sábado, 15 de mayo de 2021

MAÑANA SOL. Y BUEN TIEMPO

 Desde que Pedro Sánchez puso en marcha el temporizador, contando los días que, según su calendario, faltaban para alcanzar la inmunidad colectiva de la pandemia, todo ha sido un “corre-corre” atropellado, desaforado, sin control  ni sentido. Como pollo sin cabeza.  

La decisión de no prorrogar el “Estado de alarma”  fue el inicio de  una cuenta atrás  que establecía “un nuevo tiempo”. El tiempo del turismo.  

Sí, puede resultar frívolo, pero  detrás  de la nueva estrategia inaugurada con vehemencia  por el inquilino de la Moncloa, se encuentra la necesidad que tiene España de arrancar con la campaña turística. No olvidemos que el turismo, según datos de 2019 –pre pandemia- se convirtió en el sector que más riqueza aportaba a la economía del Estado, con un total de 176.000 millones de euros anuales, lo que representaba el 14,6% de su Producto Interior Bruto, además de 2,8 millones de empleos .

Esa tasa  se redujo hasta el 5,5% en el 2020 con la llegada  del coronavirus. Por eso ahora, cuando la situación epidemiológica mejora, pero no desaparece, Sánchez se ha propuesto recuperar el espacio perdido. Para ello, para que los turoperadores comenzaran a programar  ofertas vacacionales en España, necesitaba  hacer desaparecer la excepcionalidad del Estado de alarma. Necesitaba abrir las fronteras, los aeropuertos, a los potenciales viajeros. Quitarles el miedo  ofreciendo una “seguridad” de cartón piedra que  les motivara a trasladarse, a contratar sus vacaciones y, con ello, estimular a una hostelería  escuálida y al borde de la quiebra tras meses de inactividad forzosa.  Y hacerlo, además, antes que sus competidores  -Italia por ejemplo- abra el escaparate de su oferta de destino  con atractivas promociones que oculten  el impacto de la COVID.

Amparado en el ritmo de vacunaciones, a pesar de que el Gobierno central no pone  ni una sola dosis de las vacunas –solo centraliza su llegada y reparto a las comunidades autónomas- y en el descenso de las tasas de infección, Sánchez nos ha emplazado a todos a celebrar la nueva “anormalidad”  del verano.  Ilusión de un estío  sin restricciones –algunos empiezan a pedir el abandono de las mascarillas-.  Panorama de postal, con sol,  paella, sangría y, para los “guiris” , dosis extra de “veterano”. 

Basta ver la campaña publicitaria titulada “Te mereces España”, dirigida  a la atracción del turismo internacional, para percibir el “país de jauja” que se pretende para los próximos meses.  Ni fondos europeos, ni reformas pendientes, la recuperación pasa por el turismo.  Es el pentecostés ansiado. 

Desde que Ayuso arrasara en Madrid con su mensaje de “cañas y patatas bravas”, se ha impuesto la  filosofía política  de solo emitir noticias positivas.  Es como si los dirigentes del país que sufrimos hubieran abdicado  de la realidad para entregarse  a relatar “el cuento de la buena pipa”. Hablar y hablar sin escuchar.  Quizá piensen que  el hartazgo de la ciudadanía,  cuyo deseo más  señalado es acabar cuanto antes  con esta pesadilla,  necesita  de placebos positivos. Por eso, aunque resulte una  posición incierta e irresponsable,  se ha optado por propiciar una “desescalada”  acelerada e inentendible en el contexto que vivimos. 

En base a esa ficción, a la necesidad de  ir creando espejismos de recuperación y retorno a la normalidad, se ha fijado la idea de que la pandemia es el pasado  y el futuro  que no espera es la repanocha.  Hasta el público va a volver a los estadios de futbol o a las canchas de baloncesto, aunque la temporada esté a punto de finiquitar.  ¡Qué más da, si las decisiones debieran ser tomadas por los gobiernos autónomos y no por la Moncloa!  ¿A quien le importa la legalidad? Cuenta atrás. Ya queda menos. Hay que prepararse  para llenar la “Cartuja”  en la próxima Eurocopa.  Pan y circo.  Tic-tac. Ya queda menos. 98-97-96 días para el triunfo.

Inaudito.  El pasado es el Estado de alarma. Y el futuro, la “inmunidad de rebaño” (Bééééé!) ¿Y el presente? ¿Se ha olvidado Pedro Sánchez del presente? Las personas que enfermen  de aquí a la fecha mágica  fijada por Sánchez en el calendario ¿no existen? ¿Qué son? ¿Víctimas colaterales? ¿Y las que fallezcan en el ínterin? 

