Cada vez que habla Pernando Barrena, sube el pan. Cada vez
que menciona al PNV, lo hace para darle un arañazo. O para tensionar las
relaciones que mantiene este partido con la Izquierda Abertzale.
Su última aparición pública, calentando el ambiente para la
manifestación de enero, sirvió para acusar de “soberbia” al Lehendakari
Urkullu. Y se pasó de frenada. “Tenemos la desgracia –afirmó Barrena- de tener
un lehendakari en Gasteiz que se dedica a contemporizar con el PP en vez de
presionarle políticamente para que repatrie a los presos”.
Barrena vuelve a repetir el manido argumento de buscar en
los demás a los culpables de sus males.
Siempre los demás, y de manera singular el PNV. La Izquierda Abertzale
sigue sin tener la valentía de mirarse a ella misma, de analizar su propia
responsabilidad o de asumir que lo que le pasa tiene mucho que ver con su
incapacidad, su falta de decisión o de arrojo para hacer frente a sus
problemas. Los suyos sí.
Su primer desatino es creer que la realidad es la que sólo
ellos perciben. Y con ese sentimiento subjetivo construyen un paradigma en el
que su lógica se convierte la única posible. ETA ya dio un paso. Ahora toca a
otros hacerlo. Madrid se moverá. Tarde o temprano lo hará. Por presión. Y todos
deben apoyar esa tesis.
Pero no. Ni Aiete trajo las conversaciones con los gobiernos
francés y español, ni Rajoy moverá un dedo favoreciendo el desarme o facilitará
una nueva política penitenciaria.
Atónitos, no terminan de percibir que su lógica no vale y que quedarse de
brazos cruzados esperando que la
sincronización de movimientos lleve, porque así estaba previsto, a la
resolución del conflicto, no hace sino perder el tiempo y prolongar
infecundamente la espera del milagro que no será. Alimentando la zozobra de quienes en su parroquia fueron alimentados
con la esperanza de que sus males
acabaran pronto.
Las únicas respuestas son las mismas que se repitieron ayer,
o el pasado año. Liturgia de manifestación. Multitudinaria, eso sí, que sirva
como el desfogue colectivo de una tribu que sigue sin ver la tierra prometida.
Y ante la impaciencia de tanta promesa
insatisfecha, echan mano de la medicina tradicional de culpar a los demás. El
chivo expiatorio al que hay que sacudir como un vudú que siempre funciona. Leña al PNV.
Hace un año, el colectivo de presos –EPPK- anunció que
reconocía el daño causado y que se acogerían
a las iniciativas que ofrece la actual legislación para resocializar su
futuro. Un año después, agua de borrajas. No porque Madrid haya estado inmóvil
– que también- , sino porque no ha
habido medidas prácticas individuales que lo hayan hecho posible. Es decir, que
los presos no han dado los pasos que anunciaron dar.
Al otro lado de la mesa no hay nadie, ni se le espera. Y,
ante ello, el Gobierno vasco del “soberbio” Urkullu ha planteado alternativas.
Ha presentado itinerarios de acompañamiento a los reclusos-al margen de lo que
el Gobierno Rajoy haga-, para que éstos gocen de un escenario de certidumbre –“Hitzeman”-.
A Pernando Barrena no le gusta. Quizá porque sigue esperando a Godot. A
sabiendas que no vendrá.
Ni Rajoy ni Vals moverán ficha en la política penitenciaria
–salvo que los tribunales, tras tortuoso recorrido de recurso hasta la base
europea lo planteen-. Ni están, ni se les espera. La Izquierda Abertzale llama
a unir fuerzas contra la dispersión. Clama, y poco más. Y el Gobierno del
“soberbio” Urkullu presenta el plan “Zuzen bidean”. Veinte acciones a desarrollar sin abandonar la legalidad actual
y otras tantas para modificarla.
Medidas para eliminar la excepcionalidad y retornar a la normalidad penal y penitenciaria.
Iniciativa, proactividad. No quedarse de brazos cruzados. Recuperar el pulso
para afianzar la convivencia. Para que las cosas cambien.
Este gobierno “desgraciado” no se detiene.
En febrero del año ahora agotado se nos anunció el inicio
del “desarme” de ETA. Mucho ruido y pocas nueces. Demasiada expectación para
tan poco contenido. Y poniendo en cuestión la credibilidad de expertos
internacionales que habían puesto la carne en el asador. Y a los que el
Gobierno español en un gesto improcedente y estúpido llevó hasta la Audiencia
Nacional.
