sábado, 25 de abril de 2020

EL ABOMASO RETORCIDO

Hoy me he levantado contrariado. He dormido “regulín”.  Y es que las alteraciones de sueño parece ser una de las muchas consecuencias del aislamiento obligado que disciplinadamente cumplimos.

Las pesadillas no me han dejado descansar  debidamente y mi subconsciente ha estado trabajando a toda velocidad esta pasada noche.  Creo que mi ansiedad tiene como base una saturación de consumo televisivo. Pasamos, por lo general, muchas horas frente a la “caja tonta”  o a la pantalla de un ordenador. Y asimilamos innumerables mensajes subliminales que nuestro cerebro procesa y que conforman nuestro estado de ánimo. Por ejemplo; estoy hasta el moño de ver en los informativos de la televisión vasca la secuencia de una vieja persiana de un establecimiento  que se cierra. Podían , cuando menos, haber encontrado una persiana menos sucia o más moderna. No. Siempre la  misma puerta metálica desvencijada y llena de pintadas. Hasta han abierto un teleberri con la persiana en cuestión. Por no hablar del tratamiento de imagen a los enfermos, las instalaciones hospitalarias, etc. Lamentable del verbo lamer. 

Sí, la saturación nos crispa. Es como un empacho de contenidos idénticos o similares que, al final provocan hartazgo. 

Pero no ha sido  ese exceso de coronavirus lo que me ha generado un sueño movido. 

Al contrario. Mi inquietud no ha tenido nada que ver con los expertos de plató o las recetas del doctor Otegi ni con las recomendaciones terapéuticas  de su facultativa Iriarte. 

Mi subconsciente se ha movido por el mundo animal -con perdón-. No es de extrañar, después de ver a un jabalí correteando por el centro urbano de Getxo  y a un cérvido saltando por las calles de Bilbao como en las escenas cinematográficas de “Soy leyenda”, solo me faltaba volver a escuchar en la noche el rebuzno de un burro. Tal cosa no se ha producido pero la naturaleza puede sorprendernos en cualquier momento. (Acabo de ver a un perro paseando a una señora).

Mi desvelo nocturno ha vuelto a tener como protagonista a otro doctor, un veterinario del que ya hablé en una ocasión anterior. Se trata del “impresionante” doctor Pol, un cuidador de animales, que lo mismo ayuda a parir a una perra que castra caballos. 

Pues bien, en mi ensueño de ayer , el  veterinario norteamericano volteaba a una vaca frisona para ponerla patas arriba. En esa posición estrambótica pretendía intervenirla quirúrgicamente  en una cuadra rodeada de estiércol. El “increíble”  doctor Pol (protagonista de una serie audiovisual) se  disponía a resituar el abomaso de un ejemplar bovino de más de seiscientos kilos. “¿El abomaso?” preguntaba en mi sueño un espigado  personaje  situado tras el galeno de Michigan. Era otro doctor. El doctor Sheldon Cooper, físico en  la  satírica serie “Big Bang Theory”.  Todo absolutamente surrealista y sin necesidad de consumir excitantes.

La alucinación continuó. El médico de animales dejó a la res y  dirigiéndose al público dio una clase magistral. “El abomaso es la cuarta pieza del sistema digestivo de los rumiantes junto al Rumen, el retículo y el omaso. Es propiamente el estómago de la vaca y su torsión provoca que los animales puedan morir en pocas horas. Por eso hay que intervenirlos rápidamente y resituar el órgano en su sitio”.  Acojonante lo que se aprende en sueños.

La pesadilla, siendo rocambolesca, parecía real. A pesar de que el ayudante quirúrgico del veterinario fuera disfrazado de “linterna verde” y saludara  con dos dedos de la mano despegados en forma de V(el saludo vulcaniano de Star Trek).

La maniobra de voltear la vaca lechera fue  como un espectáculo de circo, pero su ejecución tuvo una consecuencia pavorosa. La reacción de la frisona no fue cocear ni embestir a los que allí estábamos. Fue algo mucho peor. Una flatulencia continuada. 

Una ventosidad sorda pero apreciable. Larga, larguísima . Aquel pobre animal situado tripa arriba en el establo   soltaba gas sin parar. Y el hedor de la singular práctica médica terminó por despertarme. Salí del sueño con mascarilla y casi asfixiado.  

