sábado, 2 de febrero de 2013

LA UNIDAD ANTE LA PAZ


El año 2001, Txema Montero y quien  esto escribe, entrevistamos en Bilbao a Shlomo Ben Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel y agente activo en las negociaciones de Camp David protagonizadas por Barak y Arafat de cara a establecer las bases de paz en Israel y Palestina.

Ben Ami estuvo acompañado en aquel encuentro ,  provocado por la revista de pensamiento e historia “Hermes”, por el profesor Alberto Spektorowski, un hombre extremadamente reflexivo y que no perdía detalle de todo lo que por aquí acontecía.

La entrevista fue radiante. No por las preguntas de quienes conformábamos el vínculo periodístico sino por la brillantez de Ben Ami. Brillantez, claridad y profundidad.

La paz, sus fundamentos, su impacto, fueron las materias básicas de la conversación, y todo ello  acompañado de elocuentes ejemplos visuales del escenario palestino-israelí.

Cuestionado por si  en los conflictos violentos debiera pagarse un precio para alcanzar la paz, Ben Ami no dudó:  “La paz siempre tiene un precio. Muchos precios. No hay paz sin precio ni camino sin agonía. Uno de los dilemas más dolorosos que nosotros hemos tenido que  enfrentarnos (en Israel)  es precisamente ese.  Si  preguntásemos a los más fanáticos de nuestra sociedad   por su interés por la paz  nos dirían que ellos también quieren la paz. Pero quieren la paz  de igual manera que el ciudadano de a pie le gusta que haya ley y orden  pero no le gusta que el policía le ponga una multa, que imponga la ley sobre él. Teóricamente, todo el mundo quiere la paz. Lo que no quiere, a veces,  es pagar el precio. Estoy seguro que el último de los colonos en las colonias más duras y más fanáticas de Cisjordania quiere la paz. La quiere desde el concepto de ser el jinete frente al caballo que también es una cierta paz pero no es la paz a la que nos referimos.”

“ La paz tiene un precio –continuaba en su reflexión Ben Ami-  y un precio a veces que la gente encuentra más dificultades en pagarla que en ir a la guerra. De otra manera no puede explicarse por qué las guerras unen y la paz divide. Es más difícil ser líder de una nación, de un gobierno, en procesos de paz que ser el líder en procesos de guerra, porque en momentos de guerra tienes toda la nación unida detrás. El hecho de que algunos no entiendan que la paz tenga un precio a pagar por todos es lo que genera la división, por eso la guerra, puede llegar a unir más que la paz”

Este argumento, explicado en el inicio de la segunda intifada tras la provocación de Sharon en la explanada de las mezquitas y el alineamiento de Arafat con las tesis religiosas fundamentalistas de los palestinos resultó, para mí al menos, revelador. Máxime si tenemos en cuenta que en Camp David se rozó con la punta de los dedos un acuerdo histórico que rompiera con decenios de enfrentamiento atroz.

Esa cita ha sido la que ha esgrimido en su nombramiento Jonan Fernández como Secretario General de Paz y Convivencia del Gobierno vasco. Su compromiso personal con la paz, la reconciliación, la convivencia y la memoria no ha sido entendido por algunos que le achacan un pasado “manchado”  en los entornos de la Izquierda Abertzale. Fernández no lo esconde. Al contrario. Su experiencia personal y vital debe ser un ejemplo a esgrimir para quienes se obstinan en no hacer una revisión crítica del pasado. Incluso del pasado de uno mismo.

Los reproches, las críticas, los desaires, que este  nombramiento gubernamental ha provocado, demuestra el grado de cinismo y de utilización que en determinados ámbitos siempre se ha hecho de la violencia. Y refuerza, para nuestra desgracia,  esa tesis de Ben Ami de que, en ocasiones la guerra une más que la paz.

Ya me gustaría que esos que han reprochado a Jonan Fernández su pasado hicieran lo mismo con una larga lista de personajes que hoy son tenidos por “honorables” y antaño vieron sus conductas salpicadas por la vulneración de derechos o por apoyar actitudes totalitarias. Ya lo dice el nuevo testamento, quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra, aunque si lo hiciera le correría el riesgo de que al él mismo le llovieran guijarros a puñados.

Además, en el tema de la paz y de la convivencia, todos necesitamos una oportunidad. También quienes desacreditan al equipo formado por  Jonan Fernández, Mónica Hernando y Txema Urquijo. Aquí solo cabe arrimar el hombro.

Y quien se quiera abonar a la impresentable tesis del “ y tú más”,  que se apunte al dueto Rajoy-Rubalcaba cuyo espectáculo bufo en el Congreso resultó lamentable.

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