Desde entonces, nada. Menciones a que “se continúa con el
sellado de los arsenales”. Pero nada más que un video de mal gusto y un
comunicado confuso. Es como si ETA condicionara la entrega de sus armas a que
el Gobierno español las recepcionara en un gesto que interpretara algo así como
una mesa de negociación. Y el paradigma nuevamente falla. España no quiere sus
armas, no al menos en una entrega en la que su ejecutivo se vea comprometido.
Sin embargo, ETA sigue sin saber interpretar la realidad. Y el desarme se
eterniza. E impide que el proceso de normalización avance. Ahora, para no
cambiar de posición, ETA amplía su plazo. Esperará hasta que haya un nuevo
gobierno en España tras las elecciones de noviembre de 2015. Entonces, si la
alternancia se produce o si el cielo se desploma sobre nuestras cabezas, el
nuevo gobierno español “deberá” moverse. Y aquí, en Euskadi, todos calvos.
Quien espera, desespera. Por eso el Gobierno “soberbio” de
Urkullu volvió a mediar, y a plantear una propuesta unilateral de desarme,
rápida, viable y efectiva para acabar con estancamiento tras tres años ya del
cese de la actividad violenta. Un desarme ante la sociedad vasca, ante
representantes del foro social, ante los verificadores internacionales. Un
desarme seguro que implique la localización de los arsenales, para que como se
proceda, puedan ser desmantelados y destruidos. Sin condiciones. Sin esperar a
nadie.
A Pernando Barrena tampoco le ha gustado. Ni hacen ni dejan
hacer. Y encima insultan.
Llevan meses de contactos las más altas instancias del PNV y
SORTU para establecer, en primer lugar, un ámbito estable y normalizado de
relaciones. Y en segundo término para poder acordar líneas básicas que
concilien un camino de paz y libertad para este pueblo. Se ha roto la
incomunicación y las vías de diálogo, afortunadamente, permanecen abiertas.
Pero los resultados efectivos de esta nueva relación parecen todavía lejanos.
Ambas partes han
pretendido, para afianzar lazos, atemperar desencuentros que impidan los
choques habituales existentes entre las bases sociales que alimentan las dos
principales formaciones políticas del país. Un pacto de respeto mutuo que
permita limar asperezas en la convivencia diaria de su militancia. Pero estas
buenas intenciones se estrellan una y otra vez con la triste realidad del
activismo irreductible de algunos que
siguen instalados en la presión y la denostación del adversario.
La crítica política es asumible. No lo es la presión, la
pintada, el ataque. La infamia continuada o el intento burdo del descrédito. No
es tolerable que un dirigente como Dani Maeztu diga en Twiter que “en
Durangoaldea nos ha tocado la pedrea. Tramo del TAV de Atxondo licitado. Para
que las empresas pasen por los batzokis para pagar comisiones”.
No es de recibo que desde la diputación guipuzcoana, bajo el
principio de presunción de culpabilidad se persiga mancillar la honorabilidad
de Markel Olano y Eneko Goia –los candidatos jeltzales a las próximas
elecciones- investigando, con principios
y métodos propios de la stasi,
posibles irregularidades de épocas pasadas. Y que para ello se lleguen a
cerrar túneles de la autopista Ap-1
donde, a través de catas, pretenden demostrar -sin éxito- un supuesto
sobrecoste entre el hormigón que soporta dicha obra y las inversiones
realizadas en su momento. Técnicas mafiosas de “investigación retroactiva” para
extender la percepción de descrédito hacia el PNV. Por no hablar de la campaña
que pueblo a pueblo pretende vincular a
los jeltzales con los “chanchullos”y la “corrupción”. Dinámica baldía que lo
único que consigue es distanciar y encender los focos de enfrentamiento entre
la Izquierda Abertzale y el PNV.
Así no resulta creíble ninguna posibilidad de sintonía común,
y mucho menos llamar a manifestarse conjuntamente en defensa de objetivos
legítimos.
No. No es la “soberbia” de Urkullu o del PNV la que impide
avanzar en esta línea. Hágaselo mirar la Izquierda Abertzale y no recree la
realidad desde su óptica. Mírese al espejo y pregúntese por qué es incapaz de
alcanzar acuerdo alguno con nadie. La respuesta la encontrará reflejada
enfrente de sí. En el cristal del espejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario