miércoles, 13 de abril de 2022

ABERRI EGUNA 2022

 Hace ahora 90 años que el nacionalismo vasco reclamara democráticamente la construcción de la Nación Vasca, el resurgimiento de su patria, Euskadi, como proyecto y sujeto político propio. Aquella reivindicación, repetida cada Domingo de Pascua, se convirtió en una expresión libre de voluntad colectiva, en una demanda legítima para formalizar una estructura de país surgida de la decisión soberana de su ciudadanía, acorde con los principios de la democracia y de los derechos humanos.

Se cumplen 90 años del primer ‘Aberri Eguna’, de la reclamación de una Patria, Euskadi, que tan solo un año más tarde –el lema del Día de la Patria de 1933 fue ‘Euzkadi Europa’– se vinculaba al proyecto de una Europa en ciernes que se pretendía fuera una nueva federación de pueblos que garantizara la paz, el desarrollo y la justicia social de el Viejo Continente. Pero la esperanza de concordia y de un futuro mejor pronto se vio truncada. Y la crueldad humana, representada por la guerra, sumió, primero a este país (Guerra Civil) y posteriormente a toda Europa (II Guerra Mundial), en la desolación, el horror y la desesperanza.

Ha pasado mucho tiempo desde aquella tragedia; desde la sublevación armada contra la legitimidad democrática; desde el bombardeo de poblaciones civiles indefensas por parte de potencias militares que experimentaron nuevas formas de horror; desde los crímenes indiscriminados de una dictadura de miedo. Han pasado decenios de aquel sufrimiento, de aquella represión, de la postración colectiva, pero las profundas heridas que una guerra provoca siguen aún sin cicatrizar en muchas familias de este país a las que la violencia truncó su porvenir, se llevó a sus seres queridos o condicionó su propia expectativa de vida. Aún estos días, 85 años después del final de la contienda en Euskadi, siguen apareciendo en nuestro entorno fosas comunes con restos humanos de gudaris y milicianos que sucumbieron sin que los suyos tuvieran noticias de su suerte o de su paradero. Es nuestra obligación, como herederas y herederos de aquel sacrificio humano, recuperar sus vestigios, identificarlos, hacerlos llegar a sus familiares y honrar su memoria como tributo de reconocimiento y reparación. 

Nuestros y nuestras mayores supieron que el futuro de este país debía estar ligado a Europa. Y, desde la misma génesis del movimiento europeo, participaron en la constitución de aquel sueño federal de pueblos y naciones que pretendía unir sus fuerzas para desterrar los errores de la historia pasada y consolidar una alianza de paz y prosperidad entre naciones. Europa ha sido, durante años, garantía de paz y de proyecto común de colaboración. El sueño de la Unión, nacido tras la última gran guerra y alimentado, primero, por la necesidad de un mercado común y, después, por la voluntad de establecer un espacio político compartido, se afianzó frente a la caída del Muro de Berlín, el deshielo de la Guerra Fría y la ruptura de la estrategia de los bloques. Pero la Unión Europea, lejos de avanzar en su pretensión de fortalecer un estamento supraestatal, ha visto frenada su proyección con una crisis de crecimiento que la ha vuelto a dejar desubicada en el nuevo panorama geoestratégico mundial, donde potencias emergentes como China o Rusia compiten abiertamente con los Estados Unidos por el liderazgo de la nueva realidad internacional.

En este marco complejo de un mundo cada vez más globalizado e interdependiente es donde, una vez más, la estupidez humana ha vuelto a provocar el caos de una intervención bélica, cuyo riesgo cierto, en el supuesto de generalizarse, podría tener consecuencias devastadoras para la Humanidad. La invasión de Ucrania por Rusia, además de significar una agresión injustificable, constituye una vulneración del Derecho Internacional, basado en la prohibición del uso de la fuerza para violentar la voluntad popular soberana de un Pueblo y ocupar su territorio. Y supone además un claro desafío al orden internacional establecido y a la voluntad de paz y concordia mundial, amenazadas con la utilización de armamento de destrucción masiva.

