viernes, 28 de diciembre de 2012

ROMPER EL BLOQUEO

Primera votación en el Parlamento Vasco. En nuevo Ejecutivo autónomo, por el procedimiento de urgencia, había trasladado hasta la Cámara un proyecto de ley, en lectura única –no enmendable- para posibilitar el adelanto, a modo de anticipo, de las pagas extras de los trabajadores  públicos correspondientes a julio y diciembre del próximo ejercicio a los meses de enero y julio. La intención del gabinete de Urkullu era mitigar los efectos de la supresión de la “extra” de Navidad decretada –ordeno y mando- por el Gobierno español.
Una decisión lógica a todas luces tras el “decretazo” de Rajoy y la enorme chapuza organizada por Patxi López y los suyos en su último tránsito de legislatura.
Primera votación, con decisión de Perogrullo, pero con puesta en escena  significativa. Sus señorías de la oposición prefirieron evidenciar más su advertencia de bloqueo al Gobierno Urkullu que su opinión en relación a las pagas extra. Aunque se hubiera sometido a votación una declaración de  felicitación navideña el resultado habría sido idéntico. El mensaje de la oposición fue nítido; “ojo Urkullu, que estás en minoría, que te podemos sacudir cuando queramos”. No importa el contenido o lo que esté en juego.  Lo importante es la advertencia.
Yo tenía un amigo  que creía que la mejor forma de mantener la tensión entre sus empleados era, de vez en cuando, dar un “kokoteko” al primero que se encontraba en el camino. “¿Por qué haces eso, ha hecho algo mal? –le  pregunté-
.-No, no ha hecho nada mal –respondió-.
.-¿Entonces, por qué?
.- Por si acaso.
Esa acción de carácter preventivo, inconsciente y vengativo, es la que ayer estuvo a punto de dejar a los funcionarios vascos sin opción a adelantar y a cobrar en los próximos días una paga extraordinaria. Una auténtica insensatez, ya que sólo votaron a favor de la medida los parlamentarios del PNV que sustentan al Gobierno.
El resultado del primer pleno de la décima legislatura del Parlamento Vasco no fue anecdótico.  Atrás habían quedado las buenas intenciones y las constantes apelaciones al acuerdo como fórmula de entendimiento entre diferentes. De buenas a primeras, Urkullu y su gobierno se vio acorralado. Y nada parece augurar que el cerco se abra, aunque sea por una causa de puro sentido común. No habrá tregua. Ni cien días. Ni diez.  Ese es el punto de partida del “nuevo tiempo”. Un horizonte  de inestabilidad en el que  quien más, quien menos, está preocupado en solventar sus carencias y apreturas y en las que nadie parece hacer caso a la imperiosa situación de declive económico y social a la que nos enfrentamos.
Un paro desbocado  que amenaza con acercarse al 20% de la población activa, una producción industrial en mínimos, una contracción económica global en la zona euro, un mercado español a la espera del rescate, una despensa  sin reservas, y miles  de familias que no llegan a fin de mes son los desafíos urgentes que aguardan a Iñigo Urkullu en su llegada a Ajuria Enea. Un panorama de “emergencia nacional” como él mismo lo ha calificado.
A pesar de que han sido muchas las crisis que han azotado a Euskadi en los últimos decenios, es  difícil encontrar en la historia reciente una coyuntura similar. Un cuadro calamitoso ante el que más de uno tendría la tentación de echar a correr, en lugar de enfrentarse  abiertamente a gestionarlo. Pero que el nuevo lehendakari  tiene intención de afrontarlo con inmediatez y decisión.
Soy testigo de excepción de la incesante actividad desarrollada en estas últimas semanas  por quien hoy es lehendakari de Euskadi.  Horas de preparación de un gobierno austero pero potente, como lo obligan las circunstancias. Horas de contraste para determinar la inmediata toma de decisiones, de programas, de iniciativas, que como vitaminas, intentarán  estimular al conjunto de la sociedad vasca hacia su recuperación. Decenas de cuartillas ordenadas de un bloc de notas con observaciones minúsculas y caligráficas que reflejan, a modo de acta, conversaciones y contraste de opiniones, entrevistas y reuniones, ideas y propuestas.
