No tengo malas costumbres que me inciten a ver, a sentir, cosas extrañas. Tampoco tengo vocación de ser extrasensorial o de medium. Simplemente veo y percibo cosas extrañas. En un tiempo fue el rebuzno de un burro a meda noche en el centro de casco urbano de Getxo. Y, ahora, el fenómeno insólito es una aparición. No es la joven de la curva pero tiene algo de parecido. Se trata de una vieja, con vestido negro y moño, que circula a toda pastilla en una silla de ruedas eléctrica por el carril bici del populoso barrio bilbaino de San Ignacio. Como Marc Márquez en el campeonato mundial de moto GP, pero en un carricoche automático de discapacitado y con setenta y muchos años a cuestas.
La buena señora tiene bien estudiado el trayecto por el que transita. Entre bicicletas, patinetes y otro tipo de artefactos móviles corta el viento como si no hubiera mañana. Impasible ante el tráfico o la mirada incrédula de viandantes y conductores, ella va a lo suyo. A toda leche. Su temeridad asombra.
No atiende a semáforos, ni a pasos de peatones. Cuando llega a un cruce, aunque la normativa prohíba el giro o gestione su paso mediante señales visuales, la fitipaldi de San Ignacio mira a un lado, a otro y en cuanto se convence de que tiene margen para atravesar la vía, arranca aceleradamente.
No se crean que la visión es fruto de un espejismo. No. Me he encontrado a la mencionada anciana motorizada al menos en media docena de ocasiones. Todas ellas entre las ocho y cuarto y las nueve de la mañana. En la última ocasión (el martes de esta misma semana) tuve la curiosidad de detener mi marcha para poder adivinar hacia dónde se dirigía la intrépida anciana. Tras “navegar” por el carril bici, por la calzada y, finalmente por la acera, la perdí en las puertas de acceso de un centro residencial propiedad de una entidad crediticia vizcaina. ¿A dónde iría tan pronto? ¿A desayunar? O simplemente daba un paseo?
Tal vez la conducta de la citada señora del carrito veloz obedezca a algún tipo de rebeldía de última hora. Quien sabe si en su mocedad se vio obligada a quedarse en casa y ahora, a la vejez viruelas, haya descubierto la velocidad y disfrute haciendo carreras. Sus razones son una incógnita para mi. Lo único que puedo constatar es que la “motera de San Ignacio” disfruta como una chiquilla con zapatos nuevos. Rompiendo moldes. Esperemos que solo rompa eso. Y que no tenga percance alguno.
Arnaldo Otegi traslada una situación similar. Ha descubierto la política madrileña hace dos días. Cree entusiastamente que tiene juego en ella, que su papel puede ser influyente y en esa coyuntura está más feliz que un ratón encima de un queso. Me encanta que le encante.
Cada vez que los partidos unionistas sacan su nombre a pasear -en debates o en declaraciones para la galería- se siente recompensado . Aunque le citen en negativo, la notoriedad le llama a sentirse satisfecho. Y cree que en la actual inestabilidad él y su formación, van a resultar claves a la hora de poner o quitar un gobierno u otro.
Solo así puede interpretarse la hiperactividad que demuestra el dirigente de EH Bildu. Acercamientos con Esquerra Republicana, contactos con Podemos, con “Pablo”, con Puigdemont, con Ginebra (Marta Rovira), con las CUP… Y me parece bien. Ya es hora de que salgan del aislamiento en el que han vivido para ampliar horizontes. Pero, como siempre, llegan tarde al tablero político del Estado, aunque mejor tarde que nunca.
Sé que desde la “izquierda independentista” alguien pensará que esta mención, o alguna otra similar, obedece , supuestamente a ciertos celos del PNV. Creen que a la vista del buen resultado obtenido por EH Bildu en las últimas elecciones, su posición hace peligrar el monopolio de lo vasco en Madrid que siempre han atesorado los jeltzales. Y no. El PNV, ese partido al que los seguidores de Otegi siguen pintando sedes y acusando de ser “español”, sabe distinguir muy bien quienes son sus adversarios y donde están. Sabe perfectamente cual es su papel y su protagonismo. No en vano, sus diputados llevan en las Cortes Generales más de un siglo con grupo propio. Y de forma protagonista los últimos cuarenta, en los que han sido la única voz de Euskadi en Madrid. Entre otras razones por la incomparecencia de Otegi y sus correligionarios.
