viernes, 15 de noviembre de 2013

CARTA A JOSEBA GOIKOETXEA

Egunon , Joseba.

El sábado se cumplen veinte años desde que te apartaron de nosotros. Es uno de esos días que yo borraría del calendario. Pero es imposible.

Sabes que aquella misma mañana habíamos quedado para comentar varios temas. La verdad es que ya no me acuerdo para qué. Cuando en el embotellamiento de rigor, en el viaducto de Sabino Arana escuché la noticia por la radio del atentado y escuché tu nombre, borré del disco duro todo lo demás. Fue un shock.

Hasta hace escasos días no he podido acercarme al detalle de la tragedia. Lo he hecho a través de una sentencia del Tribunal Supremo en la que relata cómo te vigilaron. Quienes. Cómo se robó un vehiculo. Dónde le cambiaron la matrícula. En qué lugar lo escondieron. Quien aguardó al volante con el motor encendido. Cómo te esperaban dos pistoleros, en aquella trampa del semáforo. Uno por cada acera. Y cómo uno te disparó dos veces. A bocajarro. Con tu hijo sentado en el asiento de al lado.

No olvidaré los nombres de quienes te sacrificaron. Ni de quienes firmaron en “Egin” aquellas calumnias que te apuntaban como víctima. Eso, es difícil de borrar.

Revivir los hechos ha sido una experiencia difícil de asimilar. Pero qué te voy a decir yo que tú no sepas.

Me dirás que es mejor pensar en otras cosas. Y, seguramente, tienes razón. Ya no encuentro odio en el que refugiarme. ¿Qué sentido tiene pensar en hacer el mal a alguien?. Vivir carcomido por la venganza envilece y degrada nuestro espíritu. El odio no es motor de nada. Quien busca el mal, quien busca la muerte, por desgracia también para él, la termina encontrando. Como quien te disparó aquel día. Un año más tarde de haberte asesinado, pagó con la vida su tributo de violencia en un enfrentamiento con tus compañeros ertzainas. Sinsentidos de quien juega a ser Dios y comercia con la muerte.

Me estoy poniendo tenso. Ya lo sé. Y no era esa mi intención en estas líneas.

En estos días pasados he podido percibir cómo todavía hay víctimas que trasladan su zozobra como una vomitona de reproches que evidencian un dolor irreparable. Heridas que aún supuran y que necesitarán de nuestra ayuda y comprensión para reparar su sufrimiento. Y, junto a ellas, también he percibido que hay quienes defienden intereses espurios que tienen más que ver con la carroñería política que otra cosa.

También he escuchado palabras sensatas que contrastan con la el griterío. Te hubiera gustado conocer a Isaac. Es un salesiano que vivió en primera persona el sufrimiento con el cruel secuestro de su cuñado, un funcionario de prisiones al que ETA torturó durante 532 días de cautividad en unas condiciones infrahumanas. Isaac fue el portavoz de su familia y pese al protagonismo involuntario que tuvo durante un tiempo, con posterioridad ha vuelto al anonimato trabajando incansablemente por la reconciliación.

Recientemente rompía su silencio con una entrevista en la que decía lo siguiente:“Toda persona puede evolucionar. Tiene que reconciliarse consigo mismo, aceptarse, reconocer y construir, casi nada. [los etarras] lo tienen muchísimo más difícil. Nadie sabe lo que sufre una madre que ve derramada la sangre de su hijo, pero tampoco nadie sabe lo que sufre una madre cuando ve que su hijo derrama sangre. Creo que un verdugo, como persona, puede evolucionar, aunque es sumamente difícil para alguien que ha estado deshaciendo y rompiendo vidas reconstruir su propia personalidad...

...Todos somos constructores o destructores y todos debemos aportar. Yo ahora lo hago aquí, acompañando a las víctimas y trabajando con los chavales desde un punto educativo. El mundo político lo debe hacer desde su responsabilidad para articular la vida, y en lo judicial, igual. Tenemos que celebrar los elementos positivos, porque lo que no se celebra, no se valora y muere”.

Es un tipo excepcional. Habla de lo que debemos hablar. De reconciliación, de memoria, de convivencia.

Dice la canción de Gardel que “veinte años no es nada”. Que equivocado estaba. ¿Sabes cuantas cosas han cambiado desde que no estás?. Fíjate si habrá cambiado el país que ya no hay atascos en Sabino Arana. Bueno, ya no hay ni viaducto. San Mamés ha parido un campo nuevo y en Ajuria Enea, durante un tiempo, se instaló un lehendakari socialista. Eso sí, su mandato fue transitorio y puntual. Hoy, el Gobierno vasco lo vuelve a presidir un abertzale. Le conociste con pantalones cortos. Es Iñigo Urkullu.

El cambio más importante que hemos notado -¡cuanto te hubiera gustado disfrutarlo!- es el fin de la violencia. En octubre de hace dos años ETA anunciaba el “cese definitivo de la actividad armada”. Sí. Se acabó. Por lo que tanto luchaste. La paz está aquí. Es un bien preciado que debemos cuidar y alimentar.

Tanto terror, tanta angustia, tanta destrucción acumulada bajo un paraguas político para no conseguir nada más que desolación y dolor. Tú ya sabías que acabaría así. Que nunca tuvieron ni presente, ni mucho menos futuro.

Habías conocido y sufrido en carne propia las cárceles y la dictadura del franquismo. Por eso sabías que de la opresión y la fuerza jamás se consigue nada vinculado con la libertad. De ahí tu activismo abertzale y tu vocación profesional posterior de servicio público.

Quedan lejanos los tiempos de la propaganda artesana. De los pasquines. De la entrega de la revista “Euzkadi”, de las asambleas intempestivas que acababan en la madrugada. Mas, de todo aquello, mantenemos el mismo compromiso, la misma vocación de caminar hacia la independencia de este país. Intentando ganar voluntades que hagan realidad nuestro sueño de abertzales, de nacionalistas vascos democráticos.

En mi escritorio hay una foto en la que Jesús Insausti nos abraza ( a tí y a mí) en una escena entrañable. Recuerdo muy bien dónde se hizo la instantánea. Fue en el restaurante “el Portalón” de Vitoria-Gasteiz en una de esas vísperas de “Alderdi eguna” en las que, en mi caso, solía acabar “sin sed”. Uzturre, tú y yo cantábamos –creo que el “irrintzi intrépido”-. En mi inconsciencia, me había acoplado a vuestra cena. Supe, tiempo después, que mi sitio estaba en la mesa contigua, con la organización del PNV y los invitados internacionales. Pero cuando vi a vuestra cuadrilla al otro lado, pensé que también formabais parte de la delegación oficial. Me quedé con vosotros (erais mejores y más animados compañeros de avituallamiento). Me comí vuestro menú y, encima, tuvisteis que pagar mi cubierto (que cara más dura). De aquello queda una fotografía, y una cuenta que pagar.

Amigo Joseba, cuanto echamos en falta tu ironía. Tus consejos. Hasta aquella mirada de miope que en ocasiones te hacía distante, como si buscaras aviones permanentemente en el horizonte.

Algunos quieren un nuevo tiempo de vencedores y vencidos. Con tu pérdida, Rosa, Leire y el resto de tus hijos fueron injustamente derrotados. Pero tu recuerdo, tu trayectoria y ejemplo nos hizo, a ellos y a todos los que te conocimos, ganadores de humanidad, de esperanza y de ilusión. Ganamos porque jamás clamamos venganza. Porque creímos en tus principios, en tus ideas, en tu ejemplo.

El próximo viernes, un grupo de amigos, te recordaremos en Bilbao. En la plaza de la Convivencia. Junto a la ría cuyas aguas no se detienen. Sin odio, sin rencor. Como tú lo habrías querido.

Una cosa más. Saluda a Montxo de parte de todos. Dale, también, un abrazo a Gorka. Dile que he “heredado” su despacho en la quinta planta de Sabin Etxea. Y que es un honor. Un honor haberos conocido a todos.

5 comentarios:

  1. Me ha emocionado tu carta Koldo. Solo tuve la oportunidad de conocerle una vez. Fue en un partido de baloncesto de su hija. Yo era su entrenador. Recuerdo como si fuera ayer el minuto de silencio en el partido que jugamos después de que lo asesinaran, como unas niñas de 11 años me preguntaron por qué habían matado al aita de Rosian... Fue muy duro, aunque sé qué no tanto como lo fue para vosotros, sus amigos, y su familia. En fin. Un abrazo. Nos veremos el viernes

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  2. José Luis López López
    Los amigos, como tu...Nos hacen estar inmensamente agradecidos.
    Koldo: Un abrazo

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  3. Que carta! Que bien expresa el recuerdo de una gran injusticia, el dolor de la perdida, el sufrimiento estéril.Como enfatiza un valor tan importante como la ausencia de necesidad de venganza, imprescindible, diría yo, para la reconstrucción y la reconciliación social.La verdad es que me ha emocionado...

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  4. Urtun
    Jamás puedo olvidar ese día . Estábamos en el Ayuntamiento y recibimos la noticia. Nos dirigimos, como si algo pudiéramos hacer, corriendo y sin hablar. Unos días antes habíamos estado con el. Éramos dos afiliados al Partido que nunca antes sentimos tal indignación. Tengo la imagen muy presente y un discurso permanente, para aquel que justifica lo injustificable, ante tal asesinato. Joseba gogoan zaitugu.









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