viernes, 1 de agosto de 2014

TRES NOMBRES PROPIOS

Comenzaba la semana con el fallecimiento de quien fuera alcalde de Hondarribia durante tres mandatos, Borja Jauregi . Jauregi fue un militante activo del nacionalismo vasco, destacando en su capacidad de sacrificio y entrega a Gipuzkoa y al conjunto de Euskadi.

Desde hacía tiempo, peleaba contra una cruel enfermedad que, finalmente le hizo sucumbir a los 66 años de edad. Pero, si el padecimiento de la dolencia fuera poco, Borja Jauregi tuvo que sufrir el tormento de la persecución  que contra él  organizó y divulgó la actual Diputación foral de Gipuzkoa y más concretamente su portavoz Larraitz Ugarte.

Jauregi, director general de la sociedad pública Bidegi durante el mandato de Markel Olano, fue el centro de la ira de la portavoz foral de Bildu. Sus palabras, acusando a los jeltzales de haber propiciado un sobrecoste en la obra pública, incluida aquella insidiosa pregunta de  “a dónde ha ido a parar el dinero?” no se olvidan fácilmente. Ni tampoco aquel “informe externo” e “independiente”, aquellas técnicas de intromisión informática en los procesadores de los empleados de la sociedad, la persecución, propia de la STASSI  cuyas “conclusiones”  de “sobresueldos”, “regalos” y demás veneno hicieron recaer sobre el bueno de Borja. Denuncias públicas  nunca sometidas al ámbito judicial, que laceraron el honor, el buen nombre de quien, además,  combatía la enfermedad y su secuencia  de tratamientos paliativos agresivos.

Hoy, en el recuerdo a su limpia memoria, no podemos olvidar la inquina, la saña  y el odio con el que fue maltratado por Larraitz Ugarte y el ejecutivo que supuestamente dirige Martin Garitano. No. No olvidamos. Aunque en el recuerdo nos quedemos con el cariño de los hondarribitarras a quien fue su alcalde. Aquel trabajador incansable que junto a Eneko Goia supo responder a la demanda de nuevas infraestructuras en Gipuzkoa que modernizaran la movilidad en el territorio. Un hombre honesto y bueno.


El segundo nombre propio que ha protagonizado  ámbitos informativos es el de Pedro Sánchez, nuevo secretario general del Partidos Socialista Obrero Español.
Sánchez,  un apuesto economista madrileño, emergió  como “tapado” del aparato socialista en el grupo parlamentario del Congreso de los Diputados.  Cuando las “baronías” socialistas pactaron  la “alternativa andaluza” (Susana Díaz) como recambio de Rubalcaba, Madina reivindicó  la elección por primarias y desbarató en acuerdo.  La “insolencia”  del diputado vizcaino  le salió cara. La ruptura de la componenda cocinada le pasó factura  y hasta  los seguidores más vehementes de su alternativa le dieron la espalda en el proceso posterior de candidaturas y elección interna.

Denostado Madina  por atreverse a plantar cara al “aparato”, Sánchez  se convirtió en el “delfín” deseado. Un “renovador” incapaz de romper amarras  con el “establishment”.

Las primeras declaraciones públicas de Pedro Sánchez  no auguran novedades reseñables en el ámbito de la territorialidad o en las relaciones que el “nuevo” PSOE tendrá en relación a las cuestiones vasca o catalana. Al contrario. Sánchez ha repetido el “mantra” del federalismo como organización del Estado sin aportar  ni indicio ni contenido que identifique  qué propuesta concreta situará encima de la mesa.

Patxi López, a quien Sánchez le ha concedido, como a Roberto Jiménez,  un “premio de consolación” al integrarlo en su elefantiásica ejecutiva,  ha pretendido salir al paso de las críticas que  señalan la falta de definición de la propuesta “federal”. El ex lehendakari que, según él, ocupaba hasta ahora un  cargo “simbólico” en la ejecutiva socialista y que pese a reeditarlo ahora “va a tener contenido real y va a necesitar un trabajo muy intenso”,  contestaba así a quienes pedían a Sánchez  una clarificación de ideas; “ Erkoreka – afirmaba en un tuit López- pide concreción sobre nuestra propuesta  de reforma federal. Hace un año que es pública y conocida”.
Diremos que  la explicación ronda el conjunto vacío. Nada con sifón. Algo a lo que López nos tiene muy acostumbrados.

