sábado, 29 de octubre de 2011

LA "QUITA" VASCA

Después de unos días en los que el anuncio del cese definitivo de ETA a la actividad armada ha llenado tabloides y espacios informativos audiovisuales, la actualidad vuelve a centrarse en la situación económica mundial y europea.


Así, la noticia de que los principales líderes de la Unión Europea aprobaban hacer una “quita” del 50% a la deuda de Grecia, abría las portadas de los medios de comunicación. Pero, ¿qué es una quita?. En resumen y vulgarmente, se entiende por “quita” la renuncia de los acreedores a cobrar una parte de la deuda que alguien les debe. En el caso de Grecia, los líderes de la eurozona pactaron con la banca que asumiera la pérdida del 50% de los bonos griegos en su balance. Ni más ni menos que unos 100.000 millones de euros.

Mucho dinero, por supuesto. Pero quizá se hubiera perdido más de no hacerlo puesto que Grecia, con el volumen de débito acumulado, con el escaso o nulo crecimiento económico generado y con el altísimo interés a pagar por sus números rojos, jamás hubiera podido hacer frente a la liquidación de su descubierto. Por eso, muchas veces, es más inteligente perder una parte de lo que te deben que no cobrar nunca.

Gonzalo Fernández de Córdoba, “el Gran Capitán”, fue un soldado de fortuna que combatió al lado de los reyes católicos en la guerra de sucesión y en la conquista de Granada. Derrotó a los franceses en Nápoles de donde fue premiado con el nombramiento de virrey entre los años 1504 y 1507.

Sus hazañas bélicas dieron lustre a la unión de las coronas de Castilla y Aragón, pero el precio económico y humano de sus conquistas sangrientas llamó la atención de propios y extraños.


El propio rey Fernando, a la muerte de Isabel, consciente de los rumores que se extendían por la Corte, pidió explicaciones al “Gran Capitán” del coste que para el reino habían tenido sus pretendidas gestas. Fernández de Córdoba, hombre de acción que no de gobierno, rindió unas cuentas tan injustificables como desorbitadas y soberbias. Así, la cuenta de resultados que presentó al “católico”, decía lo siguiente:


“Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados…por limosnas para que los frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados, por guantes perfumados para que los soldados no oliesen
el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados… por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados, y finalmente , por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados”.


La nueva Izquierda Abertzale se presenta ante la sociedad vasca como si fuera una criatura política recién nacida.

Tiene todo el derecho del mundo a ejercitar la desmemoria y hasta la amnesia para olvidar una trayectoria en el que el “debe” acumula notables importes, mientras que en su “haber” la casilla está vacía.

Ni independencia ni socialismo. Ni autodeterminación ni territorialidad. Ni estatuto Nacional ni los cinco puntos de KAS. Nada. Ingresos a su favor, cero.

Por el contrario, muertos, heridos, chantajeados, amenazados, presos, refugiados, millones de euros en destrozos, desinversión, paro colateral, estancamiento político, deterioro de la imagen exterior del país… La lista se hace larga, demasiado costosa.

Su deuda con este país es mucho mayor que la que Grecia mantiene con los países de la Eurozona. Sin embargo, por el disfrute de una paz duradera, esta sociedad está dispuesta a plantearle una quita importante. Del 100% si es menester.


Basta con que hagan un gesto de sinceridad y que digan que no pueden pagar a Euskadi el daño que han causado en los últimos cuarenta años. Simplemente eso. Que reconozcan su ruina pasada y, desde la insolvencia de la historia reciente, se comprometan a sufragar su débito con el trabajo en positivo presente y futuro. Así de simple. Así de veraz. Y la “quita” será total. Lo perdido, perdido está y ahora es tiempo de que todos ganemos.

Ahora bien, si pretenden adherirse al “borrón y cuenta nueva”, presentando un balance imaginario, como lo hiciera el Gran Capitán a Fernando “el católico”, su solvencia perderá toda credibilidad y la “quita” nos dejará la sensación de haber sido nuevamente estafados.


González de Córdoba vivió un tiempo de la épica. Pero terminó sus días repudiado y olvidado. Sus cuentas no están aún saldadas.

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