viernes, 27 de enero de 2012

ABDUCIDOS

Un tío tan descreído como yo, cree en las abducciones extraterrestres. Estoy convencido de que existen. Sólo así pueden tener explicación conductas humanas inexplicables. Gentes que parecen vivir en coordenadas de espacio-tiempo diferentes. Almas de otra dimensión a lo mundano.


No es habitual que varios individuos, nacidos bajo las mismas condiciones, que comparten espacio físico (el mismo techo), son queridos por igual por sus progenitores, tengan idénticas condiciones de crecimiento, alimentación, higiene, educación, ocio, etc, mantengan comportamientos tan diferentes. Alguien me dijo que podía ser una cuestión genética pero cuando estudié la teoría de Mendel vi que lo de las moscas de colores tenía poco que ver con aquello que percibía a mí alrededor. Tres hermanos. Tres. (Dejo a un lado a mi hermana que salió “normal”, aunque con una memoria prodigiosa).

El mayor –yo- y el pequeño siempre hemos tenidos rasgos comunes (como las moscas negras de Mendel). Un tanto distraídos para el esfuerzo (vagancia llamaba mi padre). Animosos para la chufla. Poco aplicados en el estudio. Con dotes sociales (amigos). Con ironía y buen humor (cachondos). Y, al tiempo, responsables y seguidores de los roles establecidos (comer a la hora, avisar si llegas tarde, etc). El hermano medio –le llamaremos “Aitor” para su fácil identificación-, comenzó emulando las mismas prácticas, pero pronto comenzó a distanciarse del rol compartido. Escondía y quemaba juguetes en la estufa, leía, estudiaba, hacía los deberes en un periquete, sacaba sobresalientes, traía las notas a casa (a los demás se nos olvidaba). Empezó a ser un tanto repelente, pero, al fin y a la postre era nuestro hermano.

Un día –no sé exactamente cuando- tuvo que ser abducido. Creo que fue tras sufrir un accidente de concentración. Corríamos calle abajo sin razón aparente y “Aitor” no percibió que en su trayectoria se encontraba la máquina de bolas de chicle de la vinatería de Nicolás. Seguro que hay mucha gente que recuerda aquellas máquinas macizas, esféricas, que albergaban en su interior bolitas acarameladas de colores que escondían un chicle horroroso y que costaban escasos céntimos. Bien, pues, en su velocidad, Aitor quiso sacar el chicle de cabeza, como quien remata un corner. Que golpe. Que susto. Pensé que la había roto. Pero no. Un poco de sangre y a casa mareado. Seguro que fue entonces cuando los alienígenas se aprovecharon y le sorbieron el seso.

Desde entonces, mi hermano, no fue el mismo. Era capaz de hacer tres cosas a la vez. Leer un libro, hurgarse en los dedos de los pies y beberse una coca cola al mismo tiempo. Y, todo eso, sin escuchar los gritos de quienes le pidieran que se incorporarse a la mesa para comer donde le esperaba toda la familia. Se le llamaba una, dos, tres veces. Y, a la cuarta, contestaba: “eh?”. Estaba en “alfa” porque los marcianos le habían chupado el cerebro y había perdido el oído. Eso creía yo. ¡Los cojones! Oír oía, lo que no hacía era escuchar.

Pasó el tiempo y, lejos de mejorar, el cuadro empeoró. Vivía en el limbo. O en un satélite de Saturno. Decidió, sin venir a cuento, aprender euskera por su cuenta. Y a los dos años lo dominaba como un euskaldunzaharra. Estudió una carrera. En euskera. Algo fácil. Física. Estado Sólido. Se compró una bici. Con ella hizo kilómetros y kilómetros sin que nadie en casa supiera donde andaba. Desaparecía y cuando volvía le decías “Aitor, dónde has estado?”. Al tercer intento respondía; “Eh?”. Estaba (está) abducido. Seguro. En su mundo. A su bola. Hoy vive fuera. No sé en qué trabaja (en alguna nave espacial). Domina el inglés, francés, italiano, holandés, el árabe. Además del euskera – en sus diversos dialectos-. Sigue, asquerosamente, limpiándose los dedos de los pies mientras lee, bebe una coca cola y come un bocadillo mientras los demás aguardan impacientes a que “regrese” de Matrix. Es un cuadro perdido de posesión extraterrestre. Afortunadamente, tiene una mujer maravillosa y dos hijos que le mantienen a ras de suelo, como el ancla de un globo aerostático. Sin ellos, su estado sería la ingravidez permanente. Un caso para Mulder y Scully de “Expediente X”. Ellos confirmarían mi diagnóstico; “la verdad está ahí fuera”. Aunque algunos vivan en otra dimensión. “Eh?”.

El Diputado de Medio Ambiente de Gipuzkoa debe tener un problema similar. Parece levitar sobre el éter cuando en realidad está rodeado de toneladas de basura cuyo hedor comienza a ser nauseabundo. Juan Carlos Alduntzin, que así se llama el abducido representante foral, se niega a aceptar que tiene un problema con la gestión de los residuos sólidos urbanos. Si de él depende no habrá incineradora. Ni grande ni pequeña. La solución pactada y programada por la mayoría política del territorio se la pasa por su forro intergaláctico


Alduntzin y con él Bildu, navegan en ese mundo de quimera y somnolencia buenoide blindada de prepotencia y arrogancia. Ellos son “el pueblo” y suya es la razón. Los equivocados son siempre otros. Y ni escuchan ni quieren ver que la “verdad está ahí fuera”. En la bolsa de basura que va al contenedor y que no desaparecerá por hipnosis.

Su “solución” es la “reflexión participativa”, el debate estéril. Una inacción obscena revestida de populismo delirante, de progresía farsante que se acabará cuando la porquería se desborde por los despachos de la Diputación.

El día, que no está lejano, en que los camiones de basura de Gipuzkoa lleguen al vertedero de Igorre (Bizkaia), y allí, un operario les niegue el paso por haber expirado el convenio que permitía su depósito temporal hasta que las infraestructuras en marcha –hoy paradas- entraran en funcionamiento, Alduntzin dejará de tener “visiones”. Su despertar, entre toneladas de desechos orgánicos, será como un encuentro en la tercera fase. Entonces serán muchos lo que pidan al diputado abducido que cargue la basura en su nave espacial y la haga desaparecer en la primera constelación que encuentre disponible.

2 comentarios:

  1. Esperemos que más pronto que tarde tenga un "baño de realidad" que le quite de encima, a él y a sus colegas superecologista-abducidos, el hedor de la basura, porque la van a tener que meter en el palacio de la Diputación...

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  2. Del "Dios proveerá" a la "Participación ciudadana". Maravilloso artículo aplicable a Bildu y a todos aquellos que piensan que “la solución está en la reflexión participativa, en la inacción obscena revestida de progresía farsante que se acabará cuando la porquería se desborde por los despachos”

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