viernes, 26 de abril de 2013

EL NO DE LOS NIÑOS

Leandro Fernández de Moratín escribió en 1801 la obra teatral “El sí de las niñas”, pieza representativa de la ilustración que rompía tendencias en la España moralista y déspota de antaño. La trama de su obra pretendía romper con la costumbre de someter a las mujeres al matrimonio de conveniencia. Romper con la presión ejercida por los progenitores ante sus hijas de tomar marido a conveniencia de su nivel financiero y social.


Moratín, reformista antes que revolucionario, pensaba que una situación injusta debía dar paso a otra justa a través de cambios mesurados, y jamás por actos de subversión contra la autoridad. Fiel a sus ideas, “El sí de las niñas” supuso un apoyo no pequeño a la causa de igualdad entre mujeres y hombres, ya que planteó, con gran éxito, el establecimiento del principio de voluntad –matrimonio por amor y no por interés- en la unidad conyugal de su época. “ El sí de las niñas” no fue solamente un sonoro éxito de público: fue la obra de mayor aceptación de su tiempo y casi con seguridad el mayor acontecimiento teatral de todo el siglo. La obra se mantuvo en representación por veintiséis días seguidos y atrajo a más de 37.000 espectadores, cifra equivalente a la cuarta parte de la población adulta de Madrid. Pero tal triunfo, vinculado a al trasfondo ideológico de sus contenidos llevó a la Inquisición -1815- a prohibir la representación de la obra. Prohibición que se repetiría en 1823 y que se mantendría durante los veinte años posteriores.

La “voluntad”, el respeto, como elementos contrapuestos a la “conveniencia”.

Frente al “Sí de las niñas” nos encontramos hoy con el “el no de los niños”.

“No” y “mío” son unos de los primeros vocablos que aprende a articular un ser humano. Es como una autoafirmación de lo individual frente al colectivo. La genuina representación posesiva singular de que sólo hay un protagonista en el escenario; uno mismo. Todo se contempla con el interés particular. Sin mirar más allá. Sin ceder un ápice a los demás. Aunque las circunstancias obliguen a cambiar la perspectiva. Eso es lo que ha ocurrido en la reciente historia que ha dado al traste con los presupuestos presentados por el Gobierno vasco para 2013.

Ni la crisis, ni la situación de alarma que viven miles de personas y familias, ni los condicionantes económicos de las Administraciones, ni la falta de actividad de las empresas, ni la necesaria estabilidad de los marcos institucionales han hecho cambiar las posiciones de quienes nos representan en el Parlamento Vasco.

Todos dirán lo contrario, que el inmovilismo partía de los demás, de unas posiciones que no se han aproximado por culpa de los de enfrente.

Lo trascendente para quienes desde el bloqueo han provocado la retirada de las cuentas, ha sido poner en evidencia la minoría en la que se encuentra el Gobierno y el partido que lo sustenta. Por eso, “fracaso” y “soledad” han sido los dos términos que más fluidamente han conjugado. Pero quienes lo han repetido, no han reparado en el hecho de que dos no acuerdan si uno no quiere. Y uno, o todos, no han querido.

La Izquierda Aberzale y añadidos han reaparecido en el Parlamento con la vocación de representar una alternativa al sistema y al PNV gobernante. Entre la pancarta y el escaño han llevado a cabo una estrategia bipolar. Allí donde tienen responsabilidad de gobierno utilizan la realidad jurídica en vigor sin rechistar y, por el contrario, donde son oposición, abdican de la misma y reclaman, sin ningún reparo, que los demás la obvien. Que no se pague el cupo, que no se haga caso a las obligaciones de contención del déficit, que se rompa el modelo, etc. Conjugan el verbo “acordar” con la coletilla “como yo digo”. No hay más consenso posible.

Era lo esperado de quienes invocan al pueblo y a su participación para, como en Legazpia, hacer oídos sordos a la voluntad popular expresada. No es despotismo ilustrado. Despotismo iluminado más bien.