El presidente español ha convertido el presente en un agujero negro. Un paréntesis que ha desaparecido de su agenda. Como ha desaparecido la pretendida “cogobernanza”. La excepcionalidad de la pandemia  ha arrastrado los límites  de autogobierno marcados en las leyes  -Constitución y Estatuto de autonomía- hasta situarlos  en el ámbito de la subordinación  de decisiones centralistas, revestidas de comisiones “interterritoriales” o incluso de presuntas  “cumbres presidentes autonómicos” en las que telemáticamente cada cual echa su rollo y luego Sánchez anuncia sus medidas. Cuando  no lo hace al revés; primero  hace públicas sus decisiones para, después, dejar que los demás hablen. Cortesía de tiempo perdido. Federalismo simétrico. Café para todos cocinado  en la molienda  de Moncloa. Jacobinismo de siglo XXI que, de continuar por este camino, nos puede conducir a un conflicto político de graves consecuencias.  

Ahora, ha llegado el momento del turismo, ese gran invento que antes promocionó Paco Martínez Soria y que ahora promueve Pedro Sánchez. La cuenta atrás de Moncloa continúa; Tic-tac. 96-95.  Es como la canción de “Kortatu” titulada, “revuelta en el frenopático”.  “La asamblea de majaras se ha reunido. La asamblea de majaras ha decidido: Mañana sol. Y buen tiempo.”  Sánchez cruza los dedos. Confía en su suerte. Espera  que su apuesta fructifique. Si su vaticinio falla…

Todo este desbarajuste ocurre mientras en Euskadi, los partidos de la oposición se dedicaban a llevar ante el Parlamento la reprobación de la Consejera de Salud, Gotzone Sagardui.  Una “reconvención” registrada en febrero pero activada ahora, en el momento que EH Bildu ha considerado más oportuno para sus intereses.  ¿Razones para la censura? Los ya escuchados una y otra vez por quienes, además de “virólogos reputados” son “epidemiólogos de postín” y notarios de una gestión “improvisada”, “mentirosa”, “irregular”, “enchufista”  y  “corrupta”. 

 Un “juicio sumarísimo” inverso. Primero se condenaba y luego se buscaban o fabricaban las supuestas pruebas para  argumentar la sentencia. Muy en la línea histórica de la Izquierda Abertzale o de lo que se denominó MLNV.  Ese pasado oscuro y patibulario que siempre termina por aparecer en los tics  de una organización enrocada en su visceral odio hacia el PNV. (De las amenazas de los cachorros de ERNAI hablaremos otro día).

Coincidencias de la vida,  el pataleo parlamentario de los grupos de la oposición  se desarrollaba el día que veía la luz un informe de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP)  según el cual Euskadi  era la comunidad autónoma  del Estado con mejores servicios sanitarios. No. El estudio no lo hizo el PNV. Ni Urkullu.  Lo firmó la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), una  entidad sin ánimo de lucro declarad de “utilidad pública” que reúne a profesionales de la sanidad de todas las categorías, titulaciones e ideologías políticas  y que tiene como finalidad la defensa del sistema público de salud.  

Para redondear  la extemporalidad de la denuncia de la oposición parlamentaria, veía la luz un nuevo informe –Instituto de Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo- que concluía que Euskadi era una de las regiones europeas mejor valoradas por su gestión  de la pandemia, ocupando el primer puesto  entre las comunidades autónomas del Estado español. 

Gotemburgo es Suecia y allí, que yo sepa, no gobierna el PNV. Lo digo para quienes crean que  el estudio es pura propaganda. 

Los reconocimientos externos son, a veces, el contrapunto  a las miopías autóctonas. Pero  todo es susceptible de mejora y los servicios públicos deben perfeccionarse de manera continua. 

La pandemia  ha demostrado –no solo aquí, en todas partes- que  las circunstancias excepcionales  ponen evidencia las fragilidades de los sistemas de protección. La incertidumbre,  la novedad del desafío, resultan imprevisibles y ahí, en ocasiones, se ven las costuras de los servicios públicos. También a los nuestros. Pero, sin autocomplacencia,  deberemos reconocer  que pese a todas las tensiones, el Servicio Vasco de Salud ha demostrado – y lo sigue haciendo- una solvencia  y una garantía fuera de toda duda.  Esperemos que decisiones ajenas, como la arriesgada propuesta de Sánchez de  dar por terminada la pandemia en fecha fija, no ponga en riesgo  el umbral de resistencia a la enfermedad que comenzamos a obtener. 




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