lunes, 10 de junio de 2013

BENITO, GERO ARTE

Cuando suba esta entrada en el blog, los restos mortales de Benito Mediavilla serán incinerados. Benito, el sexto vástago de la saga Mediavilla, fallecía en la madrugada del sábado en su domicilio de Basauri. Allí había llegado con toda la prole tras la guerra y al abrigo de un trabajo de su padre en la sierra de Panera. Su infancia transcurrió en la cuna pinariega castellana de sus predecesores. Y allí se remontan sus primeras anécdotas, relatadas como sucedidos graciosos, como cuando, en la localidad soriana de Tardelcuende, se lanzó barandilla abajo del edificio municipal, parando el salto con la cabeza, lo que le dejó en estado de inconsciencia para susto de los propios que rememoraban con chanza años después aquel “aterrizaje”.


Ya en Basauri – Dos Caminos- se integró rápidamente en un pueblo que hizo suyo para siempre. Pasó sus primeros años en aquel piso de la calle de la Estación, en el que su madre y su hermana, se dedicaban a coser mientras el resto de la numerosa familia (ocho hermanos) encaminaban la aventura de la vida a través del trabajo y la solidaridad de una familia numerosa que, como muchas, salió adelante en momentos de extrema necesidad. Recuerdo aquel piso, su escalera de madera, su enorme pasillo y la elevada altura del sus techos, por lo cuales, según decían, se escuchaba las carreras de las ratas. No me quito de encima el escalofrío de aquella sensación. Allí, junto a las barreras y al apeadero de RENFE, los Mediavilla, hicieron comunidad con un vecindario genuino y reconocido. Los tiempos no eran como los de hoy. Entonces, todos se conocían y relacionaban. Poco a poco, la urbe creció y Basauri se convirtió en un gran núcleo habitado por miles de familias, perdiendo en parte sus rasgos primigenios, pero conservando buena parte de los matices que sedimentaron aquellos vecinos de postguerra. (Hasta 1950 Basauri tuvo cerca de 10.000 habitantes. A partir de ese momento, el desarrollismo industrial hizo que la población se multiplicara por cinco).

Benito se mimetizó con aquella sociedad vasca de postguerra. Compartió sus costumbres hasta enraizar con su cultura, con su forma de vida y su manera de entender las relaciones humanas. Allí encontró a Igone, una de las hijas de Intxausti, el hojalatero de El Kalero, un euskaldun íntegro, abertzale, trabajador. Con ella se labró el porvenir, y su familia. Motivos laborales le llevaron fuera de Euskadi durante un tiempo, trasladándose a Oviedo pero, en cuento pudo, volvió a Basauri. A recuperar su espacio. Sus amigos, el txoko, los potes, las setas, la gastronomía, la cultura...el país que contribuyó a construir.

Ahora le ha tocado marchar definitivamente. La enfermedad ha minado sus reservas. Y se ha ido con dignidad. A Benito, a mi tío “Cani”, le esperan varios hermanos. José, Miguel, Esteban y Donato –aita-. “Cani” y “Boti” otra vez juntos. Podrán seguir leyendo el “Deia” y compartir la actualidad de Euskadi mientras preparan una paella de conejo o una tapa de hígado encebollado. Ya no pararán en el “Bizkargi” o donde “el indio” pero seguro que encuentran otra tasca donde tomar unos txikitos. Y donde contar historias. Esas, como la de el viaje de ida y vuelta nocturna en Atxuri y que también conté en este blog, que siempre me dejarán un recuerdo entrañable y maravilloso. Gero arte tío.







4 comentarios:

  1. Goian bego "Cani"

    En mi niñez , no existia el barrio del Kalero, eso era Kareaga y allí habia un lavadero

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  2. Efectivamente. Kareaga. Más tarde "El Kalero" . Intxausti vivía en la última casa , antes de iniciarse el descenso hacia el Boquete

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  3. los politicos debeis recuperar la toponimia, como bien dices en tu articulo, el nombre de nuestro pueblo fue cambiado por el nombre dado a una estacion de tren.
    Incluso el PNV dice" Batzoki del Kalero", como basauritarra reivindico KAREAGA
    que mas quieren algunos que cambiar los nombres .

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