viernes, 10 de octubre de 2014

RAZÓN DE MADRE

Las madres siempre, o casi siempre tienen razón. Es un don característico que los hijos reconocemos. Ellas viven en un universo paralelo de sabiduría y certeza. Un mundo elemental, cargado de verdad  y de comportamientos  inexplicables.  Es como un salto cuántico a otra dimensión en el que la percepción resulta intuitiva. Metafísica diría yo. Ellas, por lo menos la mía, saben lo que los demás desconocemos. Sin dudas, sin titubeos. Sin necesidad de cuestionarse nada.  

Ejemplo práctico. “Ama, dónde está la camiseta verde?”
Respuesta inmediata: “Ahí!”
.-¿Ahí?
.- Sí, encima de eso.
.-¿Eso?
.-En su sitio.
.-No la veo.
.-Si es perro te muerde.
.-Dónde?.
.-Donde cagó el conde.
Te desesperas buscando la prenda que parece desaparecida por arte de magia, al tiempo que temes que, de un momento a otro, te pegue un mordisco. Pero para eso están ellas. En un pis-pas, levanta un trapo de un balde y debajo, como un conejo de la chistera,  surge la sudadera.
.-Lo ves, estaba en su sitio. Lo que pasa es que no sabes mirar.
 Esa sensación de imbécil total se pasa con el tiempo, sobre todo si  has prestado atención en ese curso de formación continuada que gratuitamente te da tu progenitora.
Aprendes a valorar el tiempo.

.-¿Puedes venir un momento?
.-Voy.
.-Ni voy, ni dejo de venir.
..-Que voy ya.
.- Ya no. Ahora!.

Y a discernir lo importante de lo intrascendente.
.- ¿Qué hay de comer?
.-Comida. Y aquí se come todo.
.-Por qué?
.-Porque sí. No sabes tú el hambre que hay en el mundo.

Las madres, Mari Tere en mi caso,  son más prácticas que teóricas.

.-Que te, que te, que te, que te... voy a dar (y para cuando termina la frase ya te ha dado)
.- No llores, que vas a llorar de verdad. O, llora lo que quieras que menos mearás.

Ese carácter tan marcado siempre te domina. Te puede e, inexorablemente, te vence.
.-Ríete de mí, que ya me reiré yo luego.
¿Una amenaza?. No. Casi un proverbio.

Me he acordado hoy de Mari Tere  porque ella no tiene doblez. Dice lo que piensa aunque, a veces, debería pensar un poco más lo que dice. Pero ya le importa poco lo que otros opinen o digan de ella. Está de vuelta de muchas cosas.
Hoy, se encuentra un tanto asustada con las noticias que llegan del Ébola. No es para menos.
No sabe en qué consiste la enfermedad, ni como se transmite o que síntomas manifiesta. Pero  está convencida  de que es un mal peligroso, contagioso y casi mortal.
Sin embargo, aún temiendo al virus, lo que más le horroriza es la gestión sanitaria que está llevando el Gobierno de Rajoy.

Es de entender su preocupación, máxime cuando quienes deben estar al frente de esta alerta de salud pública  lideraron la crisis del Prestige, del Yak 42, Madrid Arena, el accidente del Metro de Valencia...
Lo cierto es que, todo lo relacionado con los protocolos de seguridad, la repatriación de los misioneros infectados, o las medidas de control, está siendo un auténtico despropósito. Un desbarajuste de improvisaciones, declaraciones altisonantes e incompetencia.

No se puede admitir que se diga que las fronteras de Melilla deben blindarse para que los subsaharianos no nos invadan y, con ellos,  las enfermedades que portan y, por el contrario, se traslade hasta Madrid en avión privado, con escolta policial y parafernalia mediática de televisión en directo a los dos sacerdotes portadores del virus del Ébola. Una operación  que ha tenido en cuenta más las razones de imagen que las  recomendaciones de los profesionales sanitarios.

