viernes, 7 de febrero de 2014

VERDAD Y REPARACIÓN

El 21 de julio es una fecha que los irlandeses de Belfast no olvidarán fácilmente. En la madrugada de ese fatídico día, el IRA provisional colocaba un total de veintidós artefactos explosivos en distintas ubicaciones de la capital norirlandesa. La acción terrorista sincronizada buscaba el “castigo” de objetivos militares y económicos británicos en el corazón del Ulster. La consecuencia de aquella acción múltiple fue la muerte de nueve personas (dos militares y siete civiles). Además, las explosiones escalonadas provocaron 130 heridos de diferente gravedad y evolución.

El pánico, el caos y el descontrol sacudieron terroríficamente a la población de Belfast convirtiendo aquella noche en una pesadilla. El IRA eludió inicialmente responsabilidades acusando a las fuerzas de seguridad de no haber hecho caso de los avisos previos de colocación de artefactos y de no haber intervenido diligentemente en la evacuación del personal. Pero, que se sepa, nadie coloca una bomba para no provocar daños.

Aquel 21 de julio de 1972 fue bautizado como el “viernes sangriento” y en la memoria de los habitantes de Belfast perdurará el recuerdo de una tragedia colectiva que les marcó profundamente.

Sin duda alguna, aquella página, fue una más del profundo dolor y el sufrimiento provocado por la violencia en Irlanda del Norte. Un dolor y un sufrimiento que, pasado el tiempo, ha sido reconocido por las partes afectadas y actuantes en aquel destructivo enfrentamiento.

Tuvieron que pasar treinta años para que el IRA reconociera las consecuencias trágicas de su acción armada. El 17 de julio de 2002 y con la firma de P. O'Neill, responsable de la oficina de comunicación republicana en Dublín, el Ejército republicano Irlandés, IRA, hacía público un comunicado histórico. El texto de aquella declaración dice así:

“El domingo 21 de julio marca el decimotercero aniversario de una operación del IRA en Belfast en 1972 que dio como resultado la muerte de nueve personas y muchas más heridas.
Aunque no era nuestra intención herir o matar a no combatientes, la realidad es que en esa y otras ocasiones tales fueron las consecuencias de nuestros actos. Resulta, por lo tanto, apropiado en el aniversario de este trágico acontecimiento que hagamos algo sobre las muertes y las heridas de los no combatientes que nosotros causamos.

Ofrecemos nuestras sinceras disculpas y condolencias a sus familias.
Ha habido víctimas entre los combatientes de todos los bandos.
También reconocemos el dolor y la pena de sus familiares.
El futuro no está en negar los fallos y fracasos colectivos o en cerrar los ojos y los corazones al dolor de los afectados. Eso incluye a todas las víctimas del conflicto, a los combatientes y a los no combatientes.

Ello no se logrará creando una jerarquía de víctimas, en la que unos sean considerados más víctimas que otros.

El proceso para resolver el conflicto requiere el igual reconocimiento del dolor y la pérdida de los otros. En este aniversario pretendemos satisfacer esa responsabilidad con respecto a aquellos a quienes hemos hecho daño.

El IRA está comprometido de modo inequívoco con la búsqueda de la libertad, la justicia y la paz en Irlanda. Seguimos totalmente comprometidos con el proceso de paz y con la resolución de los desafíos y las dificultades que ello presenta. Esto incluye la aceptación de los errores pasados y del dolor y la pena que hemos infligido a otros”.

El IRA centraba inicialmente sus “disculpas y condolencias” a las familias de las víctimas “no combatientes” para, a renglón seguido, reconocer “el dolor” de todos los protagonistas que ejercieron y padecieron la violencia. Todas las víctimas, sin distinciones ni jerarquías. Las propias y las ajenas. Y una última mirada al futuro; sólo se puede construir el mañana si hoy se admiten “los errores pasados”. “El futuro no está en negar los fallos y fracasos colectivos o en cerrar los corazones al dolor de los afectados”.

