jueves, 26 de enero de 2012

CLAVE DE BÓVEDA

El Partido Nacionalista Vasco definió, en su última Asamblea General, los puntos estratégicos sobre los que basará su acción política en los próximos años. La búsqueda de una salida a la crisis económica (con la internacionalización de la oferta productiva y una marca propia, el rigor presupuestario, la apuesta por la innovación y la tecnología), la consolidación de la paz (en la búsqueda de la concordia), la recuperación de la influencia institucional y la institucionalización del derecho a decidir en un nuevo estatus político son, en resumen, las conclusiones de la nueva propuesta jeltzale.


Euskadi, más Nación, más Europa, menos dependiente, sería la síntesis de lo aprobado en el BEC y que compone el catón de los objetivos inmediatos del PNV.

Retos y desafíos, valores y propuestas, renovación y recuperación. Iñigo Urkullu, en un discurso medido y con formulaciones concretas, presentó en sociedad, y ante el corpus del propio partido, la propuesta nacionalista para el próximo lustro. Su intervención fue ampliamente recogida por los medios de comunicación y tan solo un pescador de ríos revueltos encontró carnaza con la que alimentar polémica con la cita “un Gobierno vasco de verdad”.

Como siempre, los titulares periodísticos afinaron con lo más extraordinario del mensaje. Y no erraron en su apreciación.
Sin embargo, más allá de las aperturas informativas, el discurso del presidente del EBB, transmitió un mensaje notable que creo preciso resaltar; el posicionamiento presente y futuro del PNV.

Los analistas políticos buscaban desde hace tiempo los vectores en los que el nacionalismo democrático se alineará en el nuevo tiempo político que se instala en Euskadi desde la vuelta ala arena de la Izquierda Abertzale. Se había especulado con un “giro de radicalidad” o en un corrimiento hacia tierras “soberanistas”. Todo ello en la pretendida disputa del liderazgo sociológico abertzale. Y no. El PNV de hoy ratificó sus planteamientos ideológicos, reivindicó, una vez más, la independencia de Euskadi y la construcción de la Nación Vasca. Concretó el derecho de autodeterminación como un derecho democrático. De los nacionalistas y de quienes así no se identifican. Y lo hizo sin renunciar a uno de sus principales valores políticos; la centralidad.

El espacio político y electoral del PNV es el del nacionalismo incluyente, el que se ocupa del bienestar de la ciudadanía. Un espacio que capaz de superar la disputa izquierda/derecha. De ahí que Urkullu rechazara la simple afirmación de que en el PNV conviven dos almas; la pragmática y la identitaria. “Tenemos –dijo- miles, ciento de miles de almas”, “las de quienes compartimos un compromisos con este país”.


En esa pretensión, el símil de la “clave de bóveda” representa el afán de eje vertebrador de la nueva arquitectura política e institucional que el PNV se reserva para el “nuevo tiempo”. “Piedra angular” de un nuevo acuerdo de convivencia y de estatus jurídico-político. Liderazgo para dialogar y, también para acordar. Con todos sin excepción. Desde la radicalidad de la Izquierda Abertzale hasta el Partido Popular. Desde lo más inmediato (desde el municipio) a lo común. Sin tentaciones de ser arrastrado por cantos de sirenas y estrategias ajenas so pretexto de una unidad de acción nacional de callejón sin salida. Manos libres para trabajar alianzas. Sin complejos. Simplemente buscando lo mejor para el país.


El PNV ha dado un gran paso adelante clarificando su vocación de liderazgo y su versatilidad para con el resto de actores políticos que componen el tablero de ajedrez.


Hace cuatro años –pocos lo recuerdan ya-, con una formulación gubernamental tripartita agónica y desgastada, el PNV quedó aislado y sin capacidad de interlocución. Hoy, pese a los intentos de unos y otros por limitar su capacidad de influencia, cuando no su sorpasso, su esfuerzo de reposición le ha llevado a ser, nuevamente, el centro gravitacional de la política vasca. Y en ese “camino medio” que diría el Dalai Lama, es donde, confío, el PNV tiene todos los boletos para salir fortalecido y cohesionado. Organizativa y electoralmente también. No tengo duda.

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