sábado, 6 de noviembre de 2021

CRISIS CLIMÁTICA, TRANSICIÓN O EXTINCIÓN

Confieso que soy un entusiasta lector de los artículos que habitualmente publica Juan Ignacio Pérez Iglesias tanto en medios de comunicación convencionales como en las bitácoras ubicadas en las redes sociales. Iñako  es un científico divulgador al que se le da muy bien explicar  lo que para incultivados como yo son misterios de la investigación y del estudio. Una vez le comparé con Carl Sagan  y el ex rector de la UPV-EHU debió ruborizarse, aunque tal cosa no case muy bien con su perfil de persona curtida en la exposición pública. 

 

Lo último que he leído del catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco es una serie de cuatro artículos que tomando como punto de partida el libro final del Nuevo Testamento, el “Apocalipsis” del evangelista Juan, aborda diversas amenazas que se ciernen sobre la humanidad –“catástrofes existenciales”- y que ponen sobre el tablero su posible extinción.

 

La tetralogía publicada por Iñako Pérez en el cuaderno de cultura científica y que recomiendo vivamente (“El séptimo sello”, ”El primer ángel”, “El segundo ángel” y “El tercer ángel”), analiza, siguiendo el esquema  del mencionado “libro de las revelaciones” de San Juan,  las principales amenazas que pueden observarse  en relación a nuestro planeta. Comienza con la superpoblación, el consumo acelerado de los recursos naturales y energéticos, sus efectos colaterales como el calentamiento de nuestro mundo o la destrucción de hábitats. Continúa con la posibilidad de que se prodiguen eventos catastróficos como las actividades sísmicas y volcánicas, y finaliza  con la hipótesis de que un meteorito, un cometa o un asteroide impacten con la tierra.

 

Cualquiera de las hipótesis observadas acojona y nos planta ante un panorama desolador de destrucción  y cataclismos. Pero Pérez Iglesias, alejándose de los pronósticos más pesimistas que acostumbramos a escuchar, llega a una conclusión tal vez sorprendente; “El daño puede ser inconmensurable, pero la humanidad, muy probablemente, perduraría.”

 

Contrasta la conclusión a la que llega un divulgador científico, que se supone saber de lo que habla,  frente a las permanentes advertencias de telepredicadores de la actualidad que repiten como un salmo la proximidad de un Armagedón devastador  para nuestra existencia.

 

Pese a ello, a que se crea que el final de nuestra especie no esté aún cerca, tal sentencia no me reconforta. Al contrario. Yo me he sentido más inquieto. ¿Por qué?  Pues muy sencillo, porque  si en cualquiera de las catástrofes  presentadas, una parte de la humanidad, por minúscula que esta fuera, resistiera, en ella encontraríamos, seguramente, a una porción de supervivientes de la hecatombe que representaría a los individuos más atontados de nuestra especie. “Atontaos” de muchas calañas y características. Negacionistas  de todo o casi todo; populistas dogmáticos, demagogos ilustrados, jipis  adoradores del mambo, quejicas compulsivos, conspiranoicos que aguardan  el retorno de Kennedy o influencers de la nadería y el “sálvame de lux”.

 


También se ha dicho  que los neandertales  se extinguieron. Yo cuestiono tal cosa. Hoy es el día que acostumbro a identificar  a algún neandertal (escasamente evolucionado) por nuestras calles y pueblos.

 

Volviendo a los “atontaos”,  teniendo en cuenta que  tales personajes han hecho de la estupidez  un rasgo de excelencia en el género humano  no es difícil pensar que pasado el tiempo y por pura “selección natural”, tal colectividad  de “albardaos” podría terminar por convertirse en predominante.

 

Entonces, y solo entonces, cuando la estulticia dominara nuestro mundo, el riesgo de extinción sería real.  El planeta  tierra  sucumbiría a la maldición de la clase dominante; los bobos esféricos, también llamados “cuñados perfectos”.  

 

De esa maldición solo nos puede librar el  fortalecimiento de nuestro espíritu crítico, la asunción de las evidencias científicas, el contraste de  las informaciones y sus fuentes y la asunción de riesgos en la toma de decisiones estratégicas. Huir de las respuestas fáciles para involucrarse en una gobernanza responsable en la búsqueda de soluciones posibles  frente  al populismo del todo o la nada.

 

Nadie –casi nadie- duda ya que asistimos a una evolución climática en la que la mano  del ser humano  es la principal causa del proceso de emergencia provocado.  La superpoblación mundial, la carrera por el desarrollo, la sobrexplotación de los recursos naturales, han generado efectos nocivos que amenazan  la estabilidad de un clima cuya evidencia más significativa es, según los expertos, el calentamiento global.