Luego están, los que reclaman “acuerdos de país”. ¿Acaso un presupuesto no es un acuerdo de país?. Son los “niños” que, además del “no”, del “mío” aprendieron a decir “más”. Condicionaron su consenso a no atravesar “líneas rojas”. Cuando vieron que no se sobrepasaban, pidieron un pacto fiscal. Cuando recibieron documentos poniendo negro sobre blanco propuestas exigieron otro pacto sobre la lucha contra el fraude. Aún no han contestado a las iniciativas presentadas. Más tarde, echaron mano a otra exigencia; el recálculo de ingresos. Urkullu entregó en mano a López un documento en el que abría esta hipótesis. El “ex” ni tan siquiera ha descolgado el teléfono para responder a la oferta. Presentaron una enmienda de totalidad. Una nueva barrera. Pedían la devolución de las cuentas y la presentación de unas nuevas. Y cuando el actual Gobierno anunció la posibilidad de retirar el presupuesto y presentar uno nuevo respondieron de inmediato; “No. Ni se os ocurra”. No. No. No.

Todo ha sido una farsa por su parte. Pongamos un ejemplo. Quizá el último. La enmienda a la totalidad presentada por el PSE solicitaba la inclusión en el presupuesto de nuevos recursos económicos. Entre ellos, los que se puedan generar por los nuevos impuestos aprobados por el Estado que aún faltan por concertarse con la Comunidad Autónoma (energético, etc).

El pasado miércoles, las Juntas Generales de Bizkaia votaban la ratificación de un Decreto Foral Normativo para “foralizar” – hacer propios- dichos impuestos. ¿Qué votó el PSE?; No. Nueve votos “no”. No a los impuestos cuyos posibles rendimientos incluían en su enmienda a la totalidad. Una broma más de la comedia.

Los socialistas lo tenían claro. Como los Mojinos, se sentían escocidos. Habían soportado tres años y medio la oposición nacionalista para que, después, la ciudadanía les desalojara del poder. Y ese resquemor, tarde o temprano lo tenía que pagar el PNV. Así que, en su mente, sólo había una respuesta, una factura que pagar a modo de estacazo público. La bofetada era el presupuesto.

Tenían que evidenciar que el Gobierno de Urkullu se sustenta únicamente por 27 parlamentarios. Como si el PNV no lo supiera. Había que escarmentarles, escaldarles con su propia medicina. Ni aceptando todas sus condiciones hubieran permitido que el presupuesto saliera. Aunque el país sufriese. Aunque las medidas de lucha contra el paro se ralentizasen. “No” y “Mío” fueron sus únicas palabras

Pastor, el “niño aventajado” de la clase, fue más allí, cargando personalmente contra el lehendakari en una salida de tono inaceptable. De su boca ornamentó el discurso; “Caca, culo, pis”. Siempre a la altura de las circunstancias. A la altura del barro.

Con la inestimable colaboración de populares y ultramontanos (UPyD), el PNV recibió el estacazo deseado. El “No de los niños” obligó al Gobierno vasco a retirar su presupuesto. Triunfó la “conveniencia” frente a la “responsabilidad compartida”. Venció el partidismo frente a la necesidad comunitaria y al consenso.

¿Qué hemos ganado con todo este embrollo?. Seguramente, el escenario político no volverá a ser el mismo. Quienes representamos la responsabilidad del gobierno hemos sufrido una derrota parlamentaria. Un revés, sí. Por qué no admitirlo. Un contratiempo superable y ya superado. Dos aspirinas y a seguir adelante. A utilizar la prórroga con inteligencia y eficacia para cumplir con los compromisos contraídos con la ciudadanía.

Los castigadores, se regodean ante su pírrica victoria. Han dado una patada al país en el culo del PNV. Bonita recompensa.

Los niños, por pura evolución, crecen. En ese desarrollo amplían su capacidad cognitiva, de interpretación y expresión. Aprenden. Por sí solos o con la ayuda de los demás.

Esperemos que los del bloqueo aprendan a decir algo más que “no”. Por su bien, y el de todos. Son sus deberes. Y los nuestros.

1 comentario:

  1. para seguir como siempre, EMON BEHAR, da igual a que y porque, simplemente dar. Si a cada uno de ellos en petit comité o tertulia de tasca fuera de su entorno del no, les comentas la proyección de país tanto económica como en cualquier otro ámbito, no saben no contestan.
    Es cansino para todos no moverse un cm. de la imposición del no. Solo me gustaría que ese amor a nuestra tierra que dicen tener, se transformara en dialogo y acuerdo. Basta ya de refugiarse en no aportar, no negociar, no crear y no madurar. Gu geurea herriak behar duelako.

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