viernes, 18 de marzo de 2011

ELECCIONES EN OTOÑO Y PRIMAVERA

El Partido Socialista Obrero Español ha entrado en una deriva de caída libre. Las graves consecuencias de la crisis económica, con millones de parados que van a seguir siéndolo durante mucho tiempo, las impopulares medidas de ajuste y un liderazgo precario que , abiertamente comienza a ser cuestionado, empuja cuesta abajo al partido centenario de la política española.


Las malas perspectivas son tales que, al día de hoy, no hay en Ferraz ningún dirigente optimista. Ni su Secretario General, otrora “optimista antropológico” se apunta al “milagro” de obtener unos resultados electorales que les salve los muebles de cara a preparar la siguiente cita estatal con las urnas.

El descalabro parece tal que, según los datos que los propios socialistas manejan, sólo esperan la victoria en Castilla la Mancha y Extremadura, si bien las últimas encuestas también hacen bascular a ambas comunidades del lado popular. Lo pierden todo; Aragón, Andalucía, Asturias... y, en capitales, sólo Donostia, con Odón Elorza, aparece como plaza socialista más o menos garantizada.

El desánimo parece haber dominado al aparato socialista, incapaz de cerrar filas y pese a la fragilidad del PP de Rajoy, que no gana espacio nuevo por apropiación del electorado rival, sino que se despega en los sondeos por la desmovilización del votante socialista que refugia su descontento en la abstención.

Como a buen perro flaco, al PSOE le acribillan las pulgas. Incendios como el que sacude Andalucía con los Eres fraudulentos, la batalla cainita madrileña, la resaca catalana que arriesga con perder el liderazgo en Barcelona, o la disputa hidrológica de extremeños y manchegos, la debacle se presenta épica

Y para mayor escarnio, el pleito sucesorio aviva las brasas de la discordia como un volcán en plena erupción. La decisión de Zapatero está tomada. Resulta evidente, pero en política no hay nada seguro hasta que no se comprueba y explicita.

ZP lo quería hacer ya, para evitar tensiones y controversias. Iba a anunciar su decisión de abandonar el liderazgo socialista en el mitin frustrado de la plaza de toros madrileña de Vista Alegre. Era la primera cita masiva con su militancia y en ella quiso despejar la incógnita. Pero los barones no se lo permitieron. Para abrir una crisis hay que saber cómo se cierra. Y ésta no tiene aún disponible la estación término. La apuesta de sustitución pasaba por Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero el hoy vicepresidente, en horas bajas también por razones de salud, parece haber puesto condiciones. No será candidato si antes no lo convalida un Congreso.

Alfredo, además de listo, es inteligente. Sabe que el futuro inmediato es doloroso. Y que a la descomposición le sigue la carroña. Rubalcaba quiere manos libres y camino expedito para que tras la hecatombe municipal pueda gestionar por sí mismo un camino que le lleve, bien a una digna derrota o al milagro. Congreso para implantar su receta. Congreso para mandar y quitarse del medio a tanto chiquilicuatre de manos frías y querencia sobona.


Alfredo, el químico, va a tener que convertirse en alquimista. Va a necesitar resultados en la pacificación y en la desaparición de ETA – lo primero, estratégicamente es fundamental, lo segundo para el PSOE, tácticamente prioritario- . Y va a precisar, quizá con mayor fortuna, una pócima que despierte a su electorado y que le motive a sobrepasar en el último metro a un Rajoy durmiente pero triunfante, “dolce far niente” que ni ha demostrado nada ni se ha ganado nada por sí mismo.

La derrota anunciada, el descontrol interno, la ecuación sucesoria y la cada vez más evidente soledad política, parlamentaria y mediática, nos lleva irremediablemente a unas elecciones generales anticipadas. Será finalizado el verano. O antes si Zapatero y su gobierno no reacciona y cumple con los compromisos adquiridos y que tanto les cuesta articular. Sin nueva capacidad de pacto, sin horizonte de presupuesto, sin más recorrido que la agonía, tendremos elecciones generales en otoño.

Euskadi se escapa al panorama desolador socialista. Las encuestas indican que el PSE aguanta el chaparrón y que quien sufre desgaste son los populares de Basagoiti. En un caladero electoral de vaso comunicante, López y los suyos rentabilizan la llegada a Ajuria Enea y contrapesan su crisis general con su estancia en el gobierno.

Sin embargo, esta presencia nominal, que mantiene activos a muchos de sus últimos votantes no es consuelo en un escenario en el que, más tarde o más temprano, la izquierda abertzale volverá al ámbito institucional.


Dos años después de ser aupados al gobierno por la inestable ayuda del PP –que como les apoyó les dejará en la estacada- el Gobierno de López no supera la mínima prueba.
Durante su mandato, el paro se ha incrementado en más de 25.000 personas, ha multiplicado por seis el endeudamiento público, aún no ha presentado al Parlamento un plan global de empleo, ha incumplido la mayor parte de sus cien compromisos públicos electorales y, para mayor desgaste, el Gobierno del “diálogo social” comienza a sentir en piel propia la agitación sindical que tan alegremente alimentaron en la etapa Ibarretxe. Sanidad, Ertzaintza, educación, función pública…son un hervidero de protestas. Y esto no ha hecho sino empezar. Un gobierno sin liderazgo, subsidiado por el PP, ineficaz en la acción pública, contestado política y socialmente y, además, con el viento de su propio partido en contra, puede que, también, tenga sus días contados.

Al ritmo que van los acontecimiento también a Patxi López se le consume el tiempo.
Tendremos elecciones en otoño –generales- y no descarto que las haya en primavera –autonómicas-. El primer trozo del elefante, el 22 de mayo. Buena digestión






El desapego social es de tal calibre, que en España hay quien matiza lo matizable para no verse identificado con el gobierno socialista



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