 

Los intentos sucesivos de la comunidad internacional  por mitigar los efectos perversos que conducen al planeta a un colapso han sido vanos e insuficientes. Y, aunque resulte triste reconocerlo, nadie  en este mundo  desea renunciar al progreso de su sociedad y al bienestar de su ciudadanía. Los países ricos, que hasta ahora han sido los mayores contaminadores,  exigen ahora a los gobiernos en vías de desarrollo (convertidos hoy en máximos emisores de gases de efecto invernadero) a que  pongan freno a sus vertidos, o lo que es lo mismo, limiten  su crecimiento económico. Pero los dirigentes de estos países, no sin  razón, no aceptan  que su ciudadanía deba renunciar al progreso. Aunque en ello nos vaya la salud global.

 

La cumbre mundial  que se desarrolla en Glasgow auspiciada por las Naciones Unidas (COP26) pretende alcanzar nuevos acuerdos internacionales para limitar la emisión de gases de efecto invernadero.  En el año 2015 el denominado “Acuerdo de París” obligaba a todos los países a acometer importantes recortes en sus emisiones de gases. La suma de esas reducciones debería ser suficiente para que se cumpliera el principal objetivo de  que la temperatura media del paneta no superara a finales de siglo  en dos grados  los niveles pre industriales y , que en la medida de lo posible  no rebasase los 1,5º celsius, límite  establecido por los expertos para evitar los efectos más catastróficos de una emergencia climática no reversible.

 

Sin embargo, lo acordado en París y que suponía  para muchos de los firmantes  reducir  las emisiones en un 50% ha quedado en agua de borrajas y la temperatura media de la Tierra está ya en un calentamiento de 1,1º Celsius, siendo las nuevas estimaciones científicas, a tenor  del ritmo de  contaminación actual, de 2,7 grados. Este incremento nos llevará, según  el último informe del IPCC –panel de expertos de las Naciones Unidas-  a un aumento de la intensidad y la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, incidiendo en daños que serán “irreversibles” durante “siglos o milenios”.

 

Por todo este cúmulo de fracasos, la cumbre de Glasgow supone una oportunidad para encauzar  el grave problema climático. No cabe esperarse milagros  de su desarrollo pero sí pasos adelante que aún pareciendo escasos, supongan un avance. Como la voluntad de reforestación o el establecimiento de compromisos para emisiones netas cero para mediados de siglo, una estrategia en la que  centra sus trabajos nuestro Gobierno Vasco. 

 

Confío en la sensatez y en la responsabilidad  de quienes tienen en sus manos la posibilidad atajar el daño que la vocación humana de prosperidad está haciendo al planeta.  Estoy seguro que no habrá soluciones mágicas  ni acciones efectivas drásticas. Se impondrá una transición. Transición  energética. No soñemos  con  fuentes renovables –con el hidrógeno verde- de la noche a la mañana. Necesitaremos  primero combustibles sintéticos, posicionamientos híbridos, infraestructuras de acumulación eléctrica… Transición que no vuelco. Porque otra cosa es imposible.  Tendremos que diseñar nuevas formas de movilidad, nuevos modos de consumo de proximidad, de reutilización de los recursos, de ocupación del suelo. No va a ser fácil. Será costoso e implicará cambios en nuestro modo de vida. Pero el esfuerzo merece la pena.

 

El catastrofismo, el “rompe y rasga”  o el vuelco de modelo se lo dejo a otros.  Unos, como aquel premio nobel,  ex mandatario americano, que  “evangelizaba” con el cambio climático mientras surcaba el planeta a bordo de su jet privado  emitiendo toneladas de Co2 por doquier. Otros, la vanguardia contra el desarrollismo capitalista. Los  que reniegan  de todo. Del petróleo, del gas, de lo fotovoltaico, de lo nuclear o lo eólico. Los que, de ser consecuentes,  deberían vivir como en la alta Edad media. Sin luz, agua corriente ni telefonía. Pero no. Son activistas  de pro, con Tablet, Iphone,  wifi, Bluetooth y Twitter. Con ellos, la extinción está más cerca.

 

 

2 comentarios:

  1. Muy interesante todo esto....pero hay un becerrista de Eibar que dice no olvida dónde estabais vosotros mientras ETA los asesinaba (a ellos).....igual vosotros habéis olvidado dónde estaba su partido cuando un tal GALindo arrancaba uñas a secuestrados en La Cumbre y cuando mandaban a la madre de Zabalza a objetos perdidos a buscar a su hijo.....
    vais a seguir soportando que esta gentuza os humille día sí día también o vais a reaccionar de una santa vez?. Me temo lo peor.

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  2. evidentemente, el mensaje no iba para ti.....disculpa. Espero que los que lo tendrían que entender lo entiendan.

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