lunes, 31 de octubre de 2011

LOS NUEVOS NOSTÁLGICOS

Las calles de Euskadi han vuelto a ver pintadas de apoyo a ETA. Se hacían esperar.
Pese a las declaraciones de la Izquierda Abertzale emancipada que saludaban el nuevo tiempo sin violencia, sigue existiendo un poso de intolerancia y de radicalidad en ese mundo que añora la épica de la “lucha armada”.


Es difícil dejar de hacer de un día para otro lo que se ha venido practicando toda la vida. Y , pese a que el nuevo discurso de “vías políticas y democráticas” suene bien, entre los músicos también existen solistas que desafinan.


Son los nostálgicos, los que se aferran a una subcultura moribunda de odio e imposición. Los que no tienen más argumentos para defender su pensamiento que la práctica de la fuerza. Los que siguen la corriente y , defenderán a su lista electoral en los próximos comicios pero, que no contemplan más escenario que el de su supremacía. Por votos o por cojones.

Nos habíamos acostumbrado a verlos con yugos y flechas. Con camisas azules y banderas de aguilucho. Eran los nostálgicos del “régimen”, los que brazo en alto cantaban el “cara al sol” e intimidaban a la población con palizas ultras.

Con ETA camino del desguace, han aparecido los nuevos nostálgicos. Los que aún se excitan con el olor a gasolina y añoran los tiempos de la “jaia eta borroka”. Los mismos que se concentran en los campos de fútbol para insultar como energúmenos a todos los que no les siguen la corriente. Los mismos que sueñan con un imaginario de guerrilla urbana y de enfrentamiento.

La Izquierda Abertzale tiene con ellos dos problemas. El primero es de credibilidad. Su presencia pública devalúa su apuesta política y hace que la ciudadanía desconfíe de sus buenas intenciones.

Y, en segundo término, tiene un problema de disciplina, de liderazgo del movimiento que encarna. El barco de la Izquierda abertzale no puede seguir un rumbo estable mientras que su marinería y parte de la tripulación se dedica a saquear el puerto y amenazar con seguir ejerciendo la piratería allá donde vaya.

El pasado fin de semana, la Izquierda Abertzale tocó el silbato. Había que inundar las calles de Euskadi de pasquines que socializaran su nueva marca ; “Amaiur”. Necesitaban que el público reconociera su último logotipo político. Y en todas partes aparecieron carteles, pancartas y pasquines que hicieran identificar a su nueva apuesta electoral con su raíz política.

Pero, junto a los propagandistas del “nuevo puente”, se mezclaron los nostálgicos y los apoyos a ETA rebrotaron en las paredes como signo inequívoco de que aún les falta un hervor para que el cambio, su cambio, sea creíble de verdad.

La paz parece haberse instalado en Euskadi, pero la normalización política aún tardará en llegar.

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