El año 2001, Txema Montero y quien esto escribe, entrevistamos en Bilbao a
Shlomo Ben Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel y agente activo en
las negociaciones de Camp David protagonizadas por Barak y Arafat de cara a
establecer las bases de paz en Israel y Palestina.
Ben Ami estuvo acompañado en aquel encuentro , provocado por la revista de pensamiento e
historia “Hermes”, por el profesor Alberto Spektorowski,
un hombre extremadamente reflexivo y que no perdía detalle de todo lo que por
aquí acontecía.
La entrevista fue radiante. No por las preguntas de quienes
conformábamos el vínculo periodístico sino por la brillantez de Ben Ami.
Brillantez, claridad y profundidad.
La paz, sus fundamentos, su impacto, fueron las materias
básicas de la conversación, y todo ello
acompañado de elocuentes ejemplos visuales del escenario palestino-israelí.
Cuestionado por si en
los conflictos violentos debiera pagarse un precio para alcanzar la paz, Ben
Ami no dudó: “La paz siempre
tiene un precio. Muchos precios. No hay paz sin precio ni camino sin agonía.
Uno de los dilemas más dolorosos que nosotros hemos tenido que enfrentarnos (en Israel) es precisamente ese. Si
preguntásemos a los más fanáticos de nuestra sociedad por su interés por la paz nos dirían que ellos también quieren la paz.
Pero quieren la paz de igual manera que
el ciudadano de a pie le gusta que haya ley y orden pero no le gusta que el policía le ponga una
multa, que imponga la ley sobre él. Teóricamente, todo el mundo quiere la paz.
Lo que no quiere, a veces, es pagar el
precio. Estoy seguro que el último de los colonos en las colonias más duras y
más fanáticas de Cisjordania quiere la paz. La quiere desde el concepto de ser
el jinete frente al caballo que también es una cierta paz pero no es la paz a
la que nos referimos.”
“ La paz tiene un precio –continuaba en su reflexión Ben Ami-
y un precio a veces que la gente encuentra
más dificultades en pagarla que en ir a la guerra. De otra manera no puede
explicarse por qué las guerras unen y la paz divide. Es más difícil ser líder
de una nación, de un gobierno, en procesos de paz que ser el líder en procesos
de guerra, porque en momentos de guerra tienes toda la nación unida detrás. El
hecho de que algunos no entiendan que la paz tenga un precio a pagar por todos
es lo que genera la división, por eso la guerra, puede llegar a unir más que la
paz”
Este argumento, explicado en el inicio de la segunda intifada
tras la provocación de Sharon en la explanada de las mezquitas y el
alineamiento de Arafat con las tesis religiosas fundamentalistas de los
palestinos resultó, para mí al menos, revelador. Máxime si tenemos en cuenta
que en Camp David se rozó con la punta de los dedos un acuerdo histórico que
rompiera con decenios de enfrentamiento atroz.
Esa cita ha sido la que ha esgrimido en su nombramiento Jonan
Fernández como Secretario General de Paz y Convivencia del Gobierno vasco. Su
compromiso personal con la paz, la reconciliación, la convivencia y la memoria
no ha sido entendido por algunos que le achacan un pasado “manchado” en los entornos de la Izquierda Abertzale.
Fernández no lo esconde. Al contrario. Su experiencia personal y vital debe ser
un ejemplo a esgrimir para quienes se obstinan en no hacer una revisión crítica
del pasado. Incluso del pasado de uno mismo.
Los reproches, las críticas, los desaires, que este nombramiento gubernamental ha provocado,
demuestra el grado de cinismo y de utilización que en determinados ámbitos
siempre se ha hecho de la violencia. Y refuerza, para nuestra desgracia, esa tesis de Ben Ami de que, en ocasiones la
guerra une más que la paz.
Ya me gustaría que esos que han reprochado a Jonan Fernández
su pasado hicieran lo mismo con una larga lista de personajes que hoy son
tenidos por “honorables” y antaño vieron sus conductas salpicadas por la
vulneración de derechos o por apoyar actitudes totalitarias. Ya lo dice el
nuevo testamento, quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra, aunque
si lo hiciera le correría el riesgo de que al él mismo le llovieran guijarros a
puñados.
Además, en el tema de la paz y de la convivencia, todos necesitamos
una oportunidad. También quienes desacreditan al equipo formado por Jonan Fernández, Mónica Hernando y Txema
Urquijo. Aquí solo cabe arrimar el hombro.
Y quien se quiera abonar a la impresentable tesis del “ y tú
más”, que se apunte al dueto Rajoy-Rubalcaba
cuyo espectáculo bufo en el Congreso resultó lamentable.
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