viernes, 6 de julio de 2012

Twin Peaks

Twin Peaks fue una vibrante serie de televisión emitida en los años 90. Se desarrollaba en un pequeño pueblo del estado norteamericano de Washington en el que el misterioso crimen de una estudiante de secundaria revelaría todo un mundo oculto existente alrededor de una sociedad rural y de valores aparentemente tradicionales.


La trama de la historia, centrada en la búsqueda del asesino de la muchacha, el misterio que envolvía las relaciones vecinales y una magnífica dirección artística de David Lynch, hizo que la serie alcanzara un éxito inesperado de público. Los telespectadores, ávidos por conocer “quíen mató a Laura Palmer” hicieron que la audiencia del producto televisivo rompiera audiencias. Era algo diferente a lo ya visto. Una novedad que enganchaba. Pero el éxito, que reclamaba más sorpresas cada día y la innovadora producción que adecuaba sus guiones de manera dinámica a cada capítulo hizo que le frescura del producto deviniera en burda ficción . Las historias creíbles evolucionaron hacia lo paranormal, lo esperpéntico y la astracanada. Llevada la acción al mundo de los extraterrestres, a un universo mágico y de mito, la serie perdió sus seguidores y languideció hasta ser retirada de pantalla un año después de su flugurante éxito. Twin Peacks y Laura Palmer se apagaron sin pena ni gloria, dejándonos, eso sí, memorables recuerdos, tales como su sintonía o aquellas imágenes escalofriantes pero serenas del cadáver de una jóven envuelta en plásticos.

Hoy, en Euskadi, se pone en escena una nueva formulación política, Euskal Herria Bildu (EHB). El papel protagonista de la obra recae en otra Laura. Laura Mintegi. Licenciada en Historia y doctora en Psicología, esta navarra de nacimiento y bizkaitarra de adopción trabaja desde 1981 como profesora en la Universidad del País Vasco. Escritora y euskaltzale, desde 2006 es académica de la Academia de la Lengua Vasca Euskaltzaindia. Pese a que es ahora cuando ocupa la primera línea en la arena política, su vinculación con la Izquierda Abertzale ya le llevó en el pasado a formar parte de la candidatura de Amaiur a las Cortes Generales.


Su nominación como cabeza de lista de EHB a las futuras elecciones autonómicas ha reportado un aire de novedad a la política vasca ya que su perfil no se ajusta al estereotipo que nos tenía acostumbrados la Izquierda Abertzale. No obstante, sus primeras intervenciones y la opacidad en la que se ha producido su proceso de proclamación interna no acompañan a la “frescura” que su irrupción en política podía pretender.


Nadie comprende cómo los “campeones” de la participación ciudadana y de los procesos democráticos han elegido a Mintegi. Más que de un proceso asambleario, el nombre de Laura Mintegi parece salido de un “dedazo”, de una cooptación dirigida y centralizada. Eso, ni es bueno ni es malo. Es, simplemente, el ejemplo de un proceder político vertical de “ordeno y mando”. De una práxis muy extendida en el tiempo en la Izquerda Abertzale, en la que las decisiones se tomaban de manera sobrevenida. Y aunque Laura Mintegi se haya afanado en valorar el papel del diálogo como herramienta de convivencia, su posición parte de un pecado original de escasa legitimidad democrática. Hasta las formas en las que fue presentada –una intervención pública sin preguntas de los periodistas- recuerda los tiempos pasados de los monólogos o las arengas panfletarias. No quiero decir con esto que la reciente candidata participe de dichos métodos. Lo que me gustaría recalcar es que a la profesora universitaria ahora candidata a Lehendakari le queda por delante un trabajo ímprobo para destejer una forma de actuar muy característica del colectivo que representa. Sin ir más lejos, las manifestaciones de apoyo a Alduntzin en Gipuzkoa –en contra de la mayoría política representada en las instituciones- y hasta la alambicada lectura del reglamento que Bildu ha realizado para la articulación de la iniciativa de censura presentada en las Juntas Generales, nos llevan a tiempos ya pasados en los que la presión y la intimidación eran la única fórmula de acción conocida de la Izquierda Abertzale.


Frente a esa imagen de confrontación y de imposición, Laura Mintegi ha utilizado en sus primeras apariciones públicas un nuevo estilo. Ha tratado de romper con la imagen tradicional (pese a que su eslogan de precampaña ya lo utilizara tiempo atrás el PP) con propuestas innovadoras. Algunas, como el cambio nominal de las consejerías que ha anunciado, en caso de llegar al Gobierno, suenan a una candidez ingenuamente buscada. Denominar al departamento de la porra como de “libertades ciudadanas” es un disparate simpático. Por no decir nada de la “Soberanía alimentaria” vinculada al sector primario y el medio ambiente.


Como en Twin Peaks, todo puede empeorar por imaginación desmedida, y el anuncio rocambolesco de que EHB tiene ya los nombres de los nuevos consejeros-as, sin que se hayan convocado las elecciones, sin que se conozca el resultado de las urnas y que se priorice eso –la existencia ya de un equipo presuntamente gubernamental- a la elaboración de un programa de gobierno, es como empezar a hablar de extraterrestres y de encuentros en la tercera fase. Cuando la lógica indica que lo conveniente hubiera sido volar a ras de suelo, Laura Mintegi se ha ido a la estratosfera. Ya se sabe, el “Arrano beltza” se desenvuelve, al menos hoy, mejor en las alturas. Halcones y palomas en el mismo cielo. No sé yo cómo terminará la película.


Laura Mintegi  en su primer acto como candidata. El eslogan de precampaña ya lo utilizó en su día el PP



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