viernes, 4 de julio de 2014

CATARROS DE VERANO

Con la llegada del calor, de las temperaturas elevadas y el buen tiempo, aparecen también las secuelas atribuidas a tanta bonanza ambiental. Sí, los mosquitos ya están aquí. Pero no me refiero a estos insectos tan inteligentes  cuando hablo de las consecuencias negativas  que la plenitud del verano y del calor reporta. Se trata de otro elemento clásico; el catarro estival.

Llevo más de una semana con uno de ellos a cuestas. Cada vez peor.
Unos me han dicho que la causa es el aire acondicionado. “Tienes el despacho como un iglú” me reprochan en la oficina. Y es verdad. Necesito un ambiente fresco para mantener ágil la mente y el cuerpo, aunque en esta ocasión, tal vez, me haya excedido en la bajada del termostato.

Otros, los más “salaos”,  achacan  mi resfriado a “dormir con el culo al aire” y con la ventana abierta. Lo segundo es cierto, de ahí mi pugna  con los mosquitos. Lo primero no pasa de leyenda urbana. Sea como fuere, arrastro mi primer catarro de temporada. Y está siendo incómodo. Comencé percibiendo  una ligera molestia en la garganta. Carraspeos, caramelos de menta...pero, el malestar, lejos de mejorar, pasó a la nariz. Sequedad primero y torrentera después. Como una máquina de hacer mocos.  Entonces apareció el “tuju-tuju”. Tos. Y, más tos. Cuanto más tosía, más se irritaba la garganta y con ella el picor y su  compañera musical, “tuju-tuju”. Espiral fatídica.

Comprobados los síntomas, eché mano de la sabiduría matriarcal (de Maritere). Para la garganta y el picor; cebolla, que rima con amígdalas, ese griego que se hincha y escuece a ambos lados de la lengua. Junto al teléfono y la lámpara, en la mesilla, un plato de cebolla  cortada en juliana. Aroma a ensalada para la picazón.

La escorrentía mucosa cesó de repente, transformándose en congestión generalizada.  Segundo remedio. Agua y más agua. Ahora no respiraba. Para desatascar los conductos, tercera intervención de andar por casa; agua con sal introducida en las fosas nasales. Para llorar. Si la cebolla  no lo había conseguido, la solución salada sí. A lágrima viva.
La tos se hizo metálica y su resonancia insoportable. Primeros síntomas de  agujetas abdominales de tanto “tuju-tuju”. Sueño desvelado  y cansancio. Mari Tere habría puesto un puchero  con agua hervida  y eucalipto. Para hacer vahos. Pero ni tenía eucalipto ni ganas de  absorber vapor debajo de una toalla. Tampoco “Vick VapoRub, aquel ungüento mentolado milagroso  con el que se nos embadurnaba de chicos ante cualquier incidencia vírica.

Otro intento; miel milagrosa. Primero con limón. Una cucharada sopera. Luego con leche caliente. Remedio insuficiente. Malestar general, primeros síntomas febriles.  En circunstancias parecidas, mi madre  hubiera echado mano al alcohol. No a la botella, sino al alcohol de quemar. A veces hacía efecto. O eso creía. Un buen paño empapado en alcohol en el pecho, y a dormir. A dormir la mona, porque creo que los efluvios emanados por aquel compuesto, lo que hacían era sumirte en una moña próxima al coma etílico. Así que el catarro quedaba enmascarado tras la cogorza.
Las “soluciones” domésticas se agotaban. Quedaba practicar con una cataplasma pero solo pensar en el potingue me resultaba asqueroso. Desistí.  Tras ocho días  de apaños infructuosos, no me quedó otra que acudir al médico.  De resfriado a bronquitis. Todo seguido. Antibiótico, inhaladores y vuelva usted la semana entrante.

Lo peor de todo es tener que escuchar eso de “ya te lo dije yo...”, o “..como no haces caso a nada”.  Lo acepto, tenía que haber ido antes al médico. “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”. ¿De qué me suena esta cita?.

Está claro que cuando un cuerpo comienza a comportarse anómalamente y manifiesta síntomas extraños es que algo extraordinario ocurre en su interior. La tos, la mucosidad, la fiebre, son elementos que revelan una pugna interna del sistema inmunológico para hacer frente a un elemento extraño,  bien sea un virus o una bacteria.
Lo principal en estos casos es realizar un diagnóstico adecuado del problema para poder afrontarlo eficazmente. Los remedios caseros, los apaños, las recetas artesanales pueden resultar efectistas en algún caso,  pero para que la salud recobre fortaleza, se necesita del saber hacer  de la medicina y de la ciencia contrastada.

En la política ocurre lo mismo. Desde hace tiempo se viene observando un desapego creciente de la ciudadanía con su representación democrática. Las promesas que no se cumplen, los comportamientos éticamente reprobables, la inacción en al algunos casos contra la corrupción, o el enfrentamiento partidario permanente, rehuyendo el compromiso y la necesaria acción concertada en beneficio de la comunidad han hecho que muchos ciudadanos se hayan sentido desamparados y abandonados por la política.