Qué sofoco, madre mía. La culpa de este episodio escatológico la encuentro en mi buscada huida del monopolio informativo del momento. Escapando de la actualidad me he refugiado en espacios de entretenimiento diferentes. Osos en Alaska,  graciosos científicos chalados en California, fogones tradicionales  en la península, forjadores de cuchillos…Sí, ya lo sé. Penosa elección. Y como reconciliación con el buen gusto, un momento estelar esta semana; “El hombre tranquilo” de John Ford, con Maureen O´Hara y John Wayne.  Deliciosa película. 

El paréntesis temporal que estamos viviendo parece haberme retrotraído a mis orígenes periodísticos. ¡Ay, que tiempos, que juventud,  que crónicas televisivas publicaba en el diario DEIA a primeros de los ochenta! Melancolía. Como dijera el recientemente fallecido Marcos Mundstok – Les Luthiers- , “Todo tiempo pasado fue anterior”.  ¡Qué gracia tenía el puñetero!. De su filosofía  me quedo con otra de sus citas; “Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía”.    

Por desgracia, ese principio se impone en la actividad política que  conocemos y que sufrimos. En España y , a pesar de que la activación del “Estado de alarma”  está contando con el apoyo parlamentario mayoritario, la colaboración entre diferentes sigue brillando por su ausencia. Los gobernantes parecen auto investidos de  una “autoritas”  única e incontestable. Y en una coyuntura tan insólita como la presente, la humildad y el diálogo sincero debería ser la principal herramienta que posibilitara  la suma de energías. Humildad para compartir preocupaciones y decisiones. Para respetar ámbitos de competencia. Para intentar, entre todos ser más eficaces.  No para diluir responsabilidades. Al contrario, para generar políticas compartidas que descarten la controversia, el regate en corto, la búsqueda de no se sabe bien qué réditos electorales.  

Y quienes representan la oposición parlamentaria, lejos de abandonar  sus reivindicaciones banderizas, han vuelto a encabezar la cofradía del reproche y del enfrentamiento. 

Hemos vuelto a la encarnizada pugna de unos y otros a garrotazos mientras la sociedad sufre y aguarda temerosa las durísimas consecuencias de un empobrecimiento  por inactividad que nos sumirá en una depresión tremenda.

Bien es cierto que todos han empezado a conjugar la palabra “acuerdo”. Pero no como voluntad sincera de concordia. Sino como arma arrojadiza cuya ausencia será  imputada al de enfrente, en ese sempiterno principio de culpabilizar a los demás  de las carencias propias.  Acuerdo para la reconstrucción, dicen. Pero unos y otros entienden esa cita de manera diferente. Unos para afianzar su imagen  de salvadores y explotan en máxima audiencia televisiva el perfil de su líder. Como si fuera Churchill y sus sentidos discursos . Y otros para cercenar  la solvencia de los de enfrente intentando cobrarse la factura de la perdida moción de censura y su pase a la oposición. Hemos vuelto al postureo, a  la politiquería más dañina en la que dos partidos (PSOE y PP) se empeñan en utilizar los instrumentos de  conciliación que proponen  no para llegar a acuerdos  sino como plataformas de confrontación. 

En lo que a los nacionalistas vascos atañe,  esta dinámica nos repele. Nosotros no nos  tomamos esta pandemia como una tarima teatral para sobreactuar o tener dobles juegos. Si tal es lo que pretenden , y así parece, que no cuenten con el PNV. El PNV mantendrá , como siempre lo ha hecho, su sentido de la responsabilidad. Pero no participará en juegos espurios de intereses partidistas  cuando lo que apremia es el bien común. 

Y lo mismo  que me refiero a Madrid , lo digo en relación a quienes parecen vivir en una campaña electoral permanente en Euskadi. Este país no necesita inventos nuevos de “asambleas” que no se sabe bien para qué. Euskadi necesita unidad. Unidad en torno a la acción de las instituciones. Unidad con propuestas. No solamente con exigencias y con reivindicaciones. Unidad de verdad para remar en la misma dirección. Pensando en el país, en su gente. Y no en menoscabar al adversario en beneficio electoral propio.

Cuando en el último pleno del Congreso escuché a la portavoz de EH Bildu decirle a Sánchez que su actitud de recentralización  con el Estado de alarma  invadía competencias y amenazaba “un trabajo  que ha durado más de cuarenta años”, no pude sino sonreír. 

Una vez más, y sin pudor alguno, quienes siempre estuvieron a la contra,  intentan dar la vuelta a la historia poniéndola patas arriba. Como el doctor Pol a la vaca lechera. Será que tienen  el abomaso retorcido y necesitan aligerar su pasado.  

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