Como decíamos recientemente en un pronunciamiento público, el Partido Nacionalista Vasco considera que esta invasión es categóricamente injustificable y que los crímenes de guerra que se están cometiendo resultan execrables, por lo que sus responsables deberán comparecer ante la Corte Penal Internacional y ser juzgados por sus ignominiosas acciones de guerra y de lesa humanidad. Este abominable ataque, que afecta al sufrimiento de una población civil indefensa que huye despavorida, vuelve a recordarnos que los valores de la libertad, la democracia, la prosperidad y la justicia social no son una conquista asegurada, sino que debemos protegerlos y promocionarlos de manera permanente, con todos los medios lícitos y con la máxima determinación.

En el reguero de cadáveres que hemos visto en las televisiones de todo el mundo en las calles de la localidad de Bucha, las vascas y los vascos nos hemos sentido ucranianas y ucranianos. En el horror de hoy en Irpín, Járkov, Mariúpol o Kiev vemos reflejados los bombardeos de ayer en Gernika, Durango, Otxandio… En la valentía y entereza en la resistencia de los dirigentes ucranianos recordamos el compromiso y el liderazgo del Lehendakari Agirre y de aquella generación de vascos y vascas que sacrificaron todo lo que tenían, hasta su propia vida, en defensa de la libertad y de Euskadi. En las personas refugiadas llegadas a Polonia o a Moldavia encontramos a aquellos niños y niñas vascos separados de sus progenitores y evacuados en barcos a Inglaterra, a Francia, a Bélgica, a la Unión Soviética… Y en los intentos de descrédito, de manipulación y de desinformación que hoy se emplean como elementos de una nueva ‘guerra híbrida’ al servicio de la agresión, identificamos igualmente las mentiras que antaño acompañaron la masacre de Gernika y la inverosímil versión oficial que durante años falseó la destrucción con una humillante leyenda negra.

Llevamos unos cuantos años en los que la reivindicación del Aberri Eguna nos encuentra sumidas y sumidos en la excepción. La pandemia mundial del coronavirus condicionó sensiblemente nuestras vidas, no solamente en lo que a comportamientos sociales se refiere sino también en lo referente a nuestra capacidad de bienestar y progreso. La inactividad y el aislamiento habían provocado un parón, un estancamiento de nuestra vocación de crecimiento. Pero, cuando pensábamos que la crisis provocada por el virus podía y comenzaba a revertirse, una nueva sacudida, esta vez en forma de guerra, nos ha dejado consecuencias económicas y de desarrollo que aún es pronto para evaluar pero cuyos primeros síntomas resultan preocupantes. Si bien no se ha producido un ámbito de recesión, sí hemos observado una desaceleración en nuestras previsiones de mejorar nuestra calidad de vida. El incremento de los precios provocado inicialmente por la crisis energética y el desabastecimiento de componentes y materias primas, vitales para sectores productivos de primera línea, nos están pasando una factura económica notable que será preciso mitigar de la mano de un sector público que lidere, una vez más, propuestas y medidas que favorezcan la cohesión social y doten de músculo a nuestro tejido productivo.

 

Asistimos a un nuevo tiempo político caracterizado por la complejidad y la incertidumbre. Los cambios de naturaleza estructural derivados del proceso de globalización, reajustes de orden geopolítico, la emergencia de nuevos proyectos que cuestionan el sistema democrático, sitúan a Euskadi ante la necesidad de establecer un proyecto de futuro que permita seguir construyendo la nación vasca y responder así a las demandas de una nueva era; una era que presenta retos inaplazables para nuestro país: el reto demográfico, seguir garantizando la igualdad de oportunidades y la cohesión social, la digitalización de la economía para seguir siendo competitivos a nivel global,  hacer frente al cambio climático estableciendo una transición ecológica justa y garantizar el desarrollo de la identidad, la cultura y el euskera en un contexto cada vez más abierto, diverso y multicultural. Aspiramos a un futuro mejor, no peor; un futuro abierto al mundo, no refugiándonos en los límites del pasado; un futuro caracterizado por la libertad, seguridad, prosperidad, sostenibilidad y diversidad. La Agenda 2030 debe constituir la hoja de ruta para situar a Euskadi en Europa y en el mundo.  

Hoy más que nunca queremos reivindicar el modelo vasco y los valores que han dado capacidad y solidez para afrontar el futuro a las mujeres y a los hombres de este país cada vez que nos hemos encontrado en una encrucijada histórica: profundizar en la cultura democrática y en la justicia social desde el respeto a los derechos fundamentales, acatar la voluntad mayoritaria de la sociedad vasca, respetar a los que piensan de manera diferente, huir de visiones sectarias, emprender para generar prosperidad al servicio de la sociedad, fortalecer la comunidad y la cohesión social para que nadie se quede atrás, construir sobre lo ya construido sin pretender comenzar la historia, aprender e innovar para avanzar  y…..saber sembrar para que las futuras generaciones puedan seguir construyendo. La responsabilidad social ha guiado y debe guiar el futuro de este país. Ese es nuestro faro.                      

La construcción nacional, la hoja de ruta de Euskadi está directamente vinculado a la capacidad de autogobierno y a la progresiva institucionalización de los derechos nacionales de Euskadi desde el diálogo y el acuerdo. Este proceso deberá estar enraizado en los valores democráticos más profundos, será complejo y gradual, pero exigirá la implicación del conjunto de la sociedad vasca a través una gobernanza colaborativa entre las instituciones públicas, el conjunto de los partidos políticos y la sociedad vasca; sólo de esta manera podremos lograr un autogobierno vasco sólido, ligado al proyecto europeo y reconocido a nivel global.         

Como ‘pueblo en marcha’, siempre hemos aprendido de los avatares que hemos tenido que sortear en el camino recorrido. La globalización de hoy, con la pandemia y la dependencia de mercados lejanos, nos ha demostrado que la deslocalización de la producción vinculada al abaratamiento de costes puede provocar una dependencia en el suministro de componentes y materias primas que estrangule, en un momento dado, nuestra capacidad productiva. De ahí la importancia de ser dueñas y dueños de nuestro destino, de tener capacidad de articular en cada momento, de manera autónoma, las medidas que nuestro pueblo necesite. Sin tutelas ni intermediaciones que dificulten una acción eficaz. 

Hoy somos más nación que hace 40 años. Mucho más. Un pueblo mucho más consciente de sí mismo. Pero la sociedad y el mundo que nos rodeason distintos. Las aspiraciones personales de la ciudadanía no son las mismas que hace unas décadas. Y las de mañana serán distintas a las de hoy. De la misma manera, el futuro de las estructuras políticas internacionales está en constante adaptación. Nadie puede negarlo. El mundo cambia, y Euskadi con él. Es indudable que nos enfrentamos a un cambio de ciclo en las relaciones sociales y políticas a nivel mundial. Y, con mayor razón, debemos asumir la incertidumbre tras la guerra provocada por Rusia en los límites orientales de nuestra Unión Europea. Lógico es que nos preguntemos por cuál es la senda que debe guiar nuestros pasos en este futuro incierto en el que nos movemos.

Tenemos claro cuál es el puerto final al que queremos arribar: aquel en que nuestro pueblo sea plenamente dueño de su destino en igualdad con el resto de pueblos de Europa y del mundo. Dicho esto, toca preguntarnos sobre cuáles serán los retos que deberá atender el nacionalismo vasco para navegar en esa procelosa marejada que nos aguarda. Toca, una vez más, escuchar a la ciudadanía. Atender cuales son sus inquietudes, sus percepciones, sus anhelos. Escuchar para seguir construyendo juntas y juntos. ‘Entzunez Eraiki’.

Luchamos por la libertad de Euskadi. La cuestión estriba en determinar cómo lo vamos a seguir haciendo en estos tiempos tan complejos. Y la respuesta siempre está del lado de la voluntad mayoritaria de este Pueblo. Dos son las premisas básicas que deben sustentar nuestra acciónla unidad y la confianza. Si permanecemos unidas y unidos sabremos resistir y salir adelante en cualquier adversidad, por complicada que sea, que se presente en nuestro camino. Y con la unidad precisa, sabremos transmitir a la sociedad vasca la confianza necesaria para avanzar en el compromiso de construcción nacional. 

Esa misma sensación que hoy nos preocupa se planteó, con mayor dramatismo, hace 85 años. Y fue el Lehendakari Agirre quien encapsuló esa idea el 30 de junio de 1937, en el denominado ‘Manifiesto de Trucíos’, durante la retirada del Ejército Vasco tras la ocupación de Bizkaia por las tropas sublevadas. El territorio habrá sido conquistado; el alma del Pueblo Vasco, no; no lo será jamás”Lo importante era, es y seguirá siendo el alma del Pueblo Vasco, su sentido de colectividad, su identificación como tal, su voluntad de ser libre.

Somos un pueblo solidario. Sufrimos con quienes sufren. Resistimos con los resistentes. Y nos esperanzamos con quienes jamás pierden la esperanza. Denunciamos la violencia, provenga de donde sea. Defendemos los Derechos Humanos, el derecho a la vida, a la libertad, a la decisión soberana de los pueblosHoy, como ayer, decimos ‘No a la guerraNo’ a la acción criminal de quienes, por la fuerza,pretenden alterar los límites de la convivencia y la expectativa de vida de miles de personas inocentes.

Hoy, Aberri Eguna, Día de la Patria Vasca, las y los nacionalistas vascos reivindicamos el derecho de todos los pueblos a defender libremente su futuro. El futuro de Euskadi, de Ucrania, del Sáhara Occidental… Y en ese afán llamamos a todas y a todos los abertzales de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa, Nafarroa, Lapurdi, Behe Nafarroa y Zuberoa, así como a los repartidos por todos los confines del mundo y agrupados en las Euskal Etxeak, a celebrar nuestro díael Día de la Patria Vasca, el Aberri Eguna. 

 

El tiempo que nos ha tocado vivir exige de nosotras y de nosotros sumar voluntades. Reclamamos paz en el mundo, justicia y defensa de los Derechos Humanos. Exigimos el cese de la guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania y las criminales acciones perpetradas contra la población civil indefensa. Reclamamos la unidad de las democracias occidentales y la necesidad de que la Unión Europea se vigorice como referencia única de un proyecto común en el que Euskadi confía compartir su futuro en paz y libertad.

Finalmente, y ante la celebración del Aberri Eguna 2022, renovamos nuestro llamamiento anual a la ciudadanía de Euskadi, animando a los vascos y a las vascas a reivindicar nuestro derecho a la paz y a la libertad, sacando a la calle el símbolo común que nos identifica, laikurriña, representando en este gesto nuestra voluntad inequívoca de construir un nuevo país, una nueva sociedad en la que todos tengamos capacidad de expresión y decisión al amparo del respeto a los derechos humanos. Asimismo, invitamos a la ciudadanía vasca a participar en cuantos actos sean convocados para, desde el respeto, expresar su pertenencia a la Nación Vasca y reivindicar su derecho, desde la libre adhesión de cada cual, a decidir democráticamente su futuro.

Así lo proclamamos en este Día de la Patria Vasca de 2022. Una Patria Vasca fuerte, libre, próspera y en paz.

 

Gora Euskadi Askatuta!

 

En Euskadi, a 17 de Abril de 2022

EUZKADI BURU BATZAR

EUZKO ALDERDI JELTZALEA-PARTIDO NACIONALISTA VASCO


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