Si a eso le sumamos los recortes sociales, el mantenimiento de elevadísimas cifras de desempleo o el rechazo permanente a encauzar reivindicaciones históricas, el cuadro de malestar del paciente se agrava de forma considerable. Por poner un ejemplo concreto, todos los indicadores  sociológicos demuestran que hoy en día en Catalunya  hay más independentistas que nacionalistas. Parece una paradoja, pero no lo es. La apuesta de ruptura catalana, su elevadísimo apoyo social,  no tiene como sustento fundamental una reivindicación identitaria (que también la tiene), sino una sensación íntima de la ciudadanía de no ser respetada. El independentismo de hoy es reactivo, visceral, defensivo – “si no nos quieren, nos vamos”-.

Otro tanto puede decirse de la contestación social alimentada por la frustración del paro, de los recortes sanitarios, de la dependencia, de los desahucios. La protesta del desaliento, de la desesperanza ha terminado por cuajar, golpeando al bipartidismo y pasándole una factura a modo de formaciones emergentes populistas que, de medrar en el escenario inmediato, podría poner contra las cuerdas la estabilidad de un sistema sostenido hasta ahora por la ambivalencia gobernante de los dos partidos mayoritarios (PP-PSOE).

Es, como decía recientemente Daniel Innerarity en su artículo “La gran ruptura”,  la irrupción de “fuerzas que se desentienden del principio de realidad y pretenden gestionar únicamente el principio de placer”. http://politica.elpais.com/politica/2014/06/02/actualidad/1401731671_544835.html
Es ahí, justamente, donde cobra fuerza el movimiento “Podemos”, una formación que domina un nuevo lenguaje en contraposición al acartonamiento de la dialéctica tradicional. Un nuevo mensaje plagado de propuestas, carentes de un mínimo plan de viabilidad, que por su simpleza, han arraigado en una parte del electorado.

Minusvalorar el efecto “Podemos”, intentar desacreditar a su cartel, Pablo Iglesias, con todo tipo de acusaciones, indiciarias o falsarias, es como administrar al enfermo una cucharadita de miel con limón. Arremeter, cuan tormenta de la brunete mediática contra el eurodiputado de la coleta no hará sino de él una víctima del sistema, de la propia “casta” que activamente ha denunciado. Y eso no servirá sino para “alimentar a la bicha”.

La respuesta que el PP –y también el PSOE- está dando a “Podemos”  es todo menos inteligente. Podrán hurgar en el pasado de sus dirigentes destacados, en sus raíces con bolivarianos o antisistema, en su financiación o en la bisoñez organizativa de su plataforma. Pero tales reproches públicos, al socaire del escozor, se interpretan como revancha. La venganza del Goliat herido por el pequeño David. Para los parroquianos propios servirá de placebo. El insulto o la manipulación servirán de poco para debilitar a quien ha crecido  al albur de la agitación y la propaganda.  Su reto, su prueba del algodón  está en las instituciones. Dentro. Trabajando y aportando planes viables y factibles. En el camino a la realidad. Fuera, ya han estado. De indignados manifestantes reivindicativos.  De rodear el Congreso a entrar en él, por derecho propio.

“Podemos” o Pablo Iglesias no es un catarro de verano. Ni su efervescencia febril fruto del aire acondicionado o de dormir con el culo al aire.

“Podemos” es  un síntoma más de una dolencia que afecta ya al bronquio del Estado. Y dicho mal sólo se cura con un antibiótico fiable. Se llama democracia. No profundizar en ella agravaría el cuadro médico. Y el catarro puede transformarse en neumonía.  

2 comentarios:

  1. Hola Mediavilla.Me gustaría saber si la respuesta a los del partido residual de cuneteros Españoles-Vascos de Arancha Quiroga y sus secuaces va a volver a ser un amagar y no dar a levantar el teléfono cuando llamen a Sabin Etxea.O se va a quedar en la sinsorga descripción,"`prácticamente de extrema derecha",que el presi del EBB hace del PP.O recuperarás una meliflua reprimenda a la Quiroga desde este,tu blog.A lo mejor hacéis como con el rey de España y seguís esperando,ad infinitum,a que el máximo garante de la unidad de la patria Española reconozca el derecho de los vascos a decidir su furturo,en el caso de los residuales PPros de la CAV, en la ponencia de autogobierno......
    En serio Mediavilla,ni voto,ni votaré a Bildu porque paso de iluminados y de revolucionarios de salón que cuelgan la Española con bastante menos resistencia que la q tuvo Azkuna en su día y que desfilan cada fin de semana para Jaca o Ezcaray en el BNW o el Audi tras colgar la Venezolana o la cubana en el balcón del ayuntamiento.Pero me estoy aburriendo,en serio,aunque no te preocupe,que lo sé,ya que el granero se va llenando de votos "antiBildu" provenientes de gente que nada tiene que ver con la única patria de los vascos.Votos,a la postre, que en el momento de la verdad cambiarán de bando como el que cambia de camisa.Vosotros mismos.

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  2. Burukide... Vahos con unas gotitas de SINUS (mano de Santo, tres veces al día). Para cortar el moqueo existe un remedio casero un poco bestia pero funciona (palabra): Introducir un diente de ajo envuelto en papel en un orificio nasal y repetir la operación en el que queda libre (ambos a la vez, se recomienda respirar por la boca).

    P.D: No soy de Bildu, es un remedio de verdad... lo he sufrido en mis propias carnes o narices.

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