No hay encuesta ni estudio sociológico elaborado en los últimos tiempos que no revele que la gestión desarrollada por el gabinete del lehendakari Urkullu alcanza una valoración global de aprobado alto. Se trata de una nota fuera de lo común, teniendo en cuenta las dificultades de todo tipo que el Gobierno vasco ha tenido que sortear en este año y medio de mandato.
Crisis económica, paro, desencuentro político... son los márgenes en los que el ejecutivo autónomo ha navegado en los últimos meses. Y, todo ello, con una escasez de recursos públicos que han constreñido, y muy mucho, una acción de gobierno que, desde el inicio pretendía ser rigurosa y ceñida a la realidad del momento.
El estrechamiento de los márgenes de déficit, impuesto por la estabilidad presupuestaria pactada constitucionalmente por PP y PSOE y la herencia recibida del gobierno anterior a modo de endeudamiento, han encorsetado notablemente la iniciativa pública. Baste conocer que este año el Gobierno vasco deberá abordar, por amortización e intereses de la deuda contraída por Patxi López el pago de más de 850 millones de euros en sus cuentas. (cien millones de euros más que el presupuesto global de la Gipuzkoa de Martín Garitano).
Pero el débito arrastrado por la negligente gestión socialista en el pasado ejercicio no se queda aquí. El próximo año, los compromisos de pago de la deuda (intereses más amortización), superarán los mil cien millones de euros y el margen de déficit se reducirá aún más (del 1% en este año al 0,7% en el ejercicio venidero). Es decir que, permítanme la ironía, si una milagrosa recuperación económica no lo mitiga, Urkullu se verá abocado a “gestionar la miseria”.
La escasa franja de maniobra presupuestaria ha obligado al Gobierno vasco a agudizar el ingenio, a extremar la austeridad en el gasto en diversos capítulos y a priorizar objetivos de salvaguarda, tales como los servicios públicos básicos (salud, educación, prestaciones sociales). Mantener la protección social en estos ámbitos, junto al coste estructural de la Administración (personal fundamentalmente), implica consumir la parte sustantiva del presupuesto autonómico. Y “mantener”, en tiempos de crisis y de dificultades económicas es todo un logro que pocos valoran en su justa medida (no se valora lo que se tiene hasta que se pierde).
Con el resto de los recursos públicos –menos de los que cualquiera deseara- el Gobierno del lehendakari Urkullu ha establecido una amplia batería de planes y de iniciativas tendentes a estimular la actividad económica y el empleo, especialmente la industria, su internacionalización, financiación y acompañamiento. Las bases para un cambio de ciclo que nos permita volver a la competitividad y al crecimiento.
Estoy convencido de que al lehendakari Urkullu le gustaría disponer de más crédito, más dinero, para poder desarrollar políticas de inversión, para desahogar ámbitos acogotados por la falta de presupuesto y financiación. Pero, en la Administración, querer no es sinónimo de poder. La determinación de prioridades, la pulcritud en el gasto y la capacidad de trabajo y resistencia caracterizan a un gobierno que para algunos puede resultar aburrido o poco lustroso. Pero es un gobierno creíble y riguroso.
De ahí que en las encuestas la opinión de la ciudadanía le conceda una evaluación de aprobado alto. Es el valor de la eficacia, de la honradez la que prima sin que el desgaste haga mella en la imagen del ejecutivo de Gasteiz.
El principal “pero” que achacar a este gobierno estriba en la minoría que lo respalda en sede parlamentaria. Y ahí es donde el intento de erosión es más patente.
Si tras el acuerdo PNV-PSE la sensación de estabilidad se había instalado en la política vasca, los resultados cosechados por las diferentes formaciones en las elecciones europeas ha sacudido el tablero de juego propiciando un nuevo caos cósmico.
El PSE, abierto en canal tras su crisis general y su derrumbe electoral parece haber abdicado de su responsabilidad institucional. Sin liderazgo, sin sosiego interno y con la brújula desimantada sólo encuentra coherencia discursiva en alejarse del PNV cuando no en agredirle intencionadamente. Alguien en esta formación parece haber interiorizado que buena parte de sus males surgieron del pacto con los jeltzales y que en la ruptura de relaciones encontrarán su bálsamo reparador.
