viernes, 24 de septiembre de 2010

POBRECITO MI PATRÓN...


En el hilo musical resuena una vieja canción y la voz inconfundible de Facundo Cabral. “Juan Comodoro, buscando agua encontró petróleo. Se volvió rico…pero murió de sed”.



En la tele, el Lehendakari López ordena con sus manos, horizontal y verticalmente, los papeles de su discurso. Está en el Parlamento. Es su primer debate de política general. Pero la megafonía no funciona. Tendrá que esperar. No ha venido a sede parlamentaria a luchar contra los elementos. Sólo le faltaba eso. Ha llegado como quien se levanta con una resaca de grado 12. No es de extrañar. Se ha tragado un sapo como Zapatero de grande.




Sigue la canción; “Yo no se quien va mas lejos, La montaña o el cangrejo...”. El Gobierno vasco ha ganado las competencias de las políticas activas de empleo. Pero el Lehendakari tiene cara de funeral. Y aunque se obstine en ocultarlo, sufre en silencio, como se cuenta en el anuncio publicitario de una pomada.



(La falta de audio en la Cámara hace que la música se escuche más nítidamente) “Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo…larara, larara lararay “



"Me alegro de todo corazón" por la transferencia, dice López. Y sus señorías sonríen. Cortesía parlamentaria. Pero cuando uno tiene así el estómago, vomita lo primero que se le ocurre. Así que trata de desquitar su malestar pasando al ataque. Se ha perdido un año –dice-. Y los paganos de este retraso son, a su juicio, los parados de Euskadi que no han visto mejorar sus estatus. En su vahído, el lehendakari, no es consciente de lo dicho. No percibe que sus dardos van a dar en el Gobierno español, competente hasta ahora de las políticas activas de empleo. ¿No ha hecho nada Zapatero por los parados vascos en este último año?.




Facundo Cabral continúa desgarrando la guitarra. “Quien sabe si el apoyarse, es mejor que el deslizarse....Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo...”. López se desliza, como en la Divina Comedia hacia los infiernos, mientras que Zapatero se apoya hacia la estabilidad del paraíso.




En su caída a las calderas de Pedro Botero el calor le reanima. Comienza a sentirse bien. Y se viene arriba. “hoy Euskadi está mejor que hace un año. Porque tenemos un país más unido. Hay menos confrontación, más libertad, mayor normalidad y la economía tiene esperanza”. “Este curso que ha terminado ha sido un buen año: hemos tenido una buena cosecha de libertad.” “Este es un Gobierno que ha hecho más con menos. Más cosas con menos recursos” “no solamente somos el Gobierno más fuerte y estable de la última década, sino que hemos demostrado que sabemos gobernar” “Estamos tocando con la punta de los dedos la libertad definitiva”. “Estamos transformando a EITB en un medio más plural”.




López exhibe su subidón. La glucosa discursiva parece haberle recuperado. Pero la canción sigue; “Qué me importa ganar diez?, si sé contar hasta seis...pobrecito mi patrón, se cree que el pobre soy yo”.



Sin guiones que seguir, el estado de euforia denota que el lirismo es transitorio. Faltan papeles. Aparece la improvisación y con ella, la excitación de quien se muestra desnudo en el escenario.




El lehendakari vuelve a hablar con las tripas. Regurgita de nuevo y convierte la sesión parlamentaria en un debate de taberna en Coscojales o en el chat perdido de un blog. “Coño”, “acojonante”, “joder”…son muletillas que acompañan su cada vez más endeble argumentario. Por fin se acaba la sesión. Que alivio para todos. Pero para el lehendakari el sapo sigue ahí. Como un clavo en el estómago. Tardará tiempo en digerirlo, si lo hace. “Un mal día”, como aseguraba la cabecera de Vocento en Bizkaia, lo tiene cualquiera.



Que no le pase como a Juan Comodoro, que “buscando agua encontró petróleo. Se volvió rico…pero murió de sed”. Pobrecito mi patrón, se cree que el pobre soy yo.


Larala, larala, laralay.

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