Con ese principio asumido indeleblemente nos asomamos a un nuevo tiempo en el que la excepcionalidad provocada por la pandemia comienza a desaparecer.
En el ámbito sanitario, afortunadamente , los nuevos contagios decrecen y hay quien afirma que , según los estudios epidemiológicos, el próximo mes de junio podrá ser ya un tiempo sin nuevas infecciones propias (más allá de brotes exportados). En ese sentido no cabe sino reconocerse el acierto y el rigor de quienes desde el Gobierno vasco han hecho seguimiento científico a la pandemia, presentando informes que posibilitaron, entre otras cosas, la toma anticipada de medidas que evitaran el colapso hospitalario.
El rigor del equipo sanitario vasco y la capacitación de sus decisiones, fueron puestas en entredicho por quienes entienden la acción política desde la irresponsabilidad del pim-pam-pum. Es justo en este punto, recordar hoy que el ministerio de sanidad ha hecho públicos sus informes evaluatorios de las comunidades autónomas, aquella infamia deslizada por la candidata de Podemos, Miren Gorrotxategi, señalando que Euskadi no estaba preparada para pasar a la “fase 1” de la “desescalada” y apuntaba tendenciosamente que a aquella situación se había llegado mediante un “apaño” político dirigido por el PNV.
Los informes del Ministerio estatal no dejan duda de la solvencia , la preparación y la eficacia del sistema vasco de salud. Sin embargo no hemos visto que Gorrotxategi se haya disculpado o haya rectificado sus palabras. Tampoco lo han hecho los portavoces de EH Bildu que en sus múltiples apariciones públicas cuestionaron la veracidad de los datos aportados por el Gobierno vasco , extendiendo la sospecha de que todo estaba peor de lo que oficialmente se nos decía. Pero a ese juego sucio de propagar un infundio para alimentar la desconfianza hacia los poderes públicos estábamos ya acostumbrados.
Politiquerías al margen, si la caída de los casos infecciosos continua y se cumplen las previsiones (si la actitud cívica continua y no se dan esperpentos peligrosos como el de las playas de os pasados dias) nos encontraremos a las puertas del verano con la desaparición del “estado de alarma” o su permanencia residual en zonas geográfica donde la pandemia se mantenga resistente.
Previsiblemente, Euskadi y sus instituciones recuperarán todo el poder competencial perdido durante la crisis y el transito hacia la “normalidad” estaría en manos de las autoridades vascas.
La vuelta a la “normalidad”, seguramente, tendrá aún cautelas. Cortapisas lógicas ante el duro coste en vidas humanas que la enfermedad ha generado, pero nos acercaremos a una recuperación casi plena del sistema de vida que disfrutábamos con anterioridad a la llegada de la enfermedad. Por lo tanto , “normalidad” convivencial, económica, cultural y también política.
La celebración de las elecciones vascas el 12 de julio será, previsiblemente, un nuevo acierto de quienes diagnosticaron la evolución de la pandemia. Aunque tampoco obtengan el reconocimiento a posteriori de quienes se han opuesto a todo.
Los comicios se desarrollarán extremando las medidas de seguridad y garantizando la libre participación de la ciudadanía vasca. La lógica indicaría que , tras las extraordinarias circunstancias vividas , la liturgia electoral se limitara en tiempo y coste, evitando una confrontación que nadie entendería . Sin embargo y curiosamente, quienes más radicalmente se han expresado en contra de la cita con las urnas, son quienes piden mantener una campaña tradicional de quince días.
Dicen que, limitar el plazo de campaña sería cercenar el principio de igualdad de oportunidades. Paradojas de la vida pero es que la contradicción es el hábitat natural de algunas candidatas.
Con los precedentes que hemos visto hasta ahora, es probable que vivamos un proceso de escalada verbal, similar a la desagradable experiencia madrileña. Una desesperante secuencia de tensionamiento social que buscará el cuerpo a cuerpo con el PNV, el partido a batir por unos y otros.
El retorno a la realidad democrática nos va a traer un proceso bronco de confrontación en clave electoral. Salirse de ese guion será fundamental para quien quiera liderar el resurgimiento del país tras la hecatombe padecida.
Y liderar el país significará afrontar con arrojo una situación económica de emergencia. Afrontar las consecuencias de una crisis sin parangón con una amenaza de paro como hacía mucho tiempo que no conocíamos. Con una falta de certidumbre en el campo industrial que puede poner en riesgo a sectores productivos estratégicos del país. Con un impacto brutal en el devenir de muchas pequeñas y medianas empresas, por no hablar de iniciativas impulsadas por los autónomos. El país, Euskadi, necesita recuperar el pulso, volver a ponerse en pie en una coyuntura que hoy es desoladora.
Según unas primeras estimaciones , la caída en la recaudación de recursos públicos motivada por el cese de la actividad económica puede dejar un agujero a nuestras instituciones superior a los dos mil millones de euros para el presente ejercicio. Una merma presupuestaria sin precedentes que afectará a la capacidad del Gobierno, las diputaciones y los ayuntamientos para reaccionar eficazmente frente a la crisis.
Tanto en este ejercicio como en el siguiente.
El grave problema podrá mitigarse si las administraciones públicas, rompiendo moldes anteriores, echan mano de nuevo endeudamiento. Hasta el momento, el control de la deuda garantizaba la sostenibilidad de nuestra economía. Pero la gravedad de la quiebra provocada por la pandemia del COVID 19 obligará a nuestras instituciones a tirar del carro del consumo, de las prestaciones sociales, de las inversiones productivas para volver a poner en marcha el motor de nuestra economía. Y eso obligará a echar mano del endeudamiento como medida temporal de salvamento.
Es el momento de arriesgar. Y también de proteger el empleo encapsulado en ceses temporales que no deben transformarse en fórmulas de extinción definitiva porque se llevarían por delante la cohesión social de este país. Según datos de esta misma semana, los trabajadores vascos afectados por los ERTES superaban los doscientos mil. Doscientas mil personas pendientes de la continuidad de sus puestos de trabajo y cuya estabilidad temporal solo está garantizada hasta el próximo mes de junio. Y a estos hay que añadir quienes ya han ido directamente a engrosar la lista del paro.
Empleo, políticas anticíclicas, inversoras, fomentadoras del consumo, protectoras de la actividad. Eso es lo que necesita no solo el país. Lo necesita el Estado y el conjunto de Europa. La Comisión Europea parece haberse puesto, por primera vez, la pilas para afrontar con rigor y osadía una respuesta común a la crisis. La presidenta de la UE, Úrsula von del Leyen, presentó esta semana una propuesta de fondo comunitario por importe de 750.000 millones de euros destinados a la reconstrucción económica de Europa. La alternativa apunta en la buena dirección.
Aguas abajo, en Euskadi, nuestro reto pasas por alimentar la reactivación industrial como levadura que haga volver crecer el empleo y la riqueza comunitaria.
Eso es lo que ahora toca. Parafraseando a Otegi, no es tiempo de broncas, ni de críticas, ni de confrontación. Es tiempo de forjar un gobierno fuerte que nos impulse a retomar la senda del crecimiento y del bienestar. Alejados de las politiquerías y del enfrentamiento discursivo que algunos empiezan a proponer. Necesitamos salirnos de la melé y dedicar todo nuestro empeño en recuperar la actividad garantizando el empleo. Eso es lo que de nosotros reclaman miles de conciudadanos que aspiran a recobrar la normalidad en sus vidas. Ahora toca, ponerse en pie y comenzar a caminar.
Bete betean, ados!!
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