torcer el brazo de Pablo Iglesias y Podemos de cara a una hipotética nueva sesión de investidura. De ahí la
anunciada puesta en escena de la próxima semana. ¿Presentar qué?. Un programa
con 300 propuestas. ¿Acordadas con quien? ¿Consigo mismo? ¡Vaya manera de
plantear una negociación!
Digo hipotética porque aún no está claro si se producirá o
no una nueva sesión de elección presidencial. Al menos, aunque se ha anunciado
que el rey español consultará con los partidos en los próximos días, no está
claro que el Borbón termine por decantarse designando un candidato hasta que
alguno le diga que tiene los apoyos necesarios para hacer prosperar su
nominación. Proponer otra cosa, sin garantías de éxito, sería participar en el
ridículo general que la situación provoca . Y no creo yo que la monarquía
española esté para muchos ridículos más.
Es difícil saber qué intención última alberga la cabeza de Pedro Sánchez.
Unos afirman que está apurando el tiempo al máximo para volver a jugar una
carta de “todo o nada”. Otros, que la decisión de ir a elecciones está ya
tomada. En cualquier caso, resulta inaudito percibir la arrogancia que se
esconde detrás de ambas posiciones. ¿Acaso se piensa legitimado con 123 de 350
parlamentarios para decidir
unilateralmente? ¿Nunca ha llegado a considerar la posibilidad cierta de
concertar la gobernabilidad-gobierno con otros agentes políticos?
Lo primero que debe tener claro un dirigente es la
fortaleza y los apoyos con los que
cuenta. Y Sánchez parece haberse quedado en la idea de que su partido es el que
más diputados cuenta en la Carrera de San Jerónimo. Es cierto. Por no lo es
menos que tal mayoría es rotundamente insuficiente.
Y esa segunda idea no parece estar presente en el imaginario del
secretario general socialista.
Podemos, su previsible socio preferente, se lo ha recordado
en la diputación permanente del Congreso apoyando la celebración de un pleno
extraordinario en el que obligó a que compareciera la vicepresidenta en
funciones para explicar la crisis del
“Open arms”. Los morados se sumaron a los peticionarios de pleno, simplemente
“por joder” a Sánchez y los suyos. Para dejarles desnudos con su minoría.
Hasta ahora, nada que no hubiéramos visto antes. Con el
problema añadido de la inminente coyuntura catalana. Diada y previsible
sentencia del “procés “ en ciernes.
En Euskadi, tenemos a Otegi de pre campaña. Ha llegado a la
conclusión de que ha llegado el momento de activarse como posible candidato, y se apresta para fortalecer su expectativa electoral una
vez quede aclarada –y esperemos sea pronto y de manera positiva- su injusta
condena inhabilitadora-.
Sus primeras declaraciones estivales también nos han
traído un discurso ya conocido; subrayar
lo que a su juicio deberían hacer unos y otros, y especialmente el PNV, a quien
ha denominado como líder del bloque conservador. Siempre la misma cantinela. Lo
que los otros hacen o no hacen.
¿Cuándo se mirarán a ellos mismos para
establecer qué deben o no hacer?
El líder de EH Bildu acusó al PNV de negociar siempre “bajo
la premisa de partido”, nunca de país y animó a los jeltzales a compartir una
estrategia –la suya- de “defensa nacional”. Resulta curiosa la propuesta.
Siempre, desde un punto de vista propositivo, los herederos de Herri Batasuna
(antes otros) ofrecieron a los nacionalistas la colaboración si aquellos
terminaban por transitar por sus senderos. Recordemos Xiberta como pasado y otras muchas opciones más
cercanamente. “Colaboremos pero si vienes a mi terreno” es lo que , con otras
palabras repitió Otegi en su primera aparición agosteña. Para ese viaje no
hacen falta alforjas. Entre otras razones, porque en la historia reciente (y en
la pasada), la izquierda abertzale no ha aportado nada en clave positiva para
este país. ¿Qué “haber” tiene Otegi en su cuenta de resultados? Nada con sifón.
Otegi, que ha
“descubierto” la acción política en el Estado, cree que la alternativa de Pedro
Sánchez puede ser la “mejor opción”
para Euskadi y, en consecuencia, muestra su actitud abierta a que su formación -EH Bildu-“facilite” tal propuesta.
“Facilitar” una investidura “gratis”. Sin contrapartidas.
Como un gesto de buena intención. Chicos “buenos” y “responsables”.
Constructivos.
Llama la atención y contrasta tanta “buena voluntad” con la
experiencia y con la práctica de lo que EH Bildu hace en Euskadi. ¿Por qué no
aplica Otegi el mismo criterio en relación al Gobierno vasco que preside
Urkullu? ¿Por qué no facilitar la aprobación presupuestaria, la estabilidad y
el desarrollo de programas progresistas en Euskadi? ¿Le gusta más a Otegi la
opción de Sánchez que la el nacionalismo vasco representado por el lehendakari?
¿Por qué su formación es incapaz de ofrecer una negociación de verdad de los
presupuestos, ajustarse a los límites de la racionalidad y apostar, por lo posible en detrimento de la demagogia?. No
se le pide un cheque en blanco, como parece están dispuestos a dar a Sánchez.
Solamente un compromiso crítico con el país.
Y , ¿por qué, el principal sindicato del país, tan
desapegado del sentido común y de la normalidad de la calle, pide boicot al
presupuesto, lo que viene a significar una lucha permanente contra el sistema y
contra el autogobierno con el que nos hemos dotado? ¿Hasta cuando tanta
insensatez de vivir de espaldas a la responsabilidad disparando a todo lo que
no coincide con su retórica trasnochada?
¿Estamos condenados a un “déjà vu”? ¿Al día de la marmota?. Todos
los indicios indican que así será. Para nuestra desgracia. Yo, si pudiera, me
borraría a gusto.
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