viernes, 2 de julio de 2010

S.O.S. ZAPATERO SE AHOGA

Una vez vi el rescate de un bañista en la playa. No suelo acostumbrar dichos parajes porque el sol me atonta y la arena me da repelús. Bueno, lo cierto es que lo que daría “yuyu” es contemplar mi majestuosa figura en bañador. Sería el acontecimiento del milenio. Pero, sí, una vez asistí en directo al rescate y reanimación de un bañista en una playa.
El hombre, uno de los más listos del litoral, se había lanzado al agua a pesar de las banderas rojas (sería daltónico?). La resaca le había arrastrado mar adentro y presa del agotamiento físico agitaba los brazos mientras se hundía una y otra vez como la boya de un aparejo picado por un pez.
“¡Que se ahoga!, ¡que se ahoga!” gritaban algunos ociosos desde las toallas. El socorrista salió corriendo como alma que lleva el diablo. Nadó como el Tarzán de las películas y agarrando al bañista de la barbilla lo fue acercando hacia la playa en un esfuerzo titánico. ¡Cómo sudábamos todos!.Desde el chiringuito, aquellos cincuenta metros de bracear hacia la arena se me hicieron interminables.

Ya con el hombre tendido en tierra firme, me acerqué para ayudar. El pobre socorrista parecía más ahogado que el ahogado de verdad y para echarle un capote, la gente, entre ellos yo, nos arremolinamos a su alrededor. Hubo quien sacó unas fotos. El joven salvador se cabreó un poco y haciendo aspavientos quiso quitarnos de encima. “Qué carácter –pensé-“. Inmediatamente después y, sin que mediara razón aparente, el socorrista comenzó a apalear al bañista. Un golpe en el pecho. Luego otro. Lo volteó. Le estrujó el torso. Una, dos y hasta tres veces. Le agarró de la nariz. Se la cerró y echando hacia atrás la cabeza le hizo la respiración artificial. Dios mío, que paliza.

Cualquier pazguato de esos que abundan en los arenales con tanga y bronceador, hubiera podido interpretar que la práctica de supervivencia era en realidad un castigo físico. Y en su estulticia, increparía al socorrista en lugar de agradecerle su acción humanitaria. De todo hay en la viña del señor.
Durante unos segundos aquel rito se repitió en varias ocasiones hasta que el ahogado vomitó una dosis de Cantábrico y volvió en sí. Los demás volvimos, pero al chiringuito.

Zapatero lleva una larga temporada tragando agua. No sale a flote ni con manguitos.
Su crédito está agotado y sobrevive porque, hasta la fecha, las minorías parlamentarias le han echado cabos a los que asirse temporalmente. Pero los catalanes, que han visto cumplido su objetivo de que los comicios autonómicos no se vean solapados por unas elecciones generales, le han dicho que, en septiembre, cuando se presenten los presupuestos, le abandonarán definitivamente.

Tras la sentencia del Estatut y con las urnas propias a la vuelta de la esquina, los catalanes se han despedido de Zapatero con aquello de “hasta luego Lucas” y han desaparecido de escena.
Ávido de votos que impidan su caída –los presupuestos están a tiro de piedra- Zapatero se ha aprestado a buscar socorrista aún en la playa más recóndita del litoral político. Y ha centrado su atención en el PNV.

Hasta ahora, Zapatero había despreciado los mensajes de Urkullu. En las escasas reuniones privadas, ZP el “sobrado”, actuó con aire descortés, desconsiderando una tras otra las propuestas planteadas por su interlocutor vasco. Pero, cuando la necesidad se le ha hecho virtud, ha tenido que variar su comportamiento. Así, quien antes sólo hablaba para aconsejar a los demás ahora, dice ser ahora quien necesita consejos y, sobre todo, votos.
El agonizante Zapatero implora amigos. Su teléfono busca, una vez y otra en Sabin Etxea el salvavidas que le rescate del naufragio. La Moncloa mendiga aire. Por la mañana, por la noche. De madrugada. El presidente en persona. La Vicepresidenta primera, la segunda…

Pero el socorrista no sale de su garita. No puede salir porque los correligionarios de ZP en Euskadi le tiran piedras y le acosan. López, Pastor y los suyos, los peones de Zapatero en Euskadi, se enfrentan al PNV con el Guggenheim Urdaibai, con el Consorcio de Transportes, con Eitb, con … Utilizan su acción de gobierno (o de desgobierno) como si fueran oposición y , gracias al soporte mediático que aún conservan, alimentan una pugna de acoso contra el PNV que sólo garantiza un escenario de desencuentro y de hostilidades.

Pastor, López y los suyos no se dan cuenta de que quien de verdad se ahoga es Zapatero y que cada golpe que intentan dar al PNV es un trago más de agua salada para su presidente. Zapatero se hunde. Sus peones en Euskadi han aburrido y cabreado al socorrista. Éste, cansado de aguantar la bronca, se ha marchado al chiringuito. Allí tomará un refresco y hasta quizá entable conversación con Rajoy. Ambos, como el día que yo fui a la playa, podrán ver el espectáculo de un ahogamiento anunciado. Si nadie lo remedia, Zapatero se asfixia. Los suyos le han echado una mano. Pero al cuello. S.O.S.

2 comentarios:

  1. DeberIas tener una columna en un periodico,para que la gente te pueda leer
    Un saludo
    Eldoctore

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  2. Gracias por el cumplido. Publico todos los sábados en el diario DEIA

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