Pero, volvamos a Pedro Sánchez. Su discurso inaugural tuvo un borrón evidente. Asociar el “independentismo”  con  lacras sociales como el paro, la crisis o la “violencia de género”. Un desliz imperdonable. No para quienes nos sentimos independentistas vascos o catalanes, sino para quienes en democracia  defienden la pluralidad ideológica. Pérez Tapias, competidor de Sánchez y referente de la corriente “Izquierda Socialista” afeaba a su nuevo secretario general en las redes sociales.“ Independentismo –decía Pérez Tapias-; palabra que en democracia designa una opción política legítima, por más que desagrade o no se comparta”.

Más allá de la boutade, Sánchez  es, hoy por hoy, una incógnita por despejar. Su agenda  de estos días ha estado plagada de encuentros y compromisos, algo que se entiende fácilmente. Lo que no resulta comprensible es que, transcurrida una semana desde su elección, el líder del principal partido de la oposición española  no haya cursado una llamada telefónica a la principal formación política de Euskadi ni a los dirigentes institucionales de esta comunidad. Ni tan siquiera por cortesía.

Valorar lo que se desconoce resulta poco relevante. Habrá que esperar un poco más para observar qué impronta  y qué papel jugará el nuevo secretario general de los socialistas españoles. Su primera declaración relevante, la negativa, compartida con Rajoy, a la consulta catalana,  es todo otro indicio pesimista de que su mandato reporte novedad alguna al “consenso constitucional” ya conocido por parte de PP y PSOE.  Mal asunto.

Quizá sea pronto para diagnosticar hacia dónde se dirige el socialismo español, pero mucho nos tememos que este cambio tenga mucho de cosmético y poco de profundidad. ¿Un “cambio”  de imagen hacia la “gran coalición” de intereses comunes?. Tiempo al tiempo.

El tercer protagonista de la semana es, sin lugar a duda, Jordi Pujol. El anuncio del ex president de la Generalitat,  reconociendo que desde el año 1980 disponía de importantes sumas de dinero en paraísos fiscales fuera del Estado ha conmocionado a la opinión pública y, de manera especial, ha causado un terremoto político en Catalunya.

La noticia en sí ha tenido dos ámbitos de ser considerados. El hecho en sí –el conocimiento público de un fraude- y cuando se ha producido.

La fortuna oculta de Jordi Pujol, su opacidad y procedencia merecen pocos comentarios. Pocos pero rotundos. La honradez y la honestidad en política son exigibles a todos por igual. A Agamenón y a su porquero. Se llame como se llame y haya ostentado las responsabilidades públicas o privadas que sean.
Más allá de la “regularización” fiscal que el ex president  haya realizado de su fortuna, Pujol, deberá dar explicaciones tanto de cómo amasó la ingente cantidad de dinero que ahora dice tener como de por qué lo escondió durante tanto tiempo en el extranjero. Su conducta resulta socialmente reprobable y despojado de sus atributos de “molt honorable”, Jordi Pujol, como un ciudadano más, deberá hacer frente a las responsabilidades de todo tipo  que le sean aplicables. En democracia, por doloroso que resulte para algunos, la justicia debe ser igual para todos. Y quien defrauda la confianza colectiva, por muy mito que sea, deberá pagar para resarcir  su culpa.

¿Por qué se conoce ahora?. Si , como parece,  Pujol ha decidido “regularizar” y “repatriar” su patrimonio oculto en paraísos fiscales, este hecho tuvo que ser puesto en conocimiento de la Agencia Tributaria, o quizá el fisco lo conocía ya por investigaciones propias. Una información tan relevante  como esta  era una oportunidad inmejorable para que, utilizada como arma arrojadiza, se explosionara para favorecer el descarrilamiento de la “Vía Catalana”.

A tres meses y pico de plazo de la Consulta y en las vísperas de la reunión Rajoy-Mas, el afloramiento de  la fortuna irregular de los Pujol ha sido utilizado como una bomba de relojería contra el nacionalismo catalán  y el proceso soberanista en marcha.

Juego sucio para desestabilizar el referéndum. Para minar  conciencias. Para desmovilizar voluntades. ¿Alguien se creía que el Estado no echaría mano del juego sucio en la pugna independentista?.

Hay quien dice que Pujol se ha inmolado para intentar salvar a su familia. Que lo hace ahora porque alguien le tenía pillado de sus partes. Sólo él lo sabe. O Montoro,  y quien dice el Gobierno, dice el CNI.
Si el otoño se presentaba tormentoso, el verano amenaza ya intempestivo.
Tocará ponerse el chubasquero. Y las botas de goma.





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