El 30 de
octubre del pasado año, apenas una semana después de haberse celebrado los
comicios autonómicos, con la piel sobrecalentada aún por una derrota sin
paliativos, Patxi López, entonces lehendakari en funciones y secretario general
del Partido Socialista de Euskadi, pronunció ante el Comité Nacional de su
partido una afirmación categórica; "Hoy
nuestro viejo partido se está convirtiendo en un partido viejo" y se
comprometió a poner freno a este declive a través de una “profunda reforma que
incluya ideas y personas”
López no estaba desencaminado en el diagnóstico realizado. Algo muy
importante por otro lado ya que sólo si se acierta con el origen de los males
propios se podrá actuar en consecuencia en su resolución. Y a los socialistas
se les acumulaban los problemas. Su ausencia de perfil propio en el Estado con
la pérdida sostenida de todos sus poderes territoriales, la crisis en carne
viva en Catalunya que auguraba cisma, el comienzo de las reyertas internas a la
búsqueda de nuevos liderazgos y, además, la caída electoral en Euskadi, donde
por primera vez en su historia habían gobernado sin poder rentabilizar tal
hecho, situaba a los socialistas en una difícil encrucijada de la que debían
salir. Bien renovándose o cediendo al clima guerracivilista que se fraguaba en
su organización mayor.
La derrota en Euskadi les había aportado , significativamente, un tremendo
malestar de cuentas pendientes con los nuevos ganadores –el PNV- a quien
contemplaron como el responsable máximo de su fiasco. Un PNV que, a su juicio,
no les dio un segundo de tregua y que, lo que más escocía, había sido apoyado
en su papel de “oposición gobernante” por su propio presidente Zapatero,
condescendiente con los jeltzales en su intento vital de resolver su propia
debilidad,
Renovarse cuando uno llega malherido y se encuentra un panorama desolador
puede resultar imposible, salvo que el cambio produzca desgarros internos. Por
eso, mucho me temo, con riesgo a
equivocarme, que el PSE ha cedido a la tentación y la renovación exigida
internamente ha quedado en stand by.
No es mi intención hurgar en casas ajenas. Pero, por la trascendencia que
para el conjunto del país tendrá lo que acontezca estos dos próximos fines de
semana (congresos de Euskadi y territoriales) , me atrevo a aventurar que, por
desgracia, poco o muy poco cambiará en el Partido Socialista de Euskadi.
López habló de renovación de ideas y también de personas. Empezando por
esto último y si tomamos como base la foto del cuadro dirigente habido hasta la fecha, la instantánea no
cambiará sustancialmente. Caerá del cuadro de honor Jesús Eguiguren y se incorporará
funcionalmente como responsable de la organización Rodolfo Ares. Lo demás ,
a pesar de los intentos de descabalgar a
algún barón, seguirá prácticamente igual.
Y en lo que a las ideas respecta, no se observan novedades evidentes. La
política anti recortes sociales, la modulación del perfil de “izquierda” y la
defensa de su etapa gubernamental pasada completará una propuesta en la que la
imagen de “unidad” pretenderá ser recuperada como un valor y una potencialidad
futura. Vamos que la renovación gira 360 grados hasta reposicionar el partido
en el origen mismo del tránsito.
Internamente, la mayoría socialista creía en la necesidad de cambio, y
quien más convencido de ello estaba era el propio Patxi López. Pero el ex
lehendakari, según afirman los próximos que se parapetan a su sombra para no
sufrir desgaste alguno, “tiene la cabeza en la grave situación del PSOE”. De
ahí que , sólo cuando despoje definitivamente la margarita de si dedicarse a
cuestiones confederales o circunscribir su acción a Euskadi, podrá darse la
renovación tan deseada. “Un año –cuentan en privado” es el tiempo que vamos a
necesitar para aclarar el porvenir”
Los que no giran, ni 360 grados ni mueven la cintura desaprovechando el momento creador son los de
la Izquierda Abertzale. Su labor institucional, de la mano de EH Bildu empieza
a resultar caótica. No hay ni conocimiento de los procedimientos ni de la
realidad y todo es puro escaparate, ventajismo propagandístico. Hay, en este
desmadre, quien echa en falta el rigor practicado, por ejemplo, por aquellos
parlamentarios de Euskal Herritarrok, capaces de negociar y transaccionar
medidas y propuestas.
Por el contrario, pronunciamientos como los de Maribi Ugarteburu
denunciando a lehendakari de haberse plegado ante Rajoy por dinero, son
impresentables y más propios del MLNV del “conflicto” que del nuevo tiempo.
Lejos de procurar el acercamiento de posturas, de trabajar eficazmente, la
Izquierda Aberzale se está dedicando a algo que siempre hizo, culpar a los
demás de todo lo que ocurre y eso demuestra que siguen sin superar la burbuja
de aislamiento que ellos mismos tejieron
durante años de dogmatismo.
Las palabras de Ugarteburu no han
pasado sin ser tomadas en consideración por el PNV. Imputaciones tan graves
contra el Gobierno y su Lehendakari han dejado poso y tendrán sus consecuencias.
Por lo menos, de interlocución.
Lo que no puede ser, y esto se repite singularmente, es que mientras desde
sectores de la Izquierda Abertzale, como la plataforma “Herrira” se invoque al
diálogo y al acuerdo para establecer puntos de partida consensuados sobre, por
ejemplo, la política penitenciara, desde Sortu o como se llame se ataque al
lehendakari tan burda y desvergonzadamente. Así, colaborar es imposible.
Sortu haría bien en dejar a un lado tics y posiciones del pasado, para de
una vez or todas actuar en pleno ejercicio democrático, llevando sus propuestas
al Parlamento , a una comisión de paz y convivencia que , en una parte, por su
culpa, aún no se ha creado. Llevar sus ideas al Parlamento, y dialogar más,
Desde la reserva, como lo hacen todos, con los partidos y también con el Gobierno. Con ese al que han acusado
de venderse por un plato de lentejas. Ese es el verdadero cambio que necesitan
ellos y necesitamos todos.
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