Fue una declaración medida, bien elaborada. Un pronunciamiento necesario, indispensable para abrir una nueva página de convivencia. Con verdad y reparación como sustrato de un nuevo tiempo de oportunidad. El IRA lo hizo. Le costó treinta años. Diez años más tarde, el 6 de junio de 2012, quien fuera su comandante, Martin McGinness decía ante el Parlamento británico: "me arrepiento de cada una de las vidas que se malgastaron durante el conflicto y hoy quiero que todas las familias que han perdido a alguien sepan que el dolor no se ha ignorado y que estoy dispuesto a trabajar para encontrar la forma de afrontar nuestro pasado, con lo que podremos completar nuestro camino a una verdadera reconciliación".

En la búsqueda de un final ordenado y efectivo del ciclo de violencia vivido en Euskadi nos obliga a todos, pero especialmente a ETA y a la Izquierda Abertzale a hacer un ejercicio de responsabilidad sobre lo sucedido en el pasado. Reconocer los “errores pasados”, los “fallos o fracasos colectivos”, como sentenció en su comunicado el IRA, nos es tarea fácil ni baladí. Pero sí resulta imprescindible. Así lo reconoce todo el mundo en Euskadi.

El acuerdo parlamentario de 14 de marzo de 2013 establece que “la paz y la convivencia requieren el reconocimiento de la injusticia de la violencia, el reconocimiento del daño causado, y la dignidad de las víc¬timas, todas ellas merecedoras del derecho a la verdad, la justicia y la reparación.

Lo sucedido —el terrorismo, la violencia y las vulneraciones de derechos humanos— fue posible porque en el razonamiento de grupos y personas se antepusieron al valor de la dignidad humana, otros valores como la defensa de una causa, un objetivo, una razón de estado, una visión ideológica u otras certezas o convicciones.

En el futuro, nunca más, ni una causa política o razón partidaria, ni ninguna otra convicción o certeza deben situarse, como si fueran un valor absoluto, por encima del valor de los derechos humanos, la persona y la vida”

Dar sentido a tal declaración, comprometiéndose a responder positivamente a la duodécima recomendación del Foro Social –“recomendamos que se faciliten diversas maneras de narrar y recordar, sin negar lo acontecido, fomentando la autocrítica en todos los sectores sociales y políticos y los ejercicios honestos de reconocimiento de los graves errores cometidos”- es una asignatura pendiente que, más pronto que tarde, deberán asumir quienes han decidido cerrar la página de su pasado político-militar para incorporarse decididamente a las vías pacíficas y democráticas. Desarrollar lo ya planteado en los estatutos de “Sortu” para recobrar la confianza necesaria de todos los sectores políticos con representación parlamentaria y reabrir un diálogo fructífero en los foros institucionales establecidos a tal efecto.

Deberá ser un gesto, un movimiento de integridad y veracidad en sus intenciones que obligue a los demás a mover posiciones y a levantar las barreras que impiden, por el momento, avanzar en el necesario camino de la paz y la convivencia en Euskadi.

Quienes tantas veces han mirado a Irlanda y al IRA para alimentar su estrategia tienen en este ámbito una buena razón para hacerlo y despejar de obstáculos la travesía emprendida.

1 comentario:

  1. Yo como afiliado al PNV siempre he querido acompañar en esa travesía a todo el MLNV. Me ha resultado imposible ser escuchado argumentando que ni un paso atrás. Koldo muy buena reflexión pero en la praxis esta gente no tiene una cohesión que establezca una línea a seguir. Siempre he querido que mis hijos no escucharan las noticias como nosotros las escuchábamos. Nada de muertes, ni atentados. Por eso , como muchas personas de nuestro partido, intentábamos ser oídos aunque fuera en Txokos, bares e incluso en comidas familiares donde, como en Euskadi, existía pluralidad abertzale. Hemos acudido a una manifestación conjunta y si fuera preciso iríamos a mas. Solo pido que también la Izquierda Abertzale y todo lo que conlleva, nos escuche. Seguro que algo aportaremos........como siempre.

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