viernes, 24 de agosto de 2012

“OCUPA EL CONGRESO” Y LOS MONTY PYTHON´S


Desde hace tiempo, circula por las redes sociales una convocatoria  que inicialmente se pensaba  vinculada al colectivo de “indignados”  15-M, y que según  ha ido acentuando y clarificando su propuesta se ha visto que su naturaleza y objetivo es bien distinto a quienes espontáneamente se echaron a la calle para ejercer cívicamente su protesta. La plataforma  convocante se denomina “En pie” y la acción que propugna es la ocupación del Congreso de los Diputados el próximo día 25 de septiembre.

Quienes se manifiestan precursores de este llamamiento se definen como “personas reunidas en un movimiento de carácter social, antineoliberal, anticapitalista, antipatriarcal y democrático”

Bajo el nombre de “Ocupa el Congreso” esta miscelánea de entidades antisistémicas convocan a la ciudadanía  “de toda España el día 25 de septiembre de 2012 – en esa fecha está prefijada sesión parlamentaria- a manifestarse rodeando el Congreso de forma indefinida  hasta conseguir la dimisión del gobierno actual, la disolución de las Cortes y de la Jefatura del Estado y la apertura de un proceso de transición hacia un nuevo modelo de organización política, social y económica”. 

Lo han leído bien. Rodear el Congreso de los diputados hasta que dimita el Gobierno, el Rey, se eche abajo la Constitución…
Falta incorporar a ese desiderátum la derrota del capitalismo, la paz mundial o la superación de las enfermedades.

No es que me tome a risa la propuesta, pero, a tenor de la tabla reivindicativa me he acordado de  cuando  los   Monty Python's  en  “La vida de Brian” pretendían, ante el posible secuestro de la mujer de Pilatos,  solicitar a modo de rescate la disolución del Imperio Romano en cuarenta y ocho horas.

Cosas más disparatadas hemos visto en el pasado reciente de ETA y sus acciones “reivindicativas”. Y no por inauditas o extravagantes fueron planteamientos trágicos de infaustas consecuencias. Pero, volviendo al caso, “Ocupa el Congreso” no debe ser contemplando como una extravagancia sin importancia. El asalto a supermercados andaluces por jornaleros, la ocupación de fincas o de bienes privados en una estrategia de agitación liderada por aforados , sin que ni sindicatos ni organizaciones democráticas de izquierda haya deslegitimado de raíz tales comportamientos, no augura una gestión adecuada de este descabellado anuncio  de “golpe cívico” a las estructuras españolas.

No puedo olvidarme que el caldo de cultivo de esta febril iniciativa surge de los desmanes  provocados por los chorizos de guante blanco que con su  saqueo pertinaz de lo público y lo privado han conducido a España a una bancarrota económica y a una quiebra moral  de la que difícilmente podrá salir en decenios. Especuladores que renunciando al sacrificio de la economía real crearon una burbuja del enriquecimiento rápido y de la ostentación que ahora deberá pagarse con unos recortes sociales brutales. Una cuenta a débito  que , previsiblemente, hipotecará el futuro de varias generaciones de españoles.

Los vascos podemos tener la tentación de mirar hacia otro lado. Lo que les pase a los españoles no nos incumbe, podríamos pensar ingenuamente. Ojalá. Cuando casi el cuarenta por ciento de nuestra producción industrial  depende del consumo allende el Ebro, nada que allí acontezca no es ajeno. 

Y mucho menos debemos sentirnos libres de ataduras cuando el entorno internacional  (occidental)  no sabe identificar nuestro “hecho diferencial” ni es capaz de segregar políticamente  lo que económicamente resulta elocuente (que la economía vasca poco tiene que ver con la española). Necesitamos, como vascos,  sostener y presentar nuestro sujeto económico en Europa. Hacer posible que todo mercado exterior es susceptible de relación (internacionalización de nuestras empresas) y que por ello la innovación en origen (la investigación en casa) y la aportación de mano de obra cualificada “outsourcing” –en los países de destino-  van a ser  la clave de que la economía de este país no se hunda arrastrada por el “Titanic” del Estado español.

Hablar de soberanía, de independencia, de separación de España en estos momentos de crisis atroz resulta fácil. Lo difícil es encontrar asideros firmes que nos permitan mantenernos a flote con garantías de subsistencia en caso de que el gigante al que nos vemos subordinados de hecho  se vaya a pique.

Por eso el momento que vivimos se presenta crucial. O somos prácticos y consolidamos un nuevo tiempo de acuerdos nacionales que hagan posible  recobrar masa muscular productiva (acuerdo nacional por el empleo, por la productividad, por la competitividad, por la internacionalización de nuestros productos)  o, por lo contrario, podemos optar por el pataleo. O por hacer un llamamiento a la revolución.  A ocupar el Congreso, como han hecho otros. Trabajar, como lo hicieron otrora miles de cualificados profesionales que capitaneaban empresas vascas en todos los continentes buscando un porvenir prometedor, o  la arenga demagógica  de un bolcheviquismo trasnochado.

Quienes se criaron entre las barricadas y  el discurso imposible  de “Patria o muerte”, tienen hoy, a tenor de su representación institucional legítimamente obtenida, la doble opción de predicar o dar trigo. Vivir en la ensoñación quimérica de una Euskal Herria  inalcanzable o participar de una Euskadi , que , en pocos años, tenga por méritos propios, el ámbito de reconocimiento y de fortaleza  que los abertzales  reivindicamos.   Eso, también empieza hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario