miércoles, 29 de febrero de 2012

LA TIRANÍA DE LA BASURA (I)

El tratamiento y desaparición de los residuos sólidos urbanos –la basura doméstica básicamente- es uno de los problemas a los que se enfrentan las sociedades desarrolladas. Las directivas comunitarias, avanzadas en la defensa del medio ambiente, han dictaminado la prohibición del sistema tradicional de acumulación de la basura en vertederos, auténticas bombas de relojería medioambiental. Se imponen, por lo tanto, nuevas estrategias que , sobre la base de reducir, reciclar, reutilizar y valorizar se plantean garantizar, de una manera sostenible, la gestión presente y futura de las basuras.


Euskadi ha sido un país avanzado en esta materia. Cada territorio histórico de una planificación específica de gestión de residuos con sus correspondientes herramientas de gestión logística (recogida municipal, territorial), e infraestructuras (plantas de transferencia, de compostaje, de tratamiento mecánico-biológico, de valoración energética –incineración- y de almacenaje de residuos inertes).


Atrás quedan los años en los que basuras domésticas se quemaban en la chapa, se tiraban al río o se depositaban en la calle a la espera de la recogida por camiones que las trasladaban directamente al vertedero (quien no haya estado en uno, le invito a que los visite y jamás volverán a mirar de igual manera a los desperdicios que todos producimos).

Los ayuntamientos, las mancomunidades, las diputaciones, han hecho importantísimos esfuerzos inversores para adecuar el tratamiento de los residuos sólidos urbanos a las nuevas necesidades. De igual manera, la educación ambiental ha tenido especial importancia en los comportamientos sociales y la concienciación ciudadana por la separación de los desperdicios ha provocado un salto importantísimo en la validación de la política de la “reducción, reutilización y reciclaje). Contenedores diferenciados para cada una de las fracciones finales de residuo han ocupado calles y plazas. Sistemas soterrados de acopio de basuras o recogidas neumáticas han favorecido y acomodado la siempre desagradable labor de seleccionar, almacenar y encaminar la basura hacia su destino final.

Eliminar la basura por fracciones de residuos obedece a una actitud responsable de ciudadanía y hacerlo efectivamente es un compromiso que miles de ciudadanos han asumido voluntariamente.

También en Gipuzkoa, donde las autoridades competentes habían aprobado su correspondiente plan de gestión. Un plan equiparable al de cualquier sociedad desarrollada occidental. Una solución moderna y respetuosa con el medio ambiente.

Una solución contrastada. Hasta que “llegó el comandante y mandó parar”. Sin modificar el plan ni tener mayoría suficiente para ello, por el artículo 33, decidió parar lo ya aprobado

 
La planificación económica o social fue una de las principales características de los sistemas comunistas estalinistas. El poder establecido, de cara fortalecer la revolución, establecía rigurosos programas de obligado cumplimiento a la ciudadanía. Se pretendía el control de la sociedad so pretexto de la eficacia revolucionaria. Una estrategia totalitaria que Orwell dibujó en su principal obra, “Rebelión en la granja”.

Hoy, tras la caída del denominado “socialismo real” son escasos los regímenes que mantienen ese principio del control de los comportamientos humanos a través de la planificación obligatoria.

En pleno siglo XXI, en la Euskadi del “derecho a decidir” y de la “participación ciudadana”, una nueva “planificación social” comienza a cimentarse. Y lo hace, no vinculada a los medios de producción ni a la búsqueda de la eficacia económica. La intervención en las conductas individuales llega por la basura.

Unos 300.000 guipuzcoanos se verán comprometidos por el sistema de recogida de basuras “puerta a puerta”. Es decir, que, por orden gubernativa, deberán seleccionar y mantener en sus domicilios los desechos domésticos hasta que, según la programación establecida por los ayuntamientos correspondientes, poder llevarlos hasta los puntos de recogida que se establezcan en las ordenanzas municipales.


La planificación “puerta a puerta” busca, según sus promotores, optimizar los recursos de cara a su última fase de eliminación definitiva. Pero, más allá de la bondad o de la falsedad de esta premisa, penaliza directamente a la población que debe adecuar sus comportamientos alimenticios y de consumo a las reglas de planificación que marque el órgano gestor de este proceso. Un proceso de disciplina, y también de persecución y sanción, pues quien contravenga la ordenanza correspondiente podrá ser identificado y sancionado. Como en los años calientes de los soviets.

300.000 guipuzcoanos van a ver comprometida su libertad de organización individual y familiar por el “Puerta de Puerta” de Bildu. Empieza la tiranía de la basura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario