viernes, 21 de junio de 2013

JONÁS Y LA BALLENA

Creo recordar que fue el año 1994. La Fundación Sabino Arana había organizado un ciclo de conferencias bajo el título genérico de “Nuevos horizontes”. En ese foro participaron ponentes tan renombrados como Joaquín Leguina, Federico Trillo o Nicolás Sartorius. Y, también otros, por entonces menos reconocidos como Imanol Zubero (Gesto por la paz) o Jonan Fernández.

Fernández era el Coordinador de Elkarri, una nueva plataforma social “por el diálogo y el acuerdo”. Jonan había sido concejal de Herri Batasuna en Tolosa y cabeza visible de la coordinadora “Lurraldea”, movimiento encauzado a evitar el trazado de la autovía que uniría Gipuzkoa con Nafarroa entre Irurzun y Andoain.

La obra pública en Euskadi siempre se había visto salpicada por “movimientos populares” que, a través de la presión reivindicativa, pretendían impedir la construcción de las nuevas infraestructuras diseñadas por las instituciones vascas. Con argumentos tan peregrinos como que los nuevos canales de comunicación servirían para que “los tanques de la OTAN pudieran penetrar fácilmente en Euskal Herria”, Euskadi ha vivido innumerables episodios de violencia de baja, media y alta intensidad. Sacar una excavadora al terreno era, inevitablemente, la apertura de un conflicto, en la mayoría de los casos irracional, con un coste económico elevadísimo y una factura social y de convivencia brutal.

Las “reivindicaciones” de Lurraldea apelaban a la conservación del medio natural y al impacto que la nueva autovía tendría en el valle de Leizaran. Al bueno de Román Sudupe, a la sazón Diputado de obras públicas de Gipuzkoa, le tocó sudar tinta en aquel tiempo. Pero con aguante y mano izquierda consiguió sacar adelante el proyecto, incluyendo modificaciones y mejoras en el trazado. Algunos –la izquierda abertzale de la época-, se creyeron ganadores del pulso mantenido con las instituciones. Incluso brindaron con champán por su “éxito”, pero lo único cierto y constatable hoy en día es que la autovía se construyó y, además, por el corazón de Leizaran.

Jonan Fernández había aterrizado en “Elkarri” desde “Lurraldea”. Su discurso hablaba de “diálogo” y de “acuerdo”. Comenzaba a adivinarse una “música” diferente al relato tradicional expresado desde el MLNV en relación al final de la violencia. Y, por eso, fue invitado por la Fundación Sabino Arana para que, abiertamente, expusiera sus tesis.

Me tocó, como en otras ocasiones, presentar al conferenciante ante el auditorio. Su imagen era de enorme timidez, como si temiera al organismo anfitrión. O al público. Su conferencia evidenció que aquellos folios que leía habían sido concienzudamente planificados y escritos. Revisados en varias ocasiones para evitar ser malinterpretado. Entre la rigidez del figurante, y el metalenguaje utilizado, la charla careció de frescura y claridad. Lo más difícil vendría después; las preguntas “improvisadas” de la concurrencia. Y en ese examen, Jonan Fernández consiguió aprobar. Era un indicio.

Ciertamente, la tribuna de la Fundación Sabino Arana era una invitación a visitar, desde el hall más luminoso, la solariega casa del PNV. Y acudir al PNV, aunque sea de visita, siempre infunde respeto, y hasta prevención a los foráneos.

Tras la conferencia, era costumbre de la organización, compartir mesa y mantel con el orador. Esta vez sí, en el “sancta sanctorum” del nacionalismo vasco, en Sabin Etxea, Jonan Fernández y su compañera cenaron con una representación del patronato de la fundación. A la joven pareja, -aferrados el uno al otro como quien teme a ser devorado por el anfitrión que les ha sentado en la mesa- le costó superar el miedo escénico, pero , poco a poco, supieron relajar el nervio hasta incorporarse decididamente a una conversación franca, abierta y sin prejuicios.

Allí, Jonan Fernández comenzó a descubrir al PNV, y el PNV, o al menos yo, empezamos a valorar a Jonan.
En “Elkarri” comenzó un tránsito vital de notable valoración. Con los focos de la actualidad iluminando su papel de intermediación, la equidistancia le valió el reproche de quienes hasta entonces se confesaban su familia. Y la acerada crítica de quienes interpretaron su papel como el de un impostor. Con escasos medios, menos recursos y la indisimulada desconfianza de unos y otros, simultaneó alternativas de negociación y diálogo. A un guión desechado le sucedía otro y, al siguiente rechazo, se presentaba una nueva alternativa. Perseverante tenaz hasta la hora de reconvertir su movimiento “Elkarri” en “Lokarri”.