Iñigo Urkullu ha preparado minuciosamente  la acción de su nuevo gobierno. No perderá un minuto en florituras, aunque algunos se obstinen en alimentar debates estériles como el de la necesidad o no de que el presidente de los vascos viva o no en Ajuria Enea. El país no puede esperar más porque ya ha perdido demasiado tiempo.
Su primera tarea es conocer,  sin maquillajes  ni envoltorios,  la realidad económica de su ejecutivo.  Deberá tener una foto fija de los recursos de los que dispone su gobierno para elaborar, sin mayor dilación, un presupuesto para el 2013.
Su predecesor ha tasado en 1.400 los millones de euros de desfase que el nuevo ejecutivo se encontrará de cara a marcar sus cuentas públicas para el próximo ejercicio. De confirmarse el escenario, el lehendakari Urkullu deberá priorizar. Aparcar lo que no sea urgente para centrarse en lo trascendente. Perfilar las “líneas rojas” sobre las materias  de protección social (la sanidad, la educación, las políticas sociales). Y, en paralelo,  establecer un plan de choque, de estímulo a la actividad económica y el empleo. Lo demás, deberá ajustarse el cinturón, resistir y aguardar a tiempos mejores  para tener una oportunidad de desarrollo.
El lehendakari Urkullu, ya lo anunció en la sesión de investidura,  deberá ser capaz de  articular un fondo  económico para la liquidez de las empresas. Desaparecido el crédito, las pymes – primeras generadoras de empleo en el país- , los autónomos, los servicios, los comercios, necesitan gasolina para mantenerse en marcha. Sin carburante no hay actividad y sin actividad el país se queda atrás.  Y las instituciones financieras, ensimismadas hasta ahora en la adecuación de sus estructuras y sus recursos a la nueva realidad bancaria exigida desde Europa, deberán comprometerse  activamente con la fluidez  crediticia a las empresas. O la economía caerá en la depresión. 
El Lehendakari Urkullu deberá impulsar planes de choque  para generar empleo juvenil y para incorporar nuevamente al mercado laboral a los parados de larga duración, a esos trabajadores y trabajadoras de más de 45 años que han perdido su estabilidad y empleo como consecuencia de la crisis.  Deberá generar confianza y buscar puntos de encuentro entre los protagonistas sociales para evitar enfrentamientos inútiles. Y , por qué no,  firmar compromisos de colaboración que garanticen flexibilidad en la estructura económica de las empresas a cambio de seguridad en el mantenimiento de los puestos de trabajo.
El lehendakari Urkullu tendrá que habilitar la sintonía institucional para que toda la arquitectura existente en el país se sume a este ingente esfuerzo  de emergencia nacional que deberemos protagonizar sin dilación.  Sintonía y lealtad para sumar políticas públicas, para encontrar lugares de encuentro armonizados en una reforma integral del sistema tributario.
Toda esa tarea, que se encuentra ya en su cuaderno de bitácora, deberá habilitarla buscando aliados parlamentarios que le acompañen  en un camino de sacrificio, de resistencia y de entereza.
La premisa de partida  marcada ayer por las formaciones políticas en el parlamento Vasco  apunta a que Urkullu y su gobierno lo va a tener muy difícil.  “Al enemigo, no hay que darle ni sed” parecen decir quienes hoy comparten oposición. ¿Ni sed?. Sí, porque si les das sed, luego te pedirán agua.
Triste comienzo  del “tiempo nuevo”. Cerramos el calendario en el bloqueo. La responsabilidad obliga a abrir  el nuevo almanaque dando la vuelta a la situación. El PNV y el gobierno que sustenta están dispuestos a dar pasos en tal sentido. ¿Lo están los demás?. Sería de agradecer. Es lo que toca.

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