martes, 17 de julio de 2012

LA HERENCIA OCULTA DE LÓPEZ

El lehendakari López sigue de campaña  sin convocar elecciones.  Pura innovación política. Tras haberse separado del PP y acentuar sus diferencias con el hasta ahora "socio preferente", busca , a toda costa, protagonizar un cuerpo a cuerpo con el candidato a lehendakari del PNV, Iñigo Urkullu. para ello, trata de picar a los jeltzales con sus críticas y alusiones.

López sabe que una pugna pública con Urkullu le reportaría más réditos que inconvenientes, sobre todo cuando su falta de liderazgo es una de sus principales debilidades constatadas en los sondeos de opinión. 
López ha encontrado en los recortes de Rajoy un filón que explotar. Y su discurso se torna más radical cuanto más duras son las medidas adoptadas por el Gobierno español. Su argumento de que en Euskadi no se aplicarán recortes resulta inconsistente ya que  nada dijo  cuando las amputaciones básicas  vinieron del ejecutivo presidido por Rodríguez Zapatero (aplicó  sin titubear la tijera a los funcionarios y extendió la misma más allá, a todo el sector concertado de la Administración sin que nadie se lo pidiera).

Pero su pecado está en la gestión.  Ha repetido hasta la saciedad que no sacralizará el déficit y que seguirá con la senda de endeudamiento para que los servicios básicos no se vean resentidos. Pero el déficit y el endeudamiento son los principales males que acosan a la actividad pública e institucional. 

Cualquier unidad familiar sabe, aplicando el sentido común, que en el hogar no se puede gastar por encima de los ingresos y que si es preciso utilizar el crédito éste debe servir como herramienta que genere valor añadido de cara al futuro. Nadie pide un crédito para pagar la luz, el agua o los alimentos. El crédito se ha utilizado para adquirir electrodomésticos, o para mejorar unas instalaciones.  Si gastáramos más de lo que ingresáramos terminaríamos por quebrar y eso, son palabras mayores.

Pero a López le da igual. Sabe que en el futuro próximo no estará en Ajuria Enea y tal situación le permite revestirse de líder  de la izquierda y de los no-recortes. Aunque esa pose esconda un agujero económico que cada día que pasa se hace más y más grande. No le importa. Que pague el siguiente.
Ese es el gran plan oculto que hoy en día existe en la política vasca; el endeudamiento y el déficit del actual Gobierno vasco. Un agujero que obligará al próximo inquilino de Ajuria Enea a tener que sudar la camiseta hasta extremos no deseados para sanear las cuentas públicas del futuro gobierno.

El plan oculto de López  esconde  miles de millones de euros endeudados y utilizados no para hacer frente a nuevas inversiones, sino para pagar el gasto corriente (la luz, el agua, el teléfono). Una barbaridad que provocará que el futuro gobierno vasco deba de pagar, de entrada, el año 2014, más de ochocientos millones de euros anuales en amortización e intereses de la deuda (más que el presupuesto de Gipuzkoa y el doble que las cuentas alavesas).  Por poner un símil que todos entenderemos es como si López hubiera endosado a cada ciudadano vasco un crédito personal de más de 5.500 euros anuales. Suena fuerte, sí, pero la realidad es esa. Esa es la realidad de oculta López reclamando a los demás que expliciten su programa.

Patxi López sabe que sus cuentas saldrán a relucir en cualquier momento. A más tardar cuando le toque hacer la previsión de presupuesto para el año que viene. Entonces, todo el mundo sabrá que el "campeón" del Estado de bienestar no es sino un irresponsable  dilapidador de los fondos públicos. Entonces será cuando , presionado por su insolvencia, convocará elecciones. Y lo hará acusando a los demás de no haberles suministrado más ingresos (más impuestos) que aliviaran su carencia de fondos económicos. 

Eso es lo verdaderamente oculto en este país. La insensatez de unos gobernantes  que se han gastado lo que no tienen y que dejarán como herencia a toda la ciudadanía una libreta con gruesos números rojos. Números rojos que López no pagará, porque se irá a Madrid donde le espera la protección de Rubalcaba.  Mientras, los demás, los que hoy exigimos transparencia financiera, pagaremos los platos rotos.

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