viernes, 29 de agosto de 2014

EL NUEVO CURSO



Celebrado el primer Consejo de Gobierno en Donostia, el calendario político se abre de par en par en un otoño que se presume caliente. La agenda marca hitos importantes para todos pero no son ellos sino los antecedentes y las coyunturas, propias y ajenas, las que presumen  movimiento e inestabilidad.  A lo mejor me equivoco –ojalá- pero, lo visto hasta ahora , me hace pensar que, durante unos meses, al margen de Escocia o de Catalunya, contemplaremos un tira y afloja estéril, improductivo, que servirá más para agudizar el perfil político de cada cual que para dar respuestas coordinadas a las necesidades reales que tenemos encima de la mesa.

Puestos por orden los objetivos, tenemos a la crisis económica y el parón súbito que el crecimiento ha tenido en los países tractores europeos.

Para Euskadi, un país industrial que fía buena parte de su crecimiento a las exportaciones, resultaría crucial mantener un acuerdo amplio –social, político e institucional- en el afianzamiento de la competitividad de nuestras empresas. Competitividad en la búsqueda de mercados, en el mantenimiento del empleo, en la incentivación de la I+D+I.  Retorno al diálogo social, superación de la fractura que supuso la reforma laboral, colaboración institucional en la eficacia pública de inversión.  Sería la panacea. Pero la pugna sindical, el acomodo empresarial a las ventajas ya adquiridas con las reformas dictadas desde Madrid o la política de “campanario” de  quienes sólo asumen la responsabilidad cuando están en el gobierno, adelantan que tal no será así.

El segundo objetivo que tendremos enfrente será el de recuperar el consenso en materia de paz y convivencia. Y , aquí,  no hay quien entienda la zozobra que vivimos.

La práctica totalidad de las formaciones políticas con representación parlamentaria, mantenemos un posicionamiento  más o menos diáfano sobre el futuro que debemos construir en Euskadi. El respeto a los derechos humanos, la necesidad de concitar puntos de encuentro que faciliten una convivencia inédita en Euskadi. Democracia y más democracia.

Y, mientras miramos hacia adelante con perspectivas comunes, cerramos el paso a ese nuevo escenario echando la vista atrás. E imponiendo condiciones  de bloqueo sobre lo ya acontecido para encaminar un nuevo rumbo.
No digo yo que el pasado sea baladí, que no lo es, pero, impedir consensos que avancen en una nueva convivencia bajo el pretexto del pasado no resulta aleccionador. Ni positivo. Recomponer el diálogo interrumpido en sede parlamentaria y alcanzar un punto mínimo de acuerdo el plan de paz elaborado por el Gobierno vasco debiera estar en las previsiones de todas las formaciones vascas. Todas.

Y, en un tercer aspecto de previsiones, se encuentran las iniciativas que, de una u otra manera, inciden en la estabilidad social y en la resolución de problemas, de compromisos  públicos  que afectan a todos. Desde proyectos legislativos en fase de elaboración, a la propia gobernabilidad institucional.

De forma explícita, me referiré al proyecto de ley municipal  que durante estos días ha dado tanto que hablar en los medios de comunicación. En las últimas horas, y propiciado básicamente por el Partido Popular, se ha intentado elevar a polémica , una vez más, la necesidad de aprobación de una Ley Municipal que cierre el ámbito competencial y funcional de las instituciones que actúan en Euskadi. Llevamos más de treinta años intentándolo y hasta hoy, por unas razones o por otras, ha resultado imposible.
Sin embargo, en el actual mandato, se ha producido un hecho singular. Quizá motivado por el cansancio en el disenso o porque la reforma local aprobada por el Gobierno de Rajoy apretaba a definir un modelo local vasco. Lo cierto es que durante los últimos meses habíamos avanzado mucho en la definición de un borrador de ley que, sin ser el ansiado por cada cual, recogía elementos básicos de acuerdo. El presumible éxito de este avance estaba en la metodología utilizada para elaborar un texto común. Todas las instituciones representativas del país, en las que se daba la pluralidad política presente en el Parlamento, aportaron sus inquietudes y puntos de vista hasta conformar una estructura básica de proyecto que, pasados los filtros de legalidad, deberá ser remitido a la Cámara legislativa para su aprobación en este último período de sesiones.

La Diputación Foral de Araba también ha estado presente y activa en este proceso abierto. Hizo sus alegaciones, llegándose a un punto referencial básico de aquiescencia con el articulado formulado. Lo mismo ocurrió con la diputación vizcaína y con la guipuzcoana, así como con la Asociación de Municipios Vascos –EUDEL-. Que, al día de hoy existan diferencias de apreciación es lógico. Que no todo esté consensuado, también. Pero la oportunidad única que se nos presenta para aprobar una Ley Municipal Vasca tras treinta años,  debería obligarnos a modular los discursos y no intentar hacer estallar una ocasión que se me antoja histórica por pura y simple estrategia electoral .O por puro oportunismo.

Estrategia electoral. Entramos en los condicionantes que auguran un horizonte político inestable. Las elecciones municipales y forales están a escasos nueve meses del nuevo ciclo institucional que ahora se abre. Cada formación política y su propia coyuntura, mira dicho escenario con sus propias gafas, con sus preocupaciones, apreturas y necesidades.

El Partido Popular Vasco es quien con mayor desenfoque se apresta a la cita. Sin capacidad de afección en la política vasca, descentrado internamente por un liderazgo ex novo, sin cohesión y con una perspectiva electoral notablemente disminuida, el PP vasco ha pretendido este verano resituarse a golpe de polémica. Las falsas acusaciones de corrupción respecto al PNV, las controvertidas posiciones  del alcalde Maroto en relación a las ayudas sociales y el intento vano de provocar un debate  territorial respecto a la Ley Municipal, evidencian no ya el nerviosismo de los populares, sino su desesperación por tener un protagonismo mediático que les resitúe ante la sociedad vasca. Y, así, equivocan el tiro. Quien denuncia corrupción o fraude en las prestaciones sociales debe tener pruebas y actuar en consecuencia. Porque  quedarse en la crispación  de una denuncia mediática sin más,  deja al aire su incapacidad de actuación y revela que su papel pasa, pura y llanamente, por la provocación y la irritación. Y quien sólo sabe crispar, obtendrá de la sociedad  su respuesta de hartazgo y desafección. Tiempo al tiempo Arantza Quiroga.

El Partido Socialista de Euskadi aborda en estos próximos calendarios momentos cruciales en su renovación y reposicionamiento. Tras los últimos golpes electorales, los socialistas vascos necesitan acertar en su diagnóstico. Su nervio, las “tripas”, pueden llevarle a equívocos. Su base militante puede pedirle giros copernicanos, sueños reconfortantes de una nueva izquierda junto a elementos políticos emergentes alimentados por sus propios errores. Pero no siempre los deseos “militantes” coinciden con lo que su base social desea. Y ésta pide que el PSE recupere su capacidad decisoria en la sociedad vasca. Recientemente, Jose Antonio Pastor manifestaba en una entrevista que será “complicado negociar un nuevo presupuesto” en “vísperas de unas elecciones”. Y la pregunta que cualquier observador se hace es “¿por qué?”. ¿Por qué es más difícil pactar un presupuesto en la antesala de unos comicios?. ¿Acaso los partidos políticos abdican de la responsabilidad cuando llegan las elecciones? ¿Es que las necesidades del país o los acuerdos son incompatibles con el contraste democrático en las urnas?. Pastor, y muchos socialistas saben que no. Al contrario, que la capacidad de decisión, la interlocución, se demuestra con los hechos, no con la discordia o la marginalidad.

Pero esa cuestión, esa incógnita, la deberán resolver ellos, los socialistas y sus nuevas ejecutivas.

Las elecciones municipales y forales  no deben condicionar la responsabilidad que cada cual tiene hoy en el mapa político vasco. Las tendencias indican que el liderazgo municipal y foral pivotará en dos formaciones alternativas; en el PNV o en la Izquierda Abertzale de EH Bildu. Dígase lo que se diga, no habrá más opciones.  El resto de partidos tendrá sus protagonismos (intuyo que el PP exiguo) y jugará sus bazas posteriores como mejor considere. Lo que nadie debería intentar es derribar el hoy, desestabilizarlo hasta límites insoportables,  para intentar ganar mañana. Porque esos cálculos, en política, nunca  funcionan.

Un apunte irónico final y con rima. Con todos los respetos. Un “carismático” líder de la progresía vasca se asoma a “Podemos”. Tiembla, Pablo Iglesias. La Casta de Izquierdas llama a tu puerta. Un abrazo.

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