Así que, fuera de todo raciocinio, y de perspectiva de futuro, hayan optado en este momento por castigar a Urkullu y su gobierno. Han hecho comparecer excepcionalmente al lehendakari ante la permanente del Parlamento acusándole de incumplir la Ley de Publicidad Institucional. A sabiendas de que su acusación era falsa y que el comportamiento del actual ejecutivo ha sido, a años luz de distancia, mucho más transparente y ajustado a la norma que el comprometido por ellos mismos años atrás. Pero, les dio igual. Dijera lo que dijera el Lehendakari, explicara lo que explicase, la cuestión era evidenciar la minoría del gobierno. Sopapos gratuitos..
El PP de Quiroga prosigue su tendencia de abandonar la centralidad para escorarse hacia el extremo. Desde que la nueva presidenta popular asumiera el mando en Euskadi, el PP ha sido incapaz de llegar a un solo acuerdo con el PNV. Su estridencia, rayana en el insulto en algún caso (“Si por el PNV fuera ETA seguiría matando”), ha encontrado extrañas sintonías con EH Bildu, formación con la que ha compartido voto y planteamientos a la hora de “zurrar” al nacionalismo gobernante. Juntos han promovido una comisión de investigación (Epsilon-Hiriko) cuyo objetivo prefijado de antemano era culpabilizar al PNV del fiasco de ambas operaciones empresariales. Una vez más, los extremos se tocan.
Junto a UPyD –que disfruta del momento como un francotirador feliz-, PP y EHB, apoyaron una comisión de “investigación” que desoyó el único informe oficial existente de un órgano fiscalizador como el Tribunal Vasco de Cuentas Públicas. Una instancia cuyo presidente –nombrado también a propuesta del PP- contravino las resoluciones del propio tribunal, acompasando con su único testimonio los pasos de Carmelo Barrio a la hora de guionizar, de parte, las conclusiones indagatorias.
Conclusiones que no tuvieron en cuenta ni que las ayudas públicas mayoritarias habían procedido del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero , ni que la mayor parte de su gestión coincidió con el gabinete, también socialista, de Patxi López. Lagunas intencionadas que sólo buscaban la adhesión del PSE al linchamiento del PNV. Y el PSE, exculpado de facto de responsabilidad alguna, se sumó a la paliza parlamentaria mancomunada. Zumbar al PNV resultaba gratuito. Es lo único que ha hecho Quiroga; ser más UPyD que el mismísimo Maneiro.
El objetivo –como diría un sesudo comentarista de “Vocento”, agitador mediático del cambalache-, “emborronar” la imagen de gestión del PNV.
La Izquierda abertzale llevaba tiempo en esa tesis. Llegaron a la conclusión de que desmitificado el “prestigio” del PNV, se acabaría con la imbatibilidad de esta formación. Ora Kutxabank, ora el Tren de Alta Velocidad, EH Bildu ha hecho de la acusación de “la mala gestión del PNV”, su leitmotiv particular. En esa tesis, no han dudado en llevar a alcaldes jeltzales ante los tribunales (todas las causas sobreseídas), ni en atribuir “corruptelas”, “chanchullos” y hasta “robos” las actuaciones de representantes institucionales nacionalistas. Una “critica” próxima al insulto o la injuria, terreno en el que la Izquierda Abertzale siempre se ha desenvuelto con soltura, y hasta con cierta impunidad.
Entre la opinión general de la sociedad y la representada en sede parlamentaria parece existir una brecha. El Gobierno vasco debiera entender que, más allá del acoso partidario, de la insaciable voracidad de quienes desean su fracaso, su obligación es seguir trabajando en defensa del interés común. El ruido, la presión, puede resultar insoportable. Y más cuando se genera por razones espurias de oportunismo, ventajismo y venganza. Es lo peor de la política. Utilizar cualquier artimaña para desgastar al rival. Aún a sabiendas de que la erosión causada no beneficiará a nadie, y menos al conjunto de la sociedad.
Quien quiera seguir en el caos, en la pelea de barro, que se siga manchando hasta quedar irreconocible. El Gobierno, a gobernar. Cada cual con su estilo. Y con su responsabilidad.
Hola Mediavilla.Todo esto que has escrito aquí sobre Epsilon-Hiriko,el obviar el informe del TC,el obviar las fotos de un jocoso y henchido de satisfacción Patxi López junto al coche eléctrico y los millones de Zapatero para el mismo,la jeta de cemento sobre todo del PSE,el PP y Bildu en el tema de la publicidad etc son argumentos ciertos y demoledores.La pena es que no sepáis,o no queráis(quizás esa minoría parlamentaria y el miedo a un bloqueo del PSE os condiciona demasiado a este respecto)explicitar todo esto ante la opinión pública de forma clara y masiva.Una pena.Saludos.
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