No es de recibo que se afirme que todo el sistema de seguridad está activado y se conozca que los profesionales de la salud hayan sido adiestrados en cursillos de 45 minutos sobre las medidas de prevención especiales que se deberían cumplirse ante un brote infeccioso como el que nos afecta. O que los protocolos de seguridad parezcan  cumplimentados por Pepe Gotera y Otilio (chapuzas a domicilio).

No es presentable el circo mediático en que se ha envuelto el caso, hasta el punto de que la mayoría conozcamos el nombre del perro de la enfermera contagiada en Madrid y hayamos olvidado  como se llamaban los dos misioneros expatriados,  muertos por atender a una emergencia humanitaria de primer nivel en el África negra. Espectáculo de periodistas  infiltrados en los pasillos del hospital en supuesta cuarentena. Celtiberia show en estado puro.

Resulta incalificable que quienes se oponían, por razones de progresía falsaria a la repatriación de los dos servidores  de la dignidad humana –por el hecho de ser religiosos- , sólo se hayan movilizado para encararse al sacrificio de un can. La muerte de un perro motiva más en esta sociedad  egoísta  que darlo todo por la vida de los desheredados del planeta.

Pero lo que resulta escandaloso es el comportamiento del Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, convertido en portavoz oficial del gabinete de crisis ante la desaparición mediática y política de la ministra Ana Mato (gran apellido para una dirigente de sanidad)

Que quien debía velar por el control, por la seguridad, y el cumplimiento de los procedimientos preventivos  eche la culpa a la infectada de su dolencia, resulta bochornoso. Sobre todo, cuando quien ha contraído la enfermedad se haya infectado por hacer su noble trabajo de atender a un paciente moribundo.  Resulta asquerosa la actitud del mandamás madrileño por sus descalificaciones tabernarias, acusando a la infectada  de “mentir”,  responsabilizándola  de frivolizar la amenaza - “no estaría tan mal para ir a la peluquería”-  o minimizando el rigor que debe prestarse a una excepción infecciosa como la presente – “para explicar cómo quitarse o ponerse un traje no hace falta un máster" -. Su actitud solo merece una respuesta inmediata. El cese.

El individuo en cuestión se llama Javier Rodríguez (nos acordaremos de su nombre), y, por el bien de la comunidad, el PP –partido al que representa- debería  someterlo a cuarentena, aislarlo  y desinfectarlo. Su toxicidad, su incompetencia y arrogancia aconsejan ser tratado como el virus más peligroso para el conjunto de la ciudadanía. El virus de la estulticia.

El Ébola, como otras enfermedades contagiosas de amplio efecto letal existe en el planeta desde hace tiempo. Pero, como su afección  se concentraba en territorios del llamado “tercer mundo”, jamás nos preocupó. Que más da que millares de negritos murieran al año por esa enfermedad.
La globalización ha traído el Ébola hasta el paraíso occidental. Todavía sus secuelas son minúsculas. Pero aterran. Las sociedades desarrolladas, que se sienten ya amenazadas, apremiarán, ahora sí, a su comunidad científica para encontrar vacunas  y medicamentos que les prevengan y curen del mal. Y, más pronto que tarde, las multinacionales farmacéuticas presentarán  un producto carísimo con el que combatir la dolencia. Una botica que los “pobres negritos” no podrán pagar.  

Mi madre siempre dice que nadie escarmienta en cabeza ajena. “Fíate y no corras”. A Mari Tere, la amenaza del Ébola le inquieta. Pero aún teme  mucho más la incapacidad, la ineptitud,  la irresponsabilidad de quienes debiendo salvaguardar la salud pública  extienden el peligro y la preocupación en todo lo que tocan. Con guantes o sin ellos. Y no me refiero  precisamente a los profesionales de la sanidad.

Rajoy, de visita en Milan, ha afirmado sentirse satisfecho por la gestión de la crisis sanitaria. “Mis colegas europeos me están diciendo que las cosas se están haciendo muy bien”. Mari Tere Amarika, presidenta del gobierno de su casa remacha: “Yo le daría dos medallas. Una por inútil, y otra por si la pierde”.




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