No hay reproche a la tardía vocación de la Izquierda Abertzale en la política del Estado. Entiendo que lo hacen, como otros, en defensa de los intereses de vascos y vascas. Pero resulta un tanto grotesco el entusiasmo con el que actúan.
Solía contar Xabier Arzalluz que cuando el año 1977 el PNV decidió participar en las primeras generales elecciones apostando por una estrategia gradualista en la construcción nacional, los entornos de la radicalidad -ETA en sus diferentes versiones y sus satélites- se dedicaron a denostar ferozmente a los jeltzales por legitimar la reforma, el lugar de apostar abiertamente por la ruptura con el estado “opresor”.
Su propuesta era la “lucha armada” y la expresión genuina del menosprecio a lo que representaba “Madrid” lo significaba Telesforo de Monzón, el referente histórico que encabezaba aquel movimiento con su cita despreciativa de la incapacidad de los “ocho diputaduchos” del PNV frente a todo el “búnker” asentado en el Congreso. El de Bergara que había sido impulsor en Txiberta del fracasado intento de un Frente Nacional Vasco terminaba por crear, con quienes respaldaban la tesis del enfrentamiento total con el Estado, la Mesa de Alsasua, embrión de Herri Batasuna, la organización política primigenia de la “izquierda abertzale”.
Así, quienes despreciaban la capacidad de influencia de los “diputaduchos”, se conjuraban en “ganar la guerra” contra España, sin entrar a valorar su minúscula fortaleza armada frente al poder de un Estado con ejércitos regulares, tanques, aviones e infinita superioridad coercitiva.
En aquellos años de la “épica” sólo EIA –Euskal Iraultzarako Alderdia- optó , junto al ya mencionado PNV, por mantener una estrategia política, en paralelo a la militar practicada por buena parte de sus activistas . Así, junto al Movimiento Comunista (EMK), también escisión de la propia ETA, configuró una alternativa electoral denominada Euskadiko Ezkerra , cuyo cabeza de lista , Francisco Letamendia, Ortzi , consiguió acta de diputado en las cortes constituyentes (1977). El periplo de Ortzi terminó un año más tarde, fecha en la que formalmente nacía Herri Batasuna.
En los diez años siguientes y pese a presentarse a los comicios con desigual resultado la Izquierda Abertzale estuvo ausente de Madrid . Tal abandono de los escaños fue roto tras las conversaciones de Argel -1989- pero el retorno a las Cortes por “imperativo legal”, fue más táctico que otra cosa.
El asesinato de Josu Muguruza, diputado electo por Bizkaia, en noviembre de 1989 marcó, sin duda alguna el devenir de su formación con el parlamento español donde su participación fue puntual y esporádica. A partir de 1996 y hasta 2011 (con ilegalización de por medio), la Izquierda Abertzale volvió estar ausente en Madrid. Y desde esa fecha hasta ahora su presencia ha sido constante y activa.
El balance en estos últimos cuarenta años de esta formación ha sido, cuando menos, pintoresco. Su participación, exótica y propagandística. Tal dinámica de aparecer y desaparecer como las aguas del río Baias a su paso por Araba, se podía entender en la subordinación de la acción política a la estrategia armada y su presencia en las Cortes tenía un único objetivo; la negociación como punto final del conflicto. La corbata de Jon Idigoras, el agradecimiento de Errekondo a “su majestad “ por su entrevista en Zarzuela o la imagen de Angel Alcalde –preso preventivo- en el hemiciclo (posteriormente fugado) son algunos de los momentos simpáticos que la Izquierda Abertzale nos ha dejado en estos cuarenta años.
Hoy, 2019, a los herederos de HB parece que les ha llegado el momento de dejar de aliarse con la “ruptura” para apuntalar la “reforma” que tanto denostaron. Bienvenidos al club. El retraso para incorporarse al tren no merece más reproche que un “ya era hora”. Lo que no resulta de recibo es que en su intento de encontrar un sitio en el panorama, como la vieja motorizada de San Ignacio, traten de atajar por cualquier lado, con el riesgo cierto de atropello. EH Bildu quiere erigirse en “determinante” en la política española. Determinante allí. Aquí siguen siendo disolventes. Sin capacidad de ejercer su influencia en positivo. Ya se harán mayores. Pero lo harán tarde, muy tarde.
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