viernes, 19 de noviembre de 2010

ALCALDESAS EN RIESGO DE EXTINCIÓN



Al pobre de Moisés le ha caído buena encima. Ni más ni menos que la campana de la ermita de San Miguel de Alzusta. Como cofrade de la misma quiso hacerla sonar, según era tradición, y cuando se dio cuenta, zas!. Le pasó rozando la nariz y terminó en su pie. Que dolor .



El campanazo le ha fracturado la extremidad. Qué avería.


La campana tenía historia. Hasta una inscripción que la relaciona con la primera guerra carlista. Siglos de tañer como la voz de todo un barrio han acabado en discordia. La cuestión estriba en que la ermita era propiedad de la cofradía –asociación de vecinos- , que durante generaciones ha mantenido y adecentado el inmueble. Pero, imposibilitados de continuar con esa tarea, dicha congregación vecinal decidió pasar la titularidad de San Miguel al patrimonio municipal. Todo, de común acuerdo con el ayuntamiento. Pero, los papeles están aún por hacer. Además, hace unos años, la Diputación organizó una exposición de “campanas singulares” en la que el bronce de Alzusta fue desmontado de su campanario para ser exhibido al público. Desmontado y vuelto a montar, por supuesto.



Ahora, Moisés no sabe a quien pedir daños y perjuicios. Si a sus vecinos, al obispado, al ayuntamiento, a la Diputación o a Zumalakarregi y sus carlistas.


Izaskun, la alcaldesa, teme que al final sea ella quien pague la cojera campanera. No me extrañaría. Tal y como está el percal, el puesto de alcaldesa en Bizkaia puede estar en más peligro de extinción que el pez espinoso, la ranita patilarga o el zambullin chico..



Amaia, otra alcaldesa, en Elantxobe, ha sufrido en sus carnes esta epidemia. Primero fue la demanda de un joven, que en las fiestas de Madalenas tuvo la mala fortuna de arrojarse del dique a la ensenada del puerto y sufrir gravísimas lesiones medulares. ¿Fueron el ayuntamiento y su alcaldesa los responsables de esta desgracia? (todos conocemos los excesos y las temeridades que se cometen en este tipo de festejos). Un juzgado dijo que sí e impuso una indemnización millonaria al consistorio. Al punto que su ejecución le condenaba a la quiebra.



Pero la desdicha no quedó ahí. Más tarde y en el marco de una promoción de vivienda pública de protección, Amaia, una gestora puramente vocacional ya que su vida profesional la tiene cumplidamente resuelta, decidió incorporar a la recalificación urbana una pequeña porción de terreno lindante con el proyecto de viviendas. Lo hacía no por especulación sino para que aquel terreno contiguo se limpiara de zarzas, de suciedad y refugio de ratas. Quiso que, aprovechando las obras, se adecentara el solar y con él ganara el municipio en bienestar y calidad de vida.



Un vecino le llevó a los tribunales y un juez sentenció que pese a actuar de buena fe, de que su determinación iba a redundar en beneficio de la comunidad, debía ser condenada a una inhabilitación de siete años. Siete años de inhabilitación, y, no se lo pierda el lector, a un año de prisión.



Sorkunde, en Zamudio, dio ejecución, como presidenta de la corporación, a un acuerdo plenario unánime. En un contencioso con un vecino por el derecho de paso de un camino, dio orden de retirar cinco estacas que el propietario de una finca había situado en el borde de su propiedad y que, según el consistorio, limitaba el tránsito de camiones por la estrada. Cinco postes, dos años de inhabilitación. Acuerdo unánime. “Dura lex sed lex”. Toma estacazo.



Alaitz, preside el ayuntamiento de Lezama, al ladito mismo de Zamudio. Una plataforma anti-sistema, apoyada por la Izquierda Abertzale y con la mano amiga de algún edil de la oposición, remitió a la fiscalía una denuncia de presunta prevaricación por la recalificación de unos terrenos pertenecientes a su familia. Después de un linchamiento mediático y político insoportable, el propio ministerio fiscal, archivó el expediente pues “la alcaldesa no intervino en la compraventa” y “la aprobación con su voto de acuerdos sobre los terrenos nunca fue determinante".



Alaitz quedaba exculpada oficialmente, pero los medios de comunicación ya la habían sentenciado previamente. Al igual que esos carroñeros que en sus discursos públicos han vinculado a las primeras ediles de Zamudio y Lezama con “los casos de corrupción del PNV”. Como si esto fuera Marbella o Seseña.



En mayo vuelve a haber elecciones municipales. De seguir así, y ante el grave riesgo de recibir un campanazo o el espadazo de de una justicia de ojos vendados, nadie bienintencionado va a querer presentarse a los comicios. Porque ser alcalde o concejal, aquí en Euskadi, es ser alcalde o concejal las 24 horas del día. Mi respeto y reconocimiento a quienes, frente a tanta adversidad, exhiben un compromiso público intachable.



La campana de Alzusta incluye en su bronce la siguiente inscripción; "en el ámbito donde resuene mi voz, no triunfará el liberalismo manso ni feroz". Que vuelva a sonar. Que Moisés se cure pronto y que triunfe el sentido común.


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