Jonan se fue a “Baketik”, una fundación por la paz impulsada por los franciscanos de Aranzazu. En ella, durante los últimos seis años, ha comprometido su actividad con el fomento de la cultura de la paz, la reconciliación y los derechos humanos. Ahora, llamado por el Lehendakari Urkullu ha asumido el reto de ser el nuevo Secretario general de paz y convivencia del Gobierno vasco.

Desde que le conocí, aquel chico “fondón” y desconfiado ha cambiado notablemente. Hasta en el aspecto físico. Se le nota que está acostumbrado a sufrir y, pese a que ahora esboza más frecuentemente una sonrisa, su rostro indica que no ha comido caliente en mucho tiempo. Sin embargo, su tenacidad de antaño le ha reportado seguridad y confianza en sus posiciones de hoy. Cree firmemente lo que piensa y dice.


El pasado martes, el Secretario de Paz y Convivencia del Gobierno vasco, denostado por algunos por su pasado, hizo un gesto que todos deberíamos hacer. Se llama autocrítica y en el caso que nos ocupa podría denominarse “revisión crítica del pasado”. Jonan Fernández se puso ante el espejo en sede parlamentaria y en la presentación del magnífico informe de “vulneración de derechos” acontecidos en Euskadi desde 1960 a esta parte, predicó con el ejemplo. Así, de su etapa como concejal de HB (entre 1985 y 1990) reconoció haber cometido la "equivocación" de situar "a la par" su ideología y la ética y de no haber puesto por delante de "la razón particular" la "razón de los derechos humanos", algo que pudo motivar una "insuficiente conciencia del valor de la dignidad humana". También lamentó, que siendo promotor del movimiento “Elkarri”, no fuera, en un principio, lo "suficientemente sensible a la realidad de las víctimas".

El ejemplo de Jonan Fernández unido a los dos magníficos documentos presentados recientemente –Plan de Paz y Convivencia y Mapa de vulneración de derechos humanos en Euskadi- , encauzan los primeros pasos del nuevo camino hacia la paz que debemos emprender en un punto de partida inmejorable.


La solvencia de las estrategias dibujadas en ambas aportaciones a la ponencia parlamentaria de Paz y Convivencia ha hecho que las críticas parciales que han provocado sólo haya afectado a cuestiones irrelevantes de tales propuestas. Esto significa que estamos ante proposiciones básicamente incontestables. Y eso es mucho en los tiempos que corren y en las materias afectadas.

El Obispo Juan María Uriarte, Jon Mirena Landa, Manuela Carmena y Ramón Múgica, han hecho un trabajo encomiable y valiosísimo en el camino de la reconciliación y la convivencia del nuevo tiempo a construir entre todos.

Jonás fue, según la Biblia, un profeta que desobedeció el mandato de Yahveh de reconvenir a los habitantes de Nínive y pretendió escapar de la ira de Dios embarcando hacia Tarsis. Pero una tempestad castigó al navío hasta el punto de casi hacerlo zozobrar. La tripulación, sintiendo a Jonás como el causante de aquella calamidad , le lanzó por la borda. Según se hundía en las aguas pero, antes de ahogarse, un gran pez (se dice que una ballena) engulló al profeta.

Jonás, cuenta el Antiguo Testamento, paso tres días y tres noches en el vientre de aquel animal. Arrepentido de sus actos, Yahveh, hizo que el pez vomitara al profeta en tierra firme. Desde allí, Jonás volvió a Nínive a predicar la palabra de Dios. Y Yahveh misericordioso salvó a la ciudad de su destrucción.

Nuestro “Jonás” Fernández, ha salido ya de la ballena. Sus palabras de hoy buscan la paz y la concordia y son más claras y entendibles que las que pronunciara en aquella conferencia del año 94. Su ejemplo merece respeto, apoyo y acompañamiento por parte de todos. El mío lo tiene ya.

2 comentarios:

  1. Jonan Fernández ya hace muchos años, posiblemente mas de quince, mantenía una charla con el hijo de una victima de ETA en un bar en la plaza del ayuntamiento. Me sorprendió en aquellos años, pero era el inicio de la carrera que Jonan comenzó para entender las distintas sensibilidades. Creo que es una persona capacitada al 100x100 para la tarea encomendada.

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