jueves, 29 de diciembre de 2011

ANKAWA CHITA, ANKAWA

Nos estamos volviendo insensibles. No como los norcoreanos que, a lágrima viva, han despedido a su “querido líder” Kim Jong-Il. Sí, nuestros corazones se hacen de hielo y pierden ternura. Caminamos hacia un mundo deshumanizado.


Se murió la mona Chita y ni una miserable reacción de pena. Ni una condolencia a Tarzán. Me enteré del luctuoso desenlace el pasado día 28 – día de los inocentes-. Estábamos en un pleno de las Juntas Generales debatiendo la recuperación del impuesto de patrimonio cuando las páginas digitales de los periódicos llevaban a su portada la fatal noticia; “la mona Chita ha muerto”. Impactado por el acontecimiento, envié un mensaje sms al portavoz del grupo nacionalista. “La mona Chita ha muerto. Propongamos un minuto de silencio”. No hubo respuesta.



Socialicé el óbito y la propuesta. Silencio en las bancadas (del gobierno y de la oposición). Pensaron que era una inocentada, pero no. El chimpancé había fallecido en Florida a los 80 años de edad víctima de un fallo renal. No era de extrañar, el primate en cautividad más longevo del mundo y que había participado en más de medio centenar de películas, había cedido a la mala vida (alcohol y el tabaco).



Su inconfundible risa, sus gestos, su donaire al andar por la jungla … se acabaron para siempre. Y, nosotros, ni un miserable gesto de consternación. Ni el hecho de que la mona fuera en realidad un mono justificaba nuestra frialdad. Que nos habían engañado?. Nos engatusan tantas veces que estaríamos buenos si cada vez que nos mienten tuviéramos que enfadarnos. Mejor una sonrisa que una úlcera estomacal.

Mi propuesta no encontró eco, pero en el corazón de las gentes, en lo más profundo, en lo más hondo, todavía hay esperanza. Me lo demostró la bienintencionada intervención de un portavoz, que, aprovechando su último turno de palabra en la Cámara foral quiso felicitar las fiestas a la representación popular allí reunida. El juntero, un curtido trabajador que se aplica en adaptarse a las nuevas tendencias de expresión trilingües –inicia sus alegatos con un “egunon, buenos días, good morning”- concluyó su aserto dialéctico con un deseo desbordante de felicidad para todos; “Felices fiestas –afirmó-. Jarri Crismas”.

Fue entonces cuando el espíritu de la mona Chita invadió la Casa de Juntas de Gernika.


Y todos sonreímos por fin. Momento memorable. Irrepetible. Como cuando Tarzán -que gastaba menos aún en sastres que Camps- levantaba el brazo y repetía aquel mantra que se ha grabado para siempre en nuestro subconsciente colectivo; “Ankawa, Chita, ankawa, aiaiaaaaaiaiaaaaa!!”. Y desaparecía en la espesura trasportado por una liana.


Chita, gogoan zaitugu.

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