La empresa rusa Krio-Rus ofrece congelar el cerebro humano tras la muerte súbita de una persona para, dentro de unos años – cuando la tecnología y la ciencia lo permita- descongelarlo e implantarlo en un nuevo cuerpo.
Según la compañía rusa, la vida humana no acaba cuando el corazón deja de latir, sino cuando el cerebro “se hace papilla”.La criogénesis, una técnica de extraña base científica y mucho de esoterismo, tiene como principio la resucitación de cuerpos congelados tras la muerte. Una de las leyendas urbanas más famosas en esta búsqueda de la inmortalidad humana afirma que Walt Disney decidió congelar su cuerpo con el objetivo de mantenerse crionizado hasta que se descubriera una cura contra su enfermedad. Sin embargo, según consta en su certificado de defunción, el dibujante y empresario murió de cáncer pulmonar en el hospital St. Joseph de Burbank en Los Angeles (California), el 15 de diciembre de 1966 a las 9.30 A.M., y sus restos fueron cremados y descansan desde ese entonces en una urna colocada a dos metros de profundidad en el Forest Lawn Memorial Park de Glendale.
Pese a su carácter acientífico, la apuesta criogénica se mantiene en el tiempo como perdura en nuestros días los timos del tocomocho o la estampita. Así Krio-Rus, según consta en noticias periodísticas publicadas, tiene ya a una treintena de clientes en tanques de nitrógeno líquido, bajo pago de 10.000 dólares por cabeza y 30.000 en el caso de cuerpo entero.
Puestos al negocio, he abierto los cajones de mi frigorífico-congelador y he constatado que ni el pollo (sin cabeza) o la lubineta que en ellos encontré no me sacarán de un apuro, más allá de una cena o un almuerzo. Además, no veo yo al ave crionizada correteando por la cocina aunque se le transplante la testa del pez.
Mi incredulidad y la falta de fortuna, poco tienen que ver con el sentir mayoritario, o con la opinión que se puede ver publicada en los periódicos.
Yo, necesito vacaciones. Pero mi gobierno me dice que no. Que lo que necesito es a España.
Necesito a España y yo sin saberlo. Después de la sobredosis de la “roja” necesito más España. Sin debate identitario que llevarnos a la boca, -no nos importa, dice el lehendakari- los congeladores de Lakua parecen dispuestos a garantizarnos la inmortalidad escarchándonos las ideas. Granizado de neuronas o tortilla de nada. Excelente fórmula innovadora para salir de la crisis. A este paso, en el próximo euskobarómetro se salen del mapa.
Lo cierto es que somos unos desagradecidos. No puede ser que las dos terceras partes de los vascos (mejor emplear “ciudadanos” para evitar el toque identitario), pensemos que el Gobierno de López no hace nada para sacarnos de la crisis.
Debemos estar alelados. Si hasta el incremento del turismo y de visitantes a Euskadi –perdón, región cantábrica occidental- es una conquista del “Gobierno del cambio”. Lo ha dicho el PSE para que no se nos olvide y para dejar constancia de su humilde criterio.
No sabemos ya ni lo que en verdad necesitamos. Con tanto patriotismo constitucional balompédico estamos perdiendo perspectiva y es que en los dos últimos días, sólo somos capaces de reconocer de la realidad que nos rodea, un cabezazo de Puyol a la salida de un corner. (Cuidado Puyol que estos son capaces de cortarte la testa para crionizarla en Krio-Rus y descongelarla en el próximo mundial).
Abres un periódico y, testarazo al canto. Pones la tele y suenan las vuvucelas por sevillanas. Hasta he escuchado un politono con el sonido “Villa- maravilla”.
Necesitamos a España, que nos quede claro. Aunque quizá la necesitemos en Sudáfrica y no tan cerca de nosotros.
Volviendo al origen de este comentario, la prolongación de la vida, superando el estadio de la muerte, es una de las aspiraciones que más literatura fantástica ha generado. Los alquimistas, el santo Grial, la piedra filosofal, la fuente de la eterna juventud, Fausto, la criogénesis…
Sin embargo, no hay que acudir al ámbito de la fantasía para conocer prodigios vivos. En nuestro entorno, ¿quién no conoce alguien inmortal?. Yo conozco varios. Son los que viven como Dios, con un sueldo de película. Aparecen en todos los saraos con una pinta inmejorable y, además, nadie les pide explicaciones de sus responsabilidades u obligaciones. Inmortales, sí, porque no pueden pasar a mejor vida.
En el ámbito opuesto están los que necesitan de algún milagro para llegar a fin de mes, o a fin de legislatura. Como el pobre Zapatero, que no sabe si congelarse sólo el cerebro o el cuerpo entero para poder afrontar las próximas elecciones.
En mi caso –ya lo decía mi padre-, no habría duda. Sólo cabría aplicar la hipótesis de un transplante de cuerpo entero para solucionar mis enormes carencias de neandertal poco evolucionado. Ahora bien, eso sí, que el transplante se produzca después de las vacaciones, que es lo que necesito. Para compensar, las espero